CAPÍTULO 3

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Angélica y Mateo estaban viendo todos los adornos que colgaban del árbol de Navidad de la casa.

—El árbol está muy hermoso. — exclamó Angélica.

—Gracias Angeliquita, Pedro y yo lo adornamos como hace casi un mes, nos encanta hacerlo. —dijo Reina.

—Es que la Navidad es la mejor época del año, es el cumpleaños de Jesús, el hijo de Dios, el hombre más importante. —dijo Angélica.

—¿En que trabaja tu papá corazón? —preguntó Reina.

—El ayuda a todo el mundo, les hace favores a todos y nunca pide nada a cambio, se llama Yabé. —respondió Angélica.

—Que nombre tan raro, nunca lo había escuchado. —dijo Reina extrañada.

—Sí, es un nombre único, solo el lo tiene y lo tendrá.

Pedro entró a la sala.

- Ya regreso má, voy a ir a comprar la cena. —dijo Pedro.

—¿Podemos ir contigo? — preguntó Angélica.

—Sí, claro, vengan. —respondió Pedro.

—Con mucho cuidado hijos. —les dijo Reina.

—Sí má. —contestó Pedro.

Pedro y los niños se fueron.

Pedro llevaba de la mano a los niños, uno de cada mano.

—¿De que trabaja ese señor? — preguntó Mateo apuntando a un anciano vendiendo billetes de lotería.

—Bueno, ese señor trabaja vendiendo la lotería, ¿quieren que compre un billete? — preguntó Pedro.

—¡Sii! —respondieron los niños al mismo tiempo.

Pedro le compró un billete al anciano, el cual tenía una tos horrible.

—Pobre señor. —dijo Pedro alejándose.

Angélica sin que Pedro la viera, apuntó al anciano y de su dedo salió una chispita. El anciano dejó de tocer.

Pedro y los niños llegaron a una fonda llamada “El buen día" donde una señora llamada Doña Coco los atendió.

—Buenos días Doña Coco. — exclamó Pedro.

—Buenos días hijo, ¿que se te ofrece? - preguntó Doña Coco.

—Deme cuatro tamales por favor.—dijo Pedro.

—Está bien, son 40 córdobas. — contestó Doña Coco.

—Fijese que le quedaré debiendo 10. —dijo Pedro sacando todo lo que tenía de sus bolsillos.

—Nosotros nos conformamos solo con uno, para los dos. —dijo Angélica.

—No es necesario, dejalo hijo, 10  córdobas no son nada. —dijo Doña Coco.

—Gracias, que Dios la bendiga. — dijo Pedro tomando los tamales.

Mateo señaló la caja registradora de Doña Coco y de su dedo salía una chispita.
Luego de que Pedro y los niños salieron de la fonda, Doña Coco abrió la caja registradora y de ella no dejaban de salir billetes de 10 pesos, parecía que nunca dejarían de salir, el suelo se llenó de billetes.

—¡Milagro! ¡Esto es un milagro! — gritó Doña Coco.

 —¡Milagro! ¡Esto es un milagro! — gritó Doña Coco

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VINIERON DEL CIELO Where stories live. Discover now