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Él me mira sin articular palabra alguna, aunque no hay necesidad de hablar. Sus ojos me transmiten todo lo que no podría ser expresado a través de palabras.

—No me llamo así, Alina —me responde tímidamente el chico que no se llama Geek.

—¿Sabes mi nombre? —exclamo, sorprendida—. Pensé que ambos éramos anónimos por igual.

—Todos saben tu nombre, señorita-futura-capitana —sonríe ligeramente—. Sufres de una maldición llamada popularidad.

No puedo evitar soltar una pequeña risa.

—Nunca me lo habían puesto en esas palabras —señalo con diversión—. ¿Todo este tiempo supiste que era yo?

—Nunca estuve muy seguro, pero sí lo llegué a sospechar un par de veces. Aunque no es la gran cosa. Supongo que, de cualquier forma, no te hubiera importado saber mi nombre –masculla por lo bajo, con la mirada oscurecida de repente.

Sus palabras me hacen reaccionar: no estoy aquí para andarme de rodeos y hablar de superficialidades.

—No-Geek —digo, seria—. Lo siento, en serio la cagué. Me he dado cuenta de muchas cosas desde que te escribí eso. No soy quién para determinar tu valor porque, al fin y al cabo, también soy un humano. Eso me hace valer igual que tú, ¿no?

—Alina, no es...

—Terminé haciendo exactamente lo mismo que había criticado de ti cuando te escuché hablar de mis amigas hace tanto tiempo. Te encasillé, No-Geek, y eso es lo peor que alguien le podría hacer a una persona.

­–No estoy molesto, Alina.

–No, no –me río, sarcástica–. Claramente estás molesto. Tienes toda la razón de estarlo. ¿Crees que yo no lo estaba cuando te escribí la primera carta? Estaba furiosa porque no me entraba en la cabeza que solo por el hecho de llevar un uniforme haya sido deshumanizada tan fácilmente. Y eso es lo que hice contigo, No-Geek...

–Adrián –me interrumpe de repente­­–. Me llamo Adrián... no me tienes que seguir llamando "No-Geek" ni "Geek" ni nada así. Tampoco tienes decir tantas cosas –sonríe, mirando hacia abajo–. Entiendo a lo que te refieres porque yo cometí el mismo error cuando me empezaste a escribir.

Me quedo callada al escuchar su voz por tanto tiempo. Nunca había hablado con él antes. Su tono contrasta con aquel áspero y sarcástico al que me había acostumbrado a escuchar de la mayoría de los chicos que me rodean. Él habla de una forma calmada y profunda con la cual no estoy familiarizada y que me cautiva por alguna razón.

­–Alina –me mira con algo de preocupación–, ¿me escuchas?

–Claro que sí. Solo me sorprende que te hayas calmado tan rápido. Antes estabas... no muy contento.

–No te confundas, sigo algo molesto. La diferencia es que me pediste perdón. Además –sonríe con diversión–, por fin superaste tu complejo de superioridad y viniste a saludar. ¿Acaso era tan difícil?

–En el momento, sí –murmuro–. Entonces, ¿estamos bien, Adrián?

­–No hay rencores –sonríe y me estrecha una mano–. Supongo que nos vemos más tarde.

–Sí, nos vemos.

Nos vemos...

Me alejo caminando mientras una sonrisa se empieza a formar en mis labios.

Nos vemos.

No muy querido geekWhere stories live. Discover now