65- EPÍLOGO

216 19 12
                                    

                 

—Alina Salgado, por favor acérquese al podio de premiación.

La metálica voz de los parlantes acelera mis latidos a un nivel preocupante. Respiro hondo; estoy en un escenario, no me gustaría que el público se dé cuenta de lo nerviosa que realmente me siento. Camino entre los aplausos con la cabeza en alto, procurando que el aura de perfección que parece rodearme siempre no se disuelva. Mientras me acerco al podio no puedo ocultar una leve y maliciosa sonrisa que se abre paso en mi rostro al saber que Naomi, la retrasada que pensó que podría hacerme caer, está viéndome con envidia desde la audiencia.

—¡Alina!

Volteo hacia el público, buscando con la mirada la inconfundible voz de Geek... eh, Adrián. Suelto una pequeña risa al notar que está sonriéndome desde la segunda fila, agitando ambos brazos por encima de su cabeza.

Han pasado algo más de dos meses desde que lo escuché hablando mal de mis amigas y de mí. No puedo creer lo rápido que han pasado estas semanas. Se me hace aún más difícil concebir que tantas cosas hayan cambiado.

Antes de todo el problema de las cartas estaba segura de que me odiaba a mí misma y al mundo que me rodeaba. Es por eso que me sorprendí cuando le escribí la primera carta a Adrián, esa en la que le reprochaba el haber hablado mal de mis amigas y de mí. No podía dejar de preguntarme por qué lo había hecho si, en el fondo, yo pensaba lo mismo sobre nosotras. Fue así como empecé a reflexionar más. Al parecer, yo no era solo una chica que debía mantener medidas perfectas e imposibles (90, 60, 90) para ser aceptada. Claro que podría pensar que la razón por la que superé mis problemas alimenticios fue Geek —no, Adrián—, pero en realidad él solo fue el empujoncito que necesitaba: los verdaderos problemas solamente pueden ser resueltos por uno mismo.

También empecé a ver el hecho de ser porrista por lo que realmente es —y por lo que todos deberían entenderlo—: un deporte, no un ticket exclusivo para ser una completa idiota. Admito que esto sí fue gracias a Adrián, ya que él me enseñó que nadie tiene el derecho de definir el valor de otra persona. La verdad es que lo he hecho antes y nunca pensé que estaría mal, pero ahora me doy cuenta de que realmente fui ingenua y hasta arrogante al pensar que podría predeterminar el valor de una persona. Al recodar esto, busco su mirada entre la audiencia y le sonrío.

Doy unos pasos más hasta quedar parada al costado de Lia Ricci, la (próximamente) ex-capitana del equipo de porristas, quien me dirige un gesto de aprobación. Puede que se muestre como una engreída la mayor parte del tiempo, pero sé que en el fondo realmente se preocupa por lo que le importa y eso es algo que admiro de ella. Es por esa razón que me hace particularmente feliz que a ella le agrade la idea de que yo sea su sucesora: me hace sentir más segura de mí misma.

–Este año representa el fin de un legado –comienza a decir Lia por el micrófono (¿Legado? ¿En serio?)–. Aunque no lo crean, esto me duele más a mí que a ustedes. Sé que me extrañarán, no lloren, por favor –sonríe con orgullo, acomodándose un mechón de pelo rubio–. Pero dejo este equipo y este colegio con una sonrisa en el rostro porque sé que se quedará en buenas manos. Alina –voltea a verme cálidamente–, el trono es tuyo. Confío en tu destacable talento y en tu capacidad de liderazgo para hacerle honor a este equipo. No podría imaginarme a ninguna persona más capaz que tú para lograrlo. Gracias.

La audiencia explota en aplausos y gritos mientras Lia se quita la insignia dorada de capitana y la coloca en mi pecho.

* * *

–¿No deberías estar celebrando con tus amigas?

–Nah, las veo todos los días. Además, ya me planearon una fiesta este sábado. Podrías venir –le sonrío a Adrián con malicia–, si quisieras...

–Tú sabes que no iría –me reprocha no-Geek, intentando sonar fastidiado.

–Valía la pena intentarlo. ¿Me pasas otro pedazo?

–¿Pepperoni o jamón? –me pregunta, inclinándose hacia las cajas de pizza.

–Pepperoni. Me alegra que estés aquí –añado antes de darle un mordisco a mi pizza–. Si no fuera así, tendría que acabarme todo esto sola. Sería una desgracia, porque volvería a clases rodando.

–Pero nadie te diría nada, señorita capitana. Eso me recuerda... sí te felicité, ¿no?

–Sí, como cinco veces –le respondo con ironía, soltando una risa.

–En fin, yo también me alegro de estar aquí. Pizza gratis y eso. Por cierto, ahora que eres la capitana y somos amigos... yo saldría ganando, ¿no? Ya sabes, porque yo soy –lo que tú llamas– "geek" y tú eres tú, y eso sería bueno para... mi... ¿"reputación"?  Sería como un extraño tipo de nepotismo, ¿no?

–Nepo... ¿qué?

–Olvídalo.

Lo miro con confusión y comenzamos a reír sin parar. Luego de un rato, viendo cómo Adrián cubre su pizza con una cantidad casi ilegal de orégano, me pongo a pensar sobre la suerte que tengo de haberlo conocido. Me alegra haber conocido este complejo mundo dentro suyo, este mundo que nunca deja de sorprenderme. En especial, me alegra haber descubierto el confuso pero fascinante mundo dentro de mí, el cual desconocía hasta hace poco. Me alegra haber ordenado el caos que me asfixiaba siempre en constelaciones que ahora me guían. Me alegra saber que, finalmente, ya no estoy perdida.

–Querido Geek...

–¡No me llamo Geek!

–Gracias.

----------------------------------------

Y Pink se pone a llorar porque se acabó. (Sí, desaparecí cruelmente y merezco la muerte. El bachillerato es lo peor. Monografía es lo peor. Las evaluaciones internas son lo peor. En fin...). La buena noticia es que aún no me explayaré comentando lo mucho que amé escribir esta novela y lo mucho que significó su apoyo (estrellitas, comentarios) para mí porque 10/10 planeo hacer algunos capítulos extra y 10/10 aceptaré sugerencias de ustedes para algunos de estos (en los comentarios o inbox, como prefieran) <3. Supongo que es una buena recompensa por haberlos hecho esperar tanto (¡perdón!), se lo merecen <3.

Los ama tanto como a no-Geek<3,

-Pink<3

No muy querido geekWhere stories live. Discover now