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Capítulo 11

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Entro en mi cuarto y cierro la puerta tras de mí. Cuando me giro, veo una silueta recostada en mi cama. El pánico me invade por completo y retrocedo hasta pegar mi espalda a la madera. Llevo mi mano a la pared y tanteo hasta encontrar la luz. Al encenderla, me encuentro con Adrien dormitando recostado en mis almohadas.

Maldito.

Me acerco y lo agito sin cuidado para que se despierte. Me mira adormilado y se estira cuan largo es mientras pega un bostezo. No está usando lentillas.

—¿Podrías apagar la luz? Es molesta —dice dándome la espalda al recostarse de lado.

—Tú eres molesto.

—¿Es la respuesta más madura que tienes? —Se burla, sin girarse a mirarme.

—¿Qué diablos estás haciendo en mi cama? —Mi tono de voz sale algo histérico, pero al parecer él lo ignora y yo también.

—Me quiero asegurar de que sea la última persona que miras a la cara. —Se levanta y se dirige hacia la luz, la cual apaga.

Cuando se gira a mirarme, ahogo una expresión. Sus ojos brillan, puedo verlos en la oscuridad. Son hermosos, no lo negaré, pero saber de quién son no ayuda mucho. En este momento quiero golpearlo y mirarlo sin pestañear al mismo tiempo. Espero que la primera gane.

—Vamos, tienes que dormir y yo igual. —Se acerca a mi cama, pero le detengo el paso.

—Ni lo pienses, vaquero, esa cama es mía y yo dormiré en ella —digo enterrando mi índice en su pecho.

—¿Vas a hacerme dormir en el suelo? Que maleducada. —Quiero golpearlo, Dios ayúdame para no hacerlo.

—Si vas a llegar y colarte aquí como Pedro por su casa, no esperes que te atienda como en un palacio. Ahora retrocede, te haré una cama provisoria en el suelo.

Los ojos de Adrien me escrutan. Es mucho más fácil verlos así, pero me estoy dando cuenta de que se están apagando. Quizás es un efecto que ocurre justo cuando despierta y quizás yo también lo tengo, pero no lo sé. O simplemente soy muy débil para ello.

Luego de un par de minutos en que no ha dejado de mirarme ningún segundo, termino. Me golpeo las manos sacudiendo un polvo inexistente y me aparto para que él pueda recostarse.

—El baño está en el pasillo, pero no podrás usarlo hasta que mamá se vaya a dormir. Te matará si te ve. —Lanzo un quejido lastimero y abro mi armario para buscar un pijama más pudoroso que la corta camiseta y los pantaloncillos que suelo usar. No quiero que me vea así.

Adrien asiente y se recuesta en el suelo. Un poco de culpa me carcome al pensar que puede estar incómodoen esa superficie tan dura, pero no es mi problema. Él decidió colarse aquí sin siquiera preguntarme. Tiene mi teléfono, no era tan difícil hacerlo.

—He dormido en peores lugares —dice mientras abro la puerta y se me encoge el corazón. No me imagino lo que debe de haber sufrido todo este tiempo.

Salgo con cuidado y me meto en el baño. Intento no demorarme mucho, pero de todas formas al volver él ha caído completamente rendido. Ha sido un día intenso, no lo despertaré.

Me meto entre las sabanas y me pego a la esquina donde puedo verlo con claridad. Se ve calmado, pacifico al dormir. No hay nada del duro Adrien en su rostro, esa faceta de él que quiere controlarlo todo y protegerlos a todos, ocultando su sufrimiento a la cara de los demás.

Quiero ayudarlo, voy a ayudarlo. Sin importar que me eche cada vez que me acerque, sin importar que soloconozca la superficie de quien es él, intentaré sanar a Adrien. Después de todo, se lo debo.

Parasomnia #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora