Por un impulso de ambición, JYP Entertainment acepta a la primera trainee latina en su programa. Sin mucho que dejar en su país, Miranda Ling parte a Corea en busca de una vida mejor, mentalizada para triunfar en el medio artístico. En medio de su m...
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"Dame amor como nunca antes, porque últimamente he estado anhelando más."
[Give Me Love – Ed Sheeran]
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"Mi padre me decía que para hacer feliz a una mujer no hace falta mucho... es decir, - se explicaba mejor-, no se necesita mucho esfuerzo, pero se necesita mucha pasión." – Anónimo.
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Seúl, Corea del Sur.
Caminé por la acera, mirando hacia dentro del local dónde Cheol y yo nos vimos en persona antes de salir. Lo vi sentado al lado de un hombre algo mayor y un joven, ambos idénticos a él.
Abrí los ojos de par en par y caminé derecho apenas lo vi mirándome, soltó una carcajada al verme huyendo.
Me escondí al lado del local, en la tienda Etude House que había allí.
–Buenos días, ¿desea probar una muestra de nuestra nueva tintura? – me sonrió la dependiente.
–Hola, no... Estoy huyendo de...
– ¿Por qué te escondiste aquí? – lo escuché a mis espaldas. Apreté mi cara y forcé una sonrisa.
–Hola Cheol.
Soltó una carcajada, abrazándome y obligándome a caminar con él hasta entrar al lugar. Me escondí en su hombro hasta que paró de caminar.
–Quiso huir. – explicó él de manera lógica. –Les presento a Mio Ling, es mi novia desde hace casi tres años.
Ambos me miraban curiosos.
–Milu, él es mi padre. Y él mi hermano mayor.
–Hola. – sonreí tímidamente. Los dos me miraban sonrientes. –Mucho gusto.
–Un placer.
Me enderecé, soltando a Cheol para sentarme en la silla. Golpeé su rodilla levemente porque no me dijo que ese desayuno era para presentarme a su familia.
– ¿Qué tan enserio estás yendo con esto que nos la presentas, Seungcheollie? – preguntó su padre.
Se me salió el café por la nariz cuando tosí, ahogándome en mi pozo de vergüenza.
Los dos nos miramos.
Esa era una excelente pregunta.
Seúl, Corea del Sur. | Salas de ensayo de Pledis Entertainment
Salté asustada cuando todos gritaron al verme.
– ¡Mio! – Seokmin y Chan me abrazaron.
– ¡Dejen que entre, están sudados, no la abracen! – chilló Jihoon, quitándolos. Yo me reía, pero subir las escaleras me dejó exhausta.
