C está aquí.

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                                              | cleo en galería |





El verano había pasado hace mucho. Ya casi era invierno y se notaba en la vestimenta que las personas empezaban a usar en su día cotidiano. Era ahí cuando entraba Cleo. Pálida como la nieve e incorrecta como algunas teorías. Era difícil saber lo que quería expresar. Tan difícil como saber si se había retocado sus labios e incluso su cintura. Pero a pesar de aquello, de esos rumores, de esos insultos, de esas miradas; seguía ahí, caminando sin querer tropezarse por las botas de su madre.



Quizás ella no fue lo que captó la atención de todos al entrar a la escuela. Quizás tampoco fue el hecho de que se presentó después de dos meses en ausencia. Sólo caminó y se dirigió al que solía ser su casillero, el cual estaba intacto. Sonrió, para sus adentros. Tenía dieciséis, cursaba el primer año de la segunda fase y nunca había tocado aquel casillero. Vacío. Ningún libro ni tareas sin hacer.


A lo lejos vio a Bruna. Usaba la blusa que Cleo ocupó en una de sus fiestas de chicas. Bruna era todo lo que Cleo quería en alguien. Siempre estuvo ahí y por eso le perdonaba el nunca haberle mensajeado en su ausencia. Eso era una cualidad mala de Bruna, que al mismo tiempo era buena. El ser muy fácil de manipular.


Le sonrió, mostrando su dentadura a lo que Bruna sólo reaccionó con un levantamiento de cejas. No se lo esperaba. No lo deseaba. Pero de todas maneras corrió a abrazarla. Cleo había vuelto.





Apoyada en su cuello, Bruna se atrevió a hablar; —¿Cleo?


—¿Quién más? —respondió. Suavizó su voz debido a la cercanía. Aunque siempre mantenía ese nivel junto a ella.


—Estás mas alta. Tu cabello... Está marrón —Cleo solía ser peli-negra en esa época en donde era tendencia esa moda. Juntó su dinero e hizo una de esas locuras que cualquier chica de su edad haría. Tintarse—.


—Ya lo entiendo, Nana.





Se separó de la más baja y le acarició el cabello. Aún mantenía esa sonrisa.





—Está es tu carta de disculpas por no haberme mensajeado.





Cierta emoción que había decorado el rostro de Bruna por aquel apodo antiguo que Cleo le puso, se destruyó por lo último dicho.





—Lo lamento.


—¿Lo ves? —Cleo soltó una risa y se apoyó en el casillero —No, no quiero esto. Quiero tres cosas.





Bruna, estupefacta, soló abrió sus labios esperando a que su acompañante hablara.





—Lo primero, quiero que me cuentes todo lo que ha pasado —Bruna asintió, sonriendo —Segundo, quiero que olvides todo esto de las disculpas.





Nuevamente asintió, poco convencida.





—Y tercero, te quiero a ti de vuelta.








*








—¿C está aquí?





¿Qué estaba pasando? Marlon no tenía idea de nada. Tenía la pierna derecha enyesada. Faltó las primeras horas del día sin saber cuantas cosas pasarían.





—¿C? ¿Hasta cuándo con los códigos secretos? Cleo está aquí.





Tragó fuertemente. Era verdad. Lo escuchó en muchas partes y aún no lo creía. Luego de aquello que pasó pensó que no volvería. Cleo era más de refugiarse en su cama antes de mostrarse a todo el mundo.





1990.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora