El rincón de los ochenta.

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              | Marlon en galería |





El olor a fritura era bastante fuerte. Pero al mismo tiempo delicioso y hasta relajador. Eran las ocho en aquella tarde del viernes. Marlon y Cody habían quedado para juntarse. "El rincón de los ochenta" siempre fue su lugar. Por una parte había un sector de videojuegos, también una barra de comida, bolos y hasta una pista de danza. Era un pack completo. Para ellos y para el resto de la escuela.


Marlon saboreó el último sorbo de su refresco y se levantó a donde Cody estaba. Como siempre, en la máquina traga monedas.
Puso una mano en su hombro y el castaño gruñó de rabia.


—Marlon, amigo. ¿Has visto lo que hiciste? —casi gritó, apuntando con su cabeza el puntaje en la pantalla —Cien puntos y todo era mío.


—¿Ahora la culpa es mía? —tenía razón. Él y los puntajes de Cody no tenían nada en común.


—No, pero tu mala vibra me tiene igual. Sea por lo que sea que estés así, detente. No se ve ni se verá lindo nunca.



Todo tenía una razón; Cleo. Marlon odiaba el hecho de sentirse así por una mujer. Más si era por Cleo. Pero no lo podía evitar. Desde que él y toda la escuela se enteraron del beso hacia Otto, prácticamente era un caminante muerto. Lucía frío, sin ganas de nada y hasta se ponía calcetines desiguales.


«¡Bendita Cleo! Mira lo que has logrado en mí», se decía. Y eso que no eran ni amigos.




—Pero tranquilo, tengo algo para tí —para Marlon eso era realmente malo. Cody podía darte cosas realmente extrañas y aterradoras. Sabía que era un buen amigo, pero con un "Estarás bien" se conformaba —Invité a los chicos.


—¿A los chicos? —se preguntó Marlon. En su mundo sólo eran ellos dos.


—Sí, a nuestros amigos.



Y, como si todo estuviera sincronizado, la puerta se abrió. Ahí venía un grupo de personas. Vio la cabellera rulienta de Alma. La sonrisa de Bruna. Los ojos únicos y llamativos de Cleo. Y a Otto.




—¿Otto? Cody, él no es mi amigo ni le tengo buenas intenciones —siseó, apegado al castaño.


—Si lo invitaba tenía beneficios con ya tú sabes qué —alcohol. Pero Marlon pensaba que en el fondo, él importaba más que unas botellas dañinas.


—Me largo —mordiendo su labio inferior estaba decidido en irse. Pero no podía. No podía dejar a Cleo con Otto como si nada. Algo en él le gritaba una gran advertencia —O mejor me quedo.

1990.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora