Harry estaba en la sala de estar de su casa. Había cogido un álbum de fotos de Sirius. Había muchos recuerdos de su padrino cuando era un niño. Incluso sintió punzadas de felicidad y nostalgia cuando en un par de ocasiones se encontró fotografías de los merodeadores, entre los que destacaba su padre con su pelo revuelto y sus gafas torcidas. La nostalgia se convertía en melancolía cada vez que se paraba a pensar lo distinto que podía haber sido todo si sus padres estuvieran vivos. O si sencillamente Sirius no hubiera muerto y ahora estuviera allí a su lado, apoyándolo en lo de Ginny.
Había pasado el día anterior en el piso de Ron y Hermione, y para su sorpresa se había encontrado allí con Luna y Neville. A pesar de que le costó recrear de nuevo su viaje y dar una ligeras explicaciones de las causas del mismo, Harry se alegró muchísimo de verlos. Habían almorzado juntos y luego había salido a tomar café en una cafetería muggle que había bajo el piso. A Harry le sorprendía esa nueva visión de Mundo Mágico. Siempre lo había visto desde Hogwarts, o en su defecto desde la tienda en la que habían pasado los tres el último año. No se imaginó nunca cómo sería su vida. Quería empezar el curso de auror, aprobarlo y empezar a trabajar, pero estaba disfrutando aquellas vacaciones improvisadas. Sus amigos estaban en Londres la mayoría, y podía verlos a diario. Le alegraba ver a gente que había pensado perdida para siempre. No tenía obligaciones de momento. Y a pesar de haber dilapidado la mitad de la fortuna que le habían dejado entre sus padres y Sirius, tenía dinero para pasar bastante tiempo sin necesitar sentirse agobiado. Solo la relación con Ginny nublaba esa felicidad. Si ese paseo de la tarde anterior y el café hubiera sido igual, pero con Ginny de la mano y algún beso de sus labios, Harry sentiría que sus 21 años de vida habían llevado a buen puerto. Pronto serían 22. Aún le gustaba cumplir años, cosa que cambiaría tiempo después. Aunque sus cumpleaños no habían sido nunca especiales, siempre habían sido para él como una frontera más para llegar a su libertad. Y en esos 4 últimos años, había sido siempre un punto de inflexión en el que pensar que su posible retorno estaba más cerca.
Subió a tomar un baño y se puso cómodo. Eligió los bombachos negros que tan cómodos le habían resultado esos cuatro años. Había sido su prenda favorita, junto a la camisa de lino blanca y holgada que se ponía en ese instante. Recordó que era la ropa que llevaba en la incursión de Saqqara. Miró el papiro que estaba en su escritorio y lo metió en el bolsillo. No le gustaba alejarse de él. Se colocó su pulsera, su colgante y si anillo y volvió a bajar para hacer la cena junto a Kreacher.
De repente alguien tocó a la puerta. ¿Quién podría ser a esas horas? No había quedado con nadie. Rápidamente echó mano a su varita la cual parecía vibrar por la emoción de un posible nuevo desafío. Llevaba demasiados días parada. No estaba acostumbrado a vivir en paz. Siempre había habido enemigos de los que defenderse, y le resultaba extraño que alguien con buenas intenciones tocase a su puerta a las nueve de la noche de un día normal. Se acercó a la puerta con la varita en su mano dentro del bolsillo del bombacho pero preparada para actuar en un solo segundo. Abrió la puerta y se quedó bloqueado.
Ginny estaba sola, con un aspecto terrible. Parecía haber llorado y tenía el pelo algo enmarañado. Estaba callada de pie en frente de la puerta mirándolo a los ojos. Harry caía en su hechizo más y más a cada segundo que pasaba. Verla tan frágil y a la vez tan fuerte, mirándolo sin pestañear en la puerta de su casa era demasiado para él. El corazón le iba a mil por hora y no sabía qué decir. La chica tomó la iniciativa y apartó a Harry para entrar. Se quitó la chaqueta que llevaba y la dejó en uno de los sillones de la sala de estar, y se quedó con una blusa holgada de color negro y una falda largo con mucho vuelo de color gris. Harry se prendó aún más por ese acto. No sabía cómo reaccionar. Esa chica y su decisión lo volvían loco. Además la pinta de hippie que tenía en ese momento le encantaba. Era perfecta. Era su Ginny.

KAMU SEDANG MEMBACA
Las Reliquias del Perdón
Fiksi PenggemarLa autora de nuestra saga favorita nos dejó con ganas de saber más sobre lo que pasó en los 19 años entre el final de Las Reliquias de la Muerte y el Prólogo de la historia. Con esta pequeña novela intentaremos hacernos una imagen de esos años, aunq...