Capítulo II: Contactos

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Entre los matorrales de una espesa selva, la exótica jovencita corría veloz sorteando el desnivel del terreno para no caer. Muy apurada iba esquivando los árboles que se le interponían y que de tanto en tanto le rasgaban la ropa. Poco tiempo después, sus violáceos ojos vieron el sitio buscado: ahí estaba una cueva de roca gris con una puerta de roble casi impenetrable que sólo los que conocían el lugar podían abrirla, y que para poder hacerlo se debía ser diestro en las artes mágicas.

Es así que la muchacha, exhausta por la corrida, posó sus dos manos en la puerta, después pronunció susurrando he llegado y un brillo blanquecino las rodeó, nada más en el lugar donde las había apoyado, y el roble fue tomando la forma de sus manos, produciéndose huellas. En seguida el brillo y las huellas de las manos desaparecieron y la puerta se abrió.

Aunque más aliviada por estar dentro de la caverna, aún estaba agitada y apurada. Corriendo por los túneles allí hechos, llegó a una habitación iluminada con antorchas... un hombre de largos años sentado dándole las espaldas la estaba esperando. Entonces, al verlo, ella se detuvo y fue caminando con lentitud acercándose al gran sillón construido con gruesos troncos naturales donde estaba sentado este anciano.

- He llegado - dijo ella con voz tenue y leve agitación.

- Simploy, ya estás aquí - contestó volteándose y parándose frente a ella.

- Traigo muy buenas noticias - dijo.

- ¡Vamos hija, dime!

- Después de tanto esperar, de aguardar tanto tiempo, la profecía que me has comunicado de niña ha empezado a cumplirse.

Luego de oír las palabras de su hija se relajó y cayó como una pluma al viento sobre el sillón. Se sintió lleno de felicidad, una relajación completa que tranquilizó su ser después de tantos años de sufrimiento.

- ¿Cuándo ocurrió, Simploy?- preguntó.

- Hace pocas horas, padre - respondió ella -. Estaba caminando por la selva, buscando provisiones y de repente lo vi todo, escuché todo, los sentí.

Unos instantes de silencio transcurrieron. Él la observó a los ojos y luego continuó con la charla - Simploy, dime algo hija... ¿ya han despertado? -. Sin dudar ni por un segundo, le respondió - No, aún no padre - prosiguió - ellos continúan dentro de los jóvenes, pero mi corazón me dice que no tardarán mucho en despertar.

Oyendo esa confesión, el sabio hombre expuso un pedido. - Hija, sólo pido que cumplas con una misión que debo encomendarte - dijo él -, pero antes llama a Ewon y a Agoth.

- Claro, lo haré - le respondió sin dudar -, pero dime dónde están actualmente.

- Ewon está alojada desde hace dos semanas en la Cabaña del Lago, a unos pocos kilómetros de aquí, me envío un canario mensajero hace unos días - respondió él - . Con respecto a Agoth, se encuentra en donde siempre; los dos aguardan al llamado. Comunícales estas noticias y ordénales que vengan contigo aquí, aunque conociéndolos, no será una orden, sino un favor que ellos cumplirán.

- Sí, padre, así lo haré. Partiré ahora, si me lo permites.

Ella dio media vuelta y caminó unos pocos pasos hacia la puerta, pero antes que se alejara de la habitación, su padre le habló - ¡Simploy, ve a caballo! Así estarás aquí de vuelta en no más de cinco días.

Simploy asentó el ofrecimiento. Poco después, él ya había quedado solo en su aposento. Pensaba en la gran noticia que su hija Simploy le había traído, porque ya era viejo y todos sus largos años ya empezaban a pesarles, y ahora una esperanza renovadora lo empujó a seguir adelante, porque la noticia que durante casi toda su vida había esperado, ahora era real.

El Gran Sueño - #I La BúsquedaWhere stories live. Discover now