Capítulo IX: Retorno

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El recinto lúgubre y de exuberantes paredes, hacía de la habitación un lugar frío. Olor añejado se esparcía por el amplio ambiente. Para iluminar el salón, velones azules colocados en grandes candelabros de bronce gastado por el paso de los siglos, del alto techo colgaban tres. Y después, ubicados por diferentes lugares, más de cien. En el centro de la habitación, había una larga mesa tapada con un mantel de seda beige, y rodeándola, veinte sillas con respaldos altos de madera finamente tallada. Adornando el salón, estatuillas de gárgolas de rostros truculentos. En las paredes colgaban extensas cortinas, no para tapar ventanas porque allí no había, sino como banderolas. Sentado en el trono ubicado en un pedestal al otro extremo del recinto, estaba un hombre de pesados años. Tenía una vista panorámica de todo el espacio. Vestía una túnica marrón abotonada delante con botones plateados, que lo cubría de hombros a pies. El cabello blanco, lo llevaba corto y prolijamente peinado con ralla al costado. El rostro arrugado y el cuerpo, aunque machacado por el paso de los años de su larguísima vida, podía erguirlo con una autoridad que atemorizaba a todo ser. Se trataba de un anciano de personalidad arrogante y de ojos vivaces color azul, con los que habían visto muchas cosas durante miles de años.

El lugar permanecía silencioso hasta que las altas y pesadas puertas se abrieron. El anciano se puso de pie tomando el gran bastón de su lado, su báculo. Veía entrar a paso vivo a dos caballeros. Vestían cotas de los tiempos medievales, grabadas en el pecho con una figura idéntica a la del estandarte colgado sobre el trono: un pentagrama invertido color dorado. Al llegar a los pies del pedestal se detuvieron.

Como siempre, los soldados lo reverenciaron.

- ¿Qué noticias tienen? - preguntó el anciano. Ambos se miraron, y supo que estaban nerviosos - ¡Vamos, hablen de una vez!

El parado a la derecha habló – Mi Señor, las noticias no son muy alentadoras... - y no dijo más.

- ¡Hablen! – les ordenó en un grito.

El parado a la izquierda empezó - Se rumorea por las zonas que el enemigo está tomando fuerza, Señor... - tragó saliva - . Pero... mjm... nadie los ha visto.

- ¿Cuáles son las fuentes? – les preguntó.

- Con nuestro grupo, hemos hecho una visita a las Brujas del Sur - contestó el soldado rápido -. Han visto al enemigo volando en las aves gigantes.

- Sí, están moviéndose en Ripul. Prosigan.

- La Elfa, mi Señor, la Elfa Áskemul comunicó sobre su encuentro con los misioneros de Túkmuney.

- ¡Pero por qué no me lo han informado al instante! La Elfa... claro, ella debe haber ido por su pequeño hermano - dijo dándose la vuelta -, él estaba con ellos, estoy seguro... -. Después tomó un sorbo de la copa servida con vino posada en el apoyabrazos del trono, y sin dirigirles la vista de nuevo, les preguntó a sus hombres sombra - ¿Un tiempo antes que llegara estuvo ella presente, no es así?

- Eso es lo que ha informado, mi Señor – contestó certero el de la izquierda.

Por sobre el hombro los miró y dijo - ¿Algo más?

- Estem...

- ¡Algo más!

- Por el momento no, mi Señor...

- ¡Mjm! Nada demasiado útil – y luego sintió al miedo de sus hombres sombra recorrer por sus cuerpos, eso significaba más poder para él. Volteó y les fijó los ojos, mientras, abandonado su postura de anciano, alzaba el báculo y, con la otra mano los señalaba. Les habló imponiendo su voz – ¿Así que eso es todo? ¡Inservibles! Ustedes me deben la vida a mí, a su Amo, y no son capaces de retribuirme como se debe. ¡Váyanse! Lacras, escorias humanas – y los vio salir corriendo, estaban repletos de miedo.

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⏰ Last updated: Feb 22, 2017 ⏰

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El Gran Sueño - #I La BúsquedaWhere stories live. Discover now