_

178 2 0
                                    


Hallar las proposiciones
Supongamos que el lector ya ha localizado las oraciones claves. Lo que sigue es saber qué significa la oración en cuestión. Se descubren los términos averiguando qué significa una palabra con un uso concreto; de forma semejante, se descubren las proposiciones interpretando todas las palabras que integran la oración, y, sobre todo, las palabras principales.
Insistimos en que no es posible hacer lo anterior debidamente a menos que se sepa un poco de gramática. Hay que conocer el papel que desempeñan los adjetivos y los adverbios, cómo funcionan los verbos en relación con los nombres, cómo restringen o amplían los modificadores el significado de las palabras que modifican, etc. Idealmente, el lector debería ser capaz de analizar una oración según las reglas de la sintaxis, si bien no necesariamente de un modo formal.

Sólo existen dos diferencias entre descubrir los términos expresados por las palabras y las proposiciones expresadas por las oraciones.
Una consiste en que en el último caso se emplea un contexto mayor. Se relacionan todas las oraciones colindantes con la oración en cuestión, al igual que se emplean las palabras colindantes para interpretar una en concreto. En ambos casos, se comienza por lo que se comprende y se continúa dilucidando poco a poco lo que al principio resulta relativamente ininteligible.
La otra diferencia estriba en el hecho de que las oraciones complejas suelen expresar más de una proposición. No se lleva a término la interpretación de una oración importante hasta haber separado las distintas proposiciones que, no obstante, pueden estar relacionadas. La destreza en esta tarea se desarrolla con la práctica.
Expresarlas con las propias palabras nos parece la mejor prueba para saber si se han comprendido la proposición o las proposiciones de la oración. Si cuando se nos pide que expliquemos lo que quiere decir un escritor con una frase concreta lo único que podemos hacer es repetir sus palabras, con pequeños cambios en el orden, existen razones para sospechar que no sabemos a qué se refiere.
Idealmente, el lector debería ser capaz de decir lo mismo con palabras diferentes. La idea, por supuesto, puede aproximarse en diversos grados, pero si el lector no es capaz de variar en absoluto las palabras del autor, quedará demostrado que entre ambos se ha producido un intercambio de palabras, no de pensamiento o de conocimiento.
El lector conoce las palabras del escritor, pero no su mente. Éste trataba de comunicar conocimiento, y lo único que ha recibido aquél son palabras.

Podemos definir el vicio del «verbalismo» como el mal hábito de utilizar palabras sin relacionarlas con los pensamientos que deberían expresar, y sin conciencia de las experiencias a las que deberían referirse. Eso equivale a jugar con las palabras.
El «verbalismo» es el pecado capital de quienes no saben leer analíticamente. Tales personas nunca llegan más allá de las palabras. Poseen lo que leen como una memoria verbal que recitan en el vacío. Una de las acusaciones de algunos educadores modernos contra las artes liberales consiste precisamente en la tendencia al verbalismo, pero parece ocurrir exactamente lo contrario. El fallo que cometen en la lectura –el omnipresente verbalismo- quienes no han recibido instrucción en las artes de la gramática y la lógica demuestra que la carencia de dicha disciplina desemboca en la esclavitud de las palabras, no en su dominio.

A continuación ENFOQUES DE LOS DIFERENTES TIPOS DE MATERIAL DE LECTURA

Cómo Leer Un Libro  (Mortimer J. Adler Y Charles Van Doren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora