Cómo leer literatura imaginativa

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Hasta el momento sólo nos hemos ocupado de la mitad de lo que lee la mayoría de las personas, y quizá sea un cálculo demasiado generoso. Seguramente, la mayor parte del tiempo que se dedica a la lectura se pasa entre periódicos y revistas y en temas relacionados con el trabajo. Y en lo referente a los libros, la mayoría lee más ficción que ensayo. Además, de entre estos últimos libros, los que gozan de más popularidad son los que, al igual que la prensa, tratan asuntos de interés actual con estilo periodístico.

No hemos engañado al lector respecto a las reglas formuladas en los anteriores capítulos. Antes de exponerlas en detalle, explicamos que tendríamos que limitarnos a la lectura de libros de ensayo serios, porque de haber formulado las reglas para la lectura de literatura al mismo tiempo que las otras habríamos creado confusión,
pero no podemos seguir dejando a un lado las demás clases de lectura durante más tiempo.

Antes de iniciar la tarea, quisiéramos destacar una paradoja bastante curiosa. El problema de saber leer literatura es inherentemente mucho más difícil que el que plantea la lectura de ensayos; sin embargo, parece un hecho que hay muchas más personas que poseen esta destreza que la de leer ciencia y filosofía, política, economía e historia. ¿Cómo es posible?
Naturalmente, puede ocurrir que la gente se auto engañe sobre su capacidad para leer novelas inteligentemente. Por nuestra experiencia en la enseñanza, sabemos lo calladas que se quedan muchas personas cuando se les pregunta qué les ha gustado de una novela.
Saben perfectamente que les ha gustado, pero no pueden explicar por qué ni qué contiene el libro que les haya proporcionado placer.
Esta circunstancia podría indicar que quizá haya buenos lectores de ficción que no son buenos críticos, pero sospechamos que se trata, en el mejor de los casos, de una verdad a medias.
La lectura crítica de cualquier texto depende de la plenitud de la comprensión, y quienes no pueden decir qué les gusta de una novela seguramente no la han leído por debajo de la superficie más visible. Sin embargo, en la paradoja hay algo más que eso.

La literatura imaginativa fundamentalmente agrada, no enseña. Resulta mucho más fácil sentir agrado que ser enseñado, pero mucho más difícil saber por qué.
Cuesta más trabajo analizar la belleza que la verdad.
ter aquí, pero sí podemos ofrecer consejos sobre cómo leer literatura imaginativa.

A continuación, seguiremos la vía de la analogía, traduciendo brevemente las reglas para leer ensayo a sus equivalentes para leer ficción. Por último, en el siguiente capítulo examinaremos los problemas que plantea la lectura de tipos específicos de literatura, a saber, novelas, obras de teatro y poemas líricos.

Los libros de ensayo intentan transmitir conocimiento, conocimiento sobre las experiencias que ha tenido o que podría tener el lector. Los de literatura tratan de comunicar una experiencia en sí misma -que el lector sólo puede tener o compartir por mediación de la lectura-, y si lo logran, ofrecen placer. Debido a la diversidad de sus intenciones, los dos tipos de obras interesan de formas distintas al intelecto y a la imaginación.
Experimentamos cosas ejercitando los sentidos y la imaginación. Para conocer algo debemos utilizar los poderes de raciocinio y juicio, que son intelectuales, lo que no significa que podamos pensar sin usar la imaginación, ni que la experiencia sensorial esté totalmente divorciada del raciocinio o la reflexión. Se trata tan sólo de una cuestión de énfasis. La ficción atrae sobre todo a la imaginación, una de las razones por las que hablamos de literatura imaginativa, por contraste con la ciencia y la filosofía, que son intelectuales. Este hecho de la literatura imaginativa nos lleva a la que probablemente sea la más negativa de las normas que vamos a formular: no hay que intentar resistirse al efecto que nos produce una obra de literatura imaginativa.

La clase de actividad apropiada para leer poesía y ficción difiere de la anterior. Es una especie de acción pasiva, si se nos permite la expresión, o de pasión activa. Al leer una narración debemos actuar de tal forma que la dejemos actuar sobre nosotros, conmovernos, hacer lo que quiera en nuestro interior. Debemos abrirnos a ella. Debemos mucho al ensayo -filosofía, ciencias, matemáticas-, que ha dado forma al mundo real en el que vivimos, pero no podríamos vivir en él si de vez en cuando no fuéramos capaces de alejarnos. No queremos decir que la literatura imaginativa sea siempre o esencialmente escapista, término peyorativo en su sentido más extendido. Si hemos de escapar de la realidad, debería ser a una realidad más profunda o más amplia, la realidad de nuestra vida interior, de nuestra visión propia y única del mundo, cuyo descubrimiento nos hace felices: la experiencia es profundamente satisfactoria para una parte de nuestro ser a la que normalmente no tenemos acceso. En cualquier caso, las reglas para la lectura de una gran obra literaria deberían perseguir como fin una experiencia de semejante profundidad y eliminar todos los obstáculos' que pudieran impedirlo.

La escritura imaginativa se apoya tanto en lo implícito como en lo que se dice. La multiplicación de las metáforas pone casi más contenido entre líneas que en las palabras que las componen. El poema o la narración en su totalidad dicen algo que no dice ni puede decir ninguna de sus palabras.
En la literatura imaginativa no hay que buscar términos, proposiciones ni argumentos.
La literatura imaginativa contiene elementos análogos a los términos, los argumentos y las proposiciones, tema que tocaremos en breve.

Naturalmente, se puede aprender de la literatura imaginativa, de la poesía y la narrativa, y quizá sobre todo del teatro, pero no de la misma forma que nos enseñan los libros científicos y filosóficos.

Cómo Leer Un Libro  (Mortimer J. Adler Y Charles Van Doren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora