Larga Espera. Parte I

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Las horas comenzaron a ser eternas en la sala de espera, y al contrario de las palabras dichas por Bruce, Stephen no apareció en ningún momento escoltado por guardias.

En algún instante de la noche Sharon entró agitada a la habitación y miró al grupo esparcido. Golpes, moretones y vendas visibles en sus cuerpos, así como distintas caras de ansiedad y cansancio podía distinguir, pero todos tenían la misma opacidad en sus ojos. No estaban bien.

Dio un breve saludo con la cabeza a quienes voltearon a verla y caminó despacio hacia Steve, quien no despegó la mirada de la ventana, aunque poco podía observarse debido a la oscuridad.

La preocupación la embargó al ver su semblante. El único signo de conciencia en el hombre era el movimiento lento de su mano sobre la cabellera alborotada del chico que dormía en sus piernas. Con cuidado, para no alterar a ninguno de los dos, posó su mano en la rodilla de Rogers y lo llamó en voz baja, apretándolo muy levemente.

Sin embargo, se había equivocado, porque Steve no tenía sus ojos opacos, los tenía brillosos de dolor. Steve quería gritar y golpear todo a su paso, y podía leerse en sus ojos tan fácilmente como un cartel de anuncios.

Él simplemente la observó.

―Hey... ¿Cómo estás?

El rubio demoró un poco en contestar, pero finalmente lo hizo.

―Estoy... esperando.

Sharon pensó que no podía pedir otra respuesta, no era un momento para ello.

―¿Ya saben algo? —Steve negó. ―¿Hace mucho que está en el quirófano?

―No lo sé.

Una mano en su hombro la sobresaltó y detuvo el interrogatorio. Steve y Sharon alzaron la vista encontrándose a la pelirroja espía de pie frente a ellos.

―¿Me acompañas a la cafetería? —Preguntó con amabilidad.

Sharon dudó un momento, pero cedió.

―Claro.

Steve suspiró involuntariamente cuando se fueron. Podía ser muy egoísta, pero no quería hablar con ella en ese momento. De alguna forma verla le hacía sentir una extraña sensación. Agradeció mentalmente a Natasha por llevársela.

Un leve movimiento en sus piernas llamó su atención. Peter se removió intranquilo, con cuidado acarició el castaño cabello de nuevo, tal como lo había estado haciendo unos minutos antes... u horas. Y se quedó quieto, eso pareció calmarlo.

Cansado más mental que físicamente se dejó llevar, quizás estaba bien tomar unos minutos de sueño. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Sabía que el dolor y la culpa no lo dejarían dormir, él mismo llevaba torturándose desde que llegó al hospital rememorando cada momento con el genio, los buenos y los malos, pero necesitaba que el tiempo pasara más rápido sin que se diera cuenta.

Un nudo en su garganta le hizo tragar con dificultad. No había arreglado la situación con Tony, y eso era lo que más le molestaba ahora. Rió con ironía de sí mismo. Luego de aquella desastrosa cita con Sharon, realmente se había dado cuenta de lo que siempre estuvo ahí pero que él de alguna manera no había querido ver. Ahora que estuvo a punto de perderlo su corazón se sintió paralizado, y recordó que no había sentido un dolor así desde que su madre había fallecido.

Quizás Tony no le iba a dar la oportunidad de demostrarle todo lo que lamentaba haber destrozado una amistad como la que tenían, y menos podrá tener la oportunidad de demostrarle cuánto realmente le amaba. Pero esperaba que por lo menos fuera escuchado. Steve tenía mucho que decirle y muy poco tiempo para hacerlo.

De Civil War a Infinity WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora