prólogo

872 94 36
                                    


Solo quedaba él en el cementerio, arrodillado, mirando el nombre en la lápida. Todos se habían ido después del funeral, y a la redonda no veía a nadie más que trabajadores, así que lloró. Se estuvo conteniendo, toda la ceremonia para no preocupar a su hermana quien lo sostenía mientras él le presionaba las manos, mordiéndose los labios para no hacer algo estúpido al ver que el ataúd descendía. Aunque estuvo a punto, pero su hermana lo abrazó.

Las rodillas le dolían pero no se quería mover de ahí, no quería abandonarlo, no de nuevo. No se lo perdonaría. Empezó a sollozar, luego a gemir más y más fuerte mientras se golpeaba las rodillas. El corazón le dolía, el cuerpo le dolía, ya no podía aguantar su peso así que cayó en sus manos delante de él. Arrugaba las hojas, las arrancaba, embarraba sus manos con la tierra un poco húmeda del grass recién puesto sobre la tumba.

—¿Qué hiciste?— sollozó— ¿QUÉ HICISTE, IDIOTA?— comenzaba a gritar, mientras se golpeaba el pecho.

Golpeaba ahora los puños contra el suelo, gemía, lloraba, gritaba, se agarraba la cabeza con tal fuerza que algunos cabellos morados se le caían fácilmente. Enterró su cara entre sus manos y lloró más fuerte.

—¿Por qu-qué me dejas? ¿Por qué me dejas si yo te necesito? Cuan- cuan- cuando te di- dije que te vayas... No era en serio. NO LO DECÍA EN SERIO.

Se dejó caer en el pasto y miró hacia el cielo que se tornaba naranja, casi lila. Se le hacía difícil respirar. El pecho iba a explotar. Se asfixiaba, ya no tenía aire. Abría la boca, buscando aire, cerraba los ojos recordando.

Solo recordándolo.

Cuando escuchó su nombre, abrió los ojos, ahora rojos.

stay alive (for me) [español]Where stories live. Discover now