VI

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A pesar de aquel diecinueve de mayo, donde me encontré en lo más alto y luego en lo más bajo, seguí adelante. Transcurrió un año y medio hasta que pude usar las muletas. ¡Muletas! Dejé aparcada la silla de ruedas. Era lo más lejos que había llegado. Ya no necesitaba ayuda más que para cosas puntuales. Que mis pies pisaran el suelo fue una de las sensaciones más placenteras que hubiera vivido. Era como volver a descubrir el mundo. Algunos se dedicaban a llamarme de broma como «el renacido».

En ese tiempo mi relación con mi madre mejoró, aunque con mi padre era más o menos igual. David seguía siendo mi mejor amigo y Claudia... no quería ni pensar en qué era ella. Nuestra relación era un recuerdo que se había desvanecido como el humo. Por mucho que lo intentara no podía olvidarla, ella formaba parte de mi soporte. Era como una de las muletas en las que me apoyaba.

Desde hacía semanas había empezado a darme cuenta de cosas, mis limitaciones me habían vuelto más observador. No supe si era por pura paranoia o porque realmente estaba sucediendo algo, pero la forma en la que se miraban David y Claudia no me pasó desapercibida. Esas señales llegaron a irritarme tanto que una noche explotamos.

Los padres de David se habían marchado durante unos días a Valencia y teníamos la casa para nosotros solos. David nos invitó a Claudia y a mí. Me extrañó que no llamara a algunos amigos más, pero simplemente dijo que quería pasar una noche tranquila, sin demasiados sobresaltos. Pedimos unas pizzas y después nos sentamos en su habitación haciendo una especie de círculo.

—¿Qué tal si jugamos al "yo nunca"? —preguntó David.

Yo me encogí de hombros y Claudia asintió. Nos sirvió en un vaso de vodka con lima a cada uno.

—Bien... —empezó él—. Yo nunca me he tirado un pedo vaginal en medio de un acto sexual.

—Eres un capullo, David.

La única que bebió fue ella mientras le lanzaba una fingida mirada de odio. Aquello me extrañó, sabía que ellos tenían confianza, pero no tanta.

—A mí nunca se me ha puesto dura en clase pensando en una profesora. —Claudia quería vengarse de David. A este no le quedó más remedio que beber. Eso solo me inquietó aún más, no sabía que ellos hablaran de esas cosas. Mucho menos a mis espaldas.

—Yo nunca he soñado que me tiraba a la novia de mi mejor amigo —dije a traición cuando fue mi turno.

Los incomodé bastante. La única novia que había tenido fue Claudia. David me lanzó una mirada áspera y tomó un trago.

—¿En serio? —preguntó Claudia.

—¿Qué? Estás muy buena.

—Qué tonto —respondió, negando con la cabeza.

Me sentí muy violento por la situación, con ganas de irme. Estaba claro que entre los dos ocurría algo.

El juego siguió adelante y las preguntas se hicieron cada vez con más maldad, el alcohol en la sangre comenzó a alterarnos.

—Nunca me he pajeado pensando en la novia de un amigo —continué yo.

David me clavó los ojos con una expresión cargada de odio.

—Paso de este juego —respondió con un gesto brusco—. ¿Qué tal si jugamos a los dados? —sugirió, mirándome con desafío.

Claudia trató de apaciguar la situación.

—Eso sería muy bruto. Somos amigos.

—Hagámoslo suave. Besos, caricias, tampoco hay que llegar más allá.

—Ya basta, David —lo reprendió.

—Si lo estás deseando —intervine—. ¿Crees que no me he dado cuenta? Se nota que te gusta, no finjas que no quieres jugar. Te gustaría besarlo, ¿no? Ya me voy para que puedas chupársela. —Fueron las palabras más claras que me salieron tras el coma.

Me levanté como pude, humillado y torpe. Tardé demasiado, unos segundos infinitos con un silencio cargado de miradas insoportables.

—Eres un gilipollas —me soltó David.

—Vete a la mierda —le respondí mientras salía de la habitación.

—¡Daniel! —me llamó Claudia.

—Deja que se vaya —le dijo David a Claudia.

Ella no le hizo caso, me siguió hasta que llegamos a la puerta principal.

—Daniel...

—Déjame en paz —le espeté nervioso, sin atinar a abrir la puerta.

—Daniel, te estás comportando como un imbécil.

—¿Y qué coño tengo que hacer? ¿Soportar un secreto a voces? ¿Ver cómo os liais delante de mí? ¡Nunca fuiste capaz de decirme que habíamos terminado! —le grité furioso.

—Si te lo hubiera dicho te habrías hundido —trató de justificarse.

—Solo quería una respuesta, una maldita respuesta. ¡Sí! ¡No! ¡No es tan difícil!

Conseguí abrir y salí a la calle, Claudia vino tras mis pasos. El lugar estaba vacío y hacía frío.

—Estabas muy mal, no te habría hecho ningún bien. Quería ayudarte pero tú... —de su boca escapó una nube de vaho— siempre estás compadeciéndote de ti mismo a pesar de lo mucho que has mejorado.

—¡No sabes lo que es tener esta clase de limitación! Todo lo que mejore es poco. ¡Nunca volveré a ser el de antes!

—Tú eres el que no sabe nada, de las cosas que me he negado por ti. De las veces que he mostrado buena cara a pesar de estar en la mierda por dentro. ¡Pasaron once meses para todos! No sabes qué es la espera. El no saber si algún día ibas a despertar. —Hizo una breve pausa. Todavía hoy dudo de si sus ojos trémulos eran por rabia o porque iba a llorar—. ¡He estado ahí para ti siempre que lo has necesitado! He soportado tus silencios y tus nos constantes. Mientras yo te apoyaba a ti, David me apoyó a mí. Me lleva gustando desde hace un año, ¡pero no estamos juntos! ¿Sabes por qué? Porque estábamos esperando el maldito momento en el que pudieras valerte por ti mismo.

—Lo esperas a él pero no pudiste esperarme a mí. Dejaste de quererme por lo que soy. Un puto inválido. —Le lancé las muletas sin querer darle.

—No, dejé de quererte por el gilipollas en el que te has convertido. Para mí Daniel murió en el accidente. —Sus palabras chocaron en mi cráneo, me rompieron por dentro. Ella debió de darse cuenta de que se había pasado porque tenía el rostro consternado y susurró—: Lo siento. No quería... Lo siento.

Nos miramos unos segundos y decidí seguir adelante, darle la espalda. No quería saber nada más de ella.

—Yo también lo siento —murmuré. Entonces me percaté de que las muletas estaban en el suelo.

Esa noche perdí a mi mejor amigo y a mi primer amor, pero me sostenía con mis propias piernas.


FIN 

***

Nota de la autora:

¡Hola! Espero que hayáis disfrutado de este relato y os animéis a compartir vuestras impresiones. Me encantaría conocerlas. Si os ha gustado, en mi perfil encontraréis una novela de estilo similar a esta historia, se titula Al otro lado del cielo gris.

¡Muchas gracias y un saludo!

Recuerdos de humoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora