Parte 73

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No estuve ni un minuto a solas con Diego en toda la mañana. Cuando salimos de clase Julián lo estaba esperando a la vuelta de la esquina. Llevaba unos pantalones azul eléctrico y una cazadora gris claro. Su flequillo rubio formaba un turgente tupé. Me saludó con dos besos fríos. La animosidad era mutua. Sin embargo ambos hicimos el esfuerzo por Diego.

Total, que entre unas cosas y otras mi amigo no me pudo contar absolutamente nada sobre sus avances, ni yo le mencioné el altercado que había sufrido Rafa.


Llegué a casa y lo encontré levantado, haciendo la comida.

—¿No deberías estar en la cama? —Pregunté, quitándome el abrigo y lanzando la mochila a un rincón.

—Me encuentro mucho mejor. —Repuso, removiendo el contenido de una cazuela. Se había puesto unos vaqueros estrechos de color negro y una camiseta blanca. Iba en calcetines.

Sus movimientos eran definitivamente más ágiles que el día anterior.

—Te he comprado esto. —Saqué de la mochila una cajita de cartón—. Pomada de arnica. —Había entrado en una parafarmacia al regresar del instituto.

—¿Para qué es?

—Para los moratones.

—Nunca me he echado nada. —Me miró con los ojos entrecerrados, como si estuviese exagerando.

—Así notarás más la mejoría. —Dije alegremente, y le ayudé a terminar los macarrones que estaba haciendo.


Mientras él se echaba la siesta aproveché para llamar a mi madre. Apareció en la pantalla de Skype vestida con un Sari amarillo y el Bindi en mitad de la frente. Camaleónica era un rato.


Tan pronto como constató que todo marchaba bien por casa, empezó un interminable monólogo sobre lo increíble que era la India, la amabilidad de la gente y el reconocimiento que hacían a su trabajo. Me alegré por ella. Su labor humanitaria no había sido tan bien recibida en otros países, que habían visto la intromisión de voluntarios occidentales como una ofensa.


Estuvo hablando durante casi una hora. Cuando por fin desconecté el programa me dolía la cabeza, así que fui a pasear con Bruno para despejarme.


Rafa estaba sentado en el sofá con cara de tremendo aburrimiento cuando volví. Se le encendieron los ojos cuando me vio.

—¿Tienes planes para lo que queda de tarde? —Preguntó, y yo sacudí la cabeza—. ¿Hacemos maratón de telebasura?

—Mejor de pelis. —Propuse.

—Voy a bajar a comprar provisiones. —Se levantó y fue a la entrada a coger la cazadora.

—Ey, no tan rápido. Estás convaleciente. —Le señalé mientras intentaba evitar que saliese por la puerta.

—No estoy inválido. —Dijo con voz cansina—. Vuelvo en seguida.


No me quedó más remedio que aguantarme.

Fui a buscar el disco duro y a conectarlo al puerto USB de la tele. Me quité las zapatillas y me senté en el sofá. La pomada de arnica estaba sobre la mesa, y el prospecto al lado. Abrí el tapón y descubrí que aún tenía puesto el precinto.


Rafa regresó en menos de diez minutos con una enorme bolsa de Frutos Secos El Rincón. Esas tiendas eran como setas en Zaragoza, crecían en cada esquina.

—¿Qué vamos a ver? —Preguntó, sentándose a mi lado.

—¿Te has dado la pomada?

—Paso de esas mariconadas.

—Esta mariconada me ha costado doce euros. —La agité en el aire, y después se la tendí—. Dátela.

Me la cogió de las manos.

—Luego. —Dijo, arrojándola de nuevo a la mesita.

—Rafael, haz el favor. —Me crucé de brazos. Me estaba poniendo de muy mala leche.

—Te estás poniendo en plan madre menopáusica. —Se cruzó de brazos también.

—Y tú te comportas como un crío de diez años.

—¿A qué tanta insistencia? —Me miró con ojos inquisitivos. Después de unos instantes de meditación algo perverso brilló en su expresión—. La acepto si me la das tú. Masaje incluido.

—¿Qué chorrada es esa? —Reí. Lo peor de todo es que la idea no me pareció tan mala, no me importaba en absoluto aplicársela—. Ya te he visto vomitar, esto no será tan desagradable.

—Puede que incluso te guste. —Dijo, sacándose la camiseta por la cabeza en un sólo movimiento.


Flexionó la tripa y se le marcaron ligeramente los abdominales. Tenía el pecho perfectamente liso. Sólo tenía una fina línea de vello oscuro bajo el ombligo que se adentraba en sus pantalones. Tragué. Entonces reparé en las enormes zonas amoratadas que surcaban sus lumbares y se me fue toda la tontería.


>>> No pensaba publicar hoy... pero es San Valentín!! ¿Cómo no iba a hacerlo? Espero que os haya gustado el capi. Si aprendo cómo se hace, el próximo será privado para seguidoras. Besitosss!! <<<

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