2.- ¿Esta es la sorpresa?

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Juliet.

Ya iba con la mitad de la botella, y todavía el alcohol no hacia efecto en mi sistema. Esto es fatal, no sé que pasa conmigo cuando bebo, siempre me tomó la botella entera y no me pasa nada.

—¿No crees que ya es suficiente Juliet? —habló una voz a mi espalda.

Me di la vuelta para encararlo.

—Que te den Jason —le saqué el dedo del medio y me volví en mi asiento.

—Creó que la chica esperma no pródigo, a tenido un mal día —se burló y se sentó a mi lado.

Si, Jason sabía toda mi historia, y como lo sabe, mis padres lo han puesto al tanto de toda mi vida, al igual que de mi aborto.

—¿Y te importa? —me tomé mi último vaso de vodka.

—No —se encogió de hombros con una sonrisa.

—Entonces para que preguntas, idiota —dejé con fuerza el vaso en la mesa, haciendo que temblara mi brazo.

Fijé mi vista hacia el frente, donde habían muchas botellas de todos los licores existente. Me gustaría tener algo así en mi casa algún día.

—¿Sabes lo odio de ti Juliet? —Lo miré con el ceño fruncido —No te me arrugues, no quiero tener una una pasa por esposa.

Le pegue con mi puño cerrado en el brazo.

—Nunca vuelvas a decir eso Jason ¿Me escuchaste?

—Bueno como te decía, odio que tomes y tomes alcohol y que no tenga efecto en ti —ignoró por completo mi advertencia.

—Ok, ¿algo más que decirme?

—Si, tus padres me mandaron a buscarte, ya sabes la cena y eso —hizo cosas raras con las manos.

—Ni lo sueñes, yo no iré a esa cena, ni amarrada.

20 Minutos después.

—Sácame estas cuerdas de encima, ahora Jason —grité

Voy en el auto de Jason amarrada con una cuerda —literal— por todo mi cuerpo. Nunca debí haberle dicho que no iría amarrada.

Él me había dicho que iba al baño y de pronto sentí que alguien me ponía las cuerdas alrededor de mí y me tomaba como un costal de papas.

—Ni lo sueñes —me imitó

—Eres el ser más despreciado que he conocido en el mundo.

Me moví como una oruga en mi asiento.

—Yo creó que ese lugar lo toman tus padres —me miró y sonrió. Iba a responder cuando volvió a abrir su boca— Ya llegamos.

Estacionó el auto en frente de mi casa y se bajo. Abrió la puerta y me sacó, me colgó en su hombro.

Yo iba pataleando y mordí su espalda.

—Eres una bruta, deja esa fiereza para la noche —soltó una carcajada.

—Bájame ya, inepto, me esta empezando a doler la cabeza —me quejé.

—Pues yo tengo una vista espectacular de tu trasero —lo apretó y me bajo.

No lo pensé dos veces y le pegue en la entrepierna.

—Eres un perra sin escrúpulos —habló con voz aguda.

—Dime algo que no sepa — hablé sarcástica— Ahora desátame —ordené.

—Con una condición —trató de reponerse.

Condones Rotos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora