3.- Es la nueva moda.

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Juliet.

Sentía algo mojado y helado correr por mi cara.

Agua.

— ¿Quién es el estúpido que se atreve a despertarme? — me enredé con las sábanas y caí al piso.

Cuando me levanté vi a Mía con un vaso en su mano y su ceño fruncido.

No encontró otra buena manera de vengarse. Aunque es lo único que le sale bien.

—Anoche me dejaste en vergüenza delante la familia Cockcroft ¿sabrás como seré el hazmerreír de mis amigas?

—Bueno si serás el hazmerreír, eso quiere decir que tu íntima amiga Emilia, es una chismosa — me senté en mi cama, espalda a ella.

— ¡Estoy harta de ti Juliet, de tus berrinches, de todo! —gritó.

No hay mañana en que Mía me regañe que yo soy un estorbo para ella y John. Es mejor no haber nacido en esta odiosa familia. Todo lo que me decía era una daga con ácido, que hería en lo mas profundo de mi ser.

— ¡Entonces para que me tuvieron, si sabían que sería un estorbo, tendrían que haberme abortado, así como lo hicieron con mi hijo! —exclamé con lágrimas en mis ojos. Esta es una de la primera vez que le hablo de mi hijo.

Mía me tomó del pelo haciendo que gritara de dolor.

— ¡Escucharme bien niñita, ese pendejo habrías tenido te arruinaría la vida, así como la hiciste con nosotros, agradece que te quitamos un peso de encima!

Me soltó tan fuerte que el vaso de su mano cayó al piso y yo me afirme para —no caer de cara al piso— en los trozos de vidrio.

—Sabes que te odio Mía, odio que seas mi madre, odio esta familia, por lo menos yo sí quería a ese hijo —tomé una sábana y la puse en mis manos. Ardían. Mi cara estaba inundada de lágrimas, todas a causa del rencor, rabia y odio acumulado.

—Yo sabía que mi madre tenía razón, tenía que haberte abortado —me empujó con su pie, haciendo que mi cabeza se golpear fuerte en el mueble de noche.

—Asesina —susurré entre lágrimas.

Ella iba saliendo de mi habitación cuando se detuvo en seco.

— ¿Qué has dicho? —Agarró mi cara bruscamente — ¿¡Que carajos haz dicho!?— me zamarreó.

—Eres una asesina y John también, ustedes mataron a la madre de Bruno — mi vista se tornó borrosa un momento, pero me recompuse de inmediato.

— ¡Quién te lo dijo! —estaba furiosa.

—Bruno —susurré.

Mi cabeza duele.

— ¡Ese mal nacido ha vuelto y abrió la boca más de la cuenta, imbécil, —gritó— ¡Me las pagará!

—Tu le haces daño y yo te hago tu vida miserable — dije entre dientes y el dolor de cabeza se hacia más doloroso.

Como pude, logre ponerme de pie.

— ¿Me estás amenazando? — preguntó con una ceja levantada y brazos cruzados.

—Tómalo como quieras.

Ella dio una carcajada sonora y salió de la habitación.

El dolor de mi cabeza no cesaba y comenzaba a preocuparme. Me metí a la ducha y me bañe, cuando termine me envolví en una toalla y salí.

Tome unos jeans negros, blusa negra y mis converse.

El dolor de cabeza ya no era tan intenso como antes, sólo estaba algo mareada. Y mis manos tenían pequeños cortes. Busque entre mis cajones unos guantes con dedos cortados por la mitad. Me los puse y baje.

Condones Rotos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora