Parte 4: "Desaparecer" (2)

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***

—Con lo que estoy ahorrando podré comprar un auto, de eso estoy seguro.

—¿Sí? —Sonrío indiferente, sin dejar de observar detrás de la ventana.

—Sí. Sería uno que pueda pagar lo justo y necesario, por supuesto. Podría partir los horarios de la universidad y trabajar al mismo tiempo. Ya no quiero ser mecánico. Estoy cansado. Simplemente seguiré estudiando, hasta ver alguna oportunidad. Al fin y al cabo no falta mucho, ¿no? ¿Qué opinas, mi amor?

—¿Ah? —Me giro para verlo, pestañeando tres veces seguidas—. Sí, sí, es una idea perfecta.

—¿Te parece perfecto que siga trabajando como mecánico?

—Si eso quieres, está bien.

Sonrío con inocencia, a lo que él me responde con un suspiro algo enfadado. No comprendo.

—No estás prestándome atención, ¿verdad, amor?

Su voz tan cariñosa me hace ver que he cometido otro error como novia. La culpa nuevamente me embarga. ¿Qué rayos me pasa?

—Sí. Lo siento. Tengo algo de sueño.

—¿Entonces no podremos ir a cenar después?

—Claro que sí, cariño —Giro mi cuerpo completo para tocarle ambas mejillas, viendo la luz amarilla de la calle alumbrando su rostro a través de la ventana—. Claro que sí. Hoy es un día para nosotros y todo saldrá perfecto.

Me sonríe, besándome la palma de la mano derecha.

—Está bien.

El auto se detiene apenas termina de responderme. Veo a través de la ventana de su lado, y me doy cuenta de que estamos en una calle poco concurrida de París. Todo está oscuro, a excepción de las tenues luces amarillas y la oleada de estrellas sobre nosotros. Es un lugar bastante sobrio y rústico.

Miguel y yo salimos del taxi, encaminándonos por en medio del suelo de piedra del callejón. Nos adentramos cada vez más, y el lugar, tan nuevo como acogedor para mí, me va gustando más con cada paso que doy.

Llegamos hasta unas grandes puertas color caoba, abiertas de par en par. Por dentro, hay brillantes luces blancas que alumbran la galería. Es un lugar no tan grande, y algo misterioso. De inmediato me encanta.

—Es aquí, supongo —Le digo a Miguel, sonriente—. ¿Qué hora es?

—Faltan quince minutos para las siete. No está mal.

Me regala otra sonrisa, a la vez que me rodea los hombros con su brazo izquierdo y me lleva hacia dentro de la galería.

Hay personas caminando por doquier. Hay algunas mujeres en jeans, otras con vestido en forma de tubo y algunos hombres, abrazando a aquellas mujeres. Todos tienen una copa de champán en la mano.

El lugar por dentro es más amplio de lo que creía: Paredes blancas, luces blancas, una gran columna blanca en medio separando la galería en dos partes, las tantas fotografías que todavía no logro descubrir están a cada lado. Siento mucha curiosidad.

Nos adentramos hacia el lado izquierdo del lugar atropelladamente, yendo entre las parejas adultas como nosotros. Al ver cada obra, me doy cuenta de lo equivocada que he estado: La temática de la exposición no son las flores, sino las mujeres.

Distintas mujeres realizando distintas actividades, o simplemente, haciendo nada. Mujeres sonriendo, mujeres llorando, mujeres cantando, mujeres bailando... Sólo mujeres siendo ellas mismas, demostradas de la forma más natural existente. Ahora comprendo todo. Son pétalos delicados, pero delicado no significa débil. Las mujeres son tan complejas y tan bellas a la vez que cada parte de ellas queda retratada aquí, en cada fotografía de la exposición.

Di que me odias, por favor (DQMAP #2)Where stories live. Discover now