Parte 6: "El libro"

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Narra Angela:

—... ¡Es que es un hijo de puta! ¡Juro que si Angela no hubiese estado tan aterrada, le hubiese partido la cara!

—¡O me hubieses llamado para ir y matarlo también!

—Ya, por favor, Miguel. No te muevas que el vendaje se moverá.

—Madre... Santo Dios, ¿cómo puedes estar tan tranquila? Tú conociste a ese desgraciado a la perfección, como también sabías lo locamente enamorado que estaba de Angela. No puedes actuar como si nada hubiese sucedido. Ese hombre ha aparecido otra vez en nuestras vidas, involucrando directamente a mi actual novia en la suya.

—Bueno, pues tu actual novia no se encuentra demasiado bien ahora, hijo. Mírala. Deja de gritar, ¿qué no ves que a cualquiera puedes alterar con tu estrepitosa voz? Peor no podría sentirse, ese muchacho le hizo mucho daño.

Siento la mirada de todos apuntando a mi dirección, mas no los veo. Me hago más pequeña en el sillón, abrazando mi abdomen con más fuerza. Me cubro las mejillas con mi negro cabello, intentando ocultarme por completo. Sé que no lo logro: Estoy en la maldita realidad.

—Angela...

—No quiero hablar —Levanto la cabeza—. ¿Puedo quedarme a dormir aquí hoy?

—No hasta que digas algo sobre lo de hoy.

—Lo siento, papá. No estoy de humor. Solo respóndanme: ¿Puedo dormir aquí hoy?

Hay un largo silencio. Mi atención se pierde gran espejo del lado izquierdo de la sala. Todos continúan viéndome.

—Sabes que esta es tu casa, hija —Me dice Elena, regalándome una pequeña sonrisa.

—Pues bien, iré a dormir, estoy cansada.

Me levanto intempestivamente del asiento, dirigiéndome hacia mi habitación e ignorando las demás palabras de mi padre.

Cierro la puerta con fuerza, poniéndole el seguro para que nadie intente verme, ni siquiera Miguel. Todavía con la mente en blanco, me dirijo hacia el pequeño armario caoba que está al lado de la ventana. Cojo una de los dos pijamas que compré hace mucho para cuando me quedase aquí y me la coloco con rapidez. Cuando acabo, abro la ventana para recibir la noche con el silbido del viento, al igual que el suave movimiento de la cortina. Me siento sobre la cama para apreciar una calle poco concurrida, pero con algunas hojas visitándome. Poniéndome en posición de loto, contemplo el cielo: La luna está brillante; no hay estrellas.

Suspiro. Qué no daría por un dulce café ahora para calmarme. Vuelvo a suspirar. Oh, qué no daría por desaparecer para olvidar.

Quisiera... Quisiera olvidar los buenos momentos que pasé con el ojiverde. Quisiera olvidar esos etéreos momentos que antes bendecía y ahora maldigo. Dicen que nunca es bueno arrepentirse de algo que te hizo sonreír, mas ahora yo lo hago, porque es esa felicidad que sentí la que me condena en el presente. Quisiera simplemente recordar lo malo para olvidar lo bueno poco a poco. En los libros es sencillo. Cuando lloraba por uno era por la opresión que sentía en el pecho al ver al pobre personaje sufriendo al no saber qué hacer; simplemente uno desea introducirse a las páginas de manera salvaje y, sin pedir permiso, decirle qué hacer. Al escribir esa sensación se intensifica. Y ahora, al vivirlo en carne propia, se ha intensificado de una manera que no podría describir ni con las mejores palabras.

Tal vez ese ha sido mi destino todo este tiempo: Torturarme por haber querido olvidar esos bonitos momentos gracias al arrepentimiento durante estos cinco años. Si no es eso, ¿qué es? Alguien que me lea, ¿podría decírmelo?

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⏰ Última atualização: May 22, 2017 ⏰

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Di que me odias, por favor (DQMAP #2)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora