D.o.r.m.i.d.a

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Desde el suelo surgían varios tallos a mi alrededor, mi cuerpo estaba rígido, al intentar moverme sentía como si un bloque de concreto se presionara sobre mi piel. Los tallos se alzaban hasta la altura de mis rodillas, la luz que provenía desde el techo parecía acelerar su crecimiento. Mis ojos podían ver la estructura de una vieja estación, era un baldío en donde al parecer florecerían una gran cantidad de hierbas. No recordaba como había llegado ahí, el lugar me era extraño, el silencio era tal que podía sentir la tierra crujir y las hierbas deslizándose.

Observé con atención su movimiento, me estaban enredando las piernas, presionaban levemente mientras seguían creciendo. No podía moverme, no podía liberarme, mi boca tampoco respondía a mis peticiones. solo podía observar. Vi como ascendían por mis piernas, presionando cada vez con más fuerza, sujetando mis brazos y privando a mi cuerpo de cualquier libertad.

Realmente no me interesaba, no me importaba aquella presión, deseaba que continuara mi curiosidad quería descubrir el final del camino. Mi cabeza fue envuelta en tallos hasta que finalmente, solo mis ojos parecían libres de las lianas que ahora me envolvían. No podía sentir aquel aroma de hierbas silvestres, que usualmente debería haber invadido mis fosas nasales, tampoco podía sentir ruidos tan comunes como el viento.

Mi mente comenzó a formularse una idea clara, era un sueño, pero por lo que más quisiera debía borrar aquella idea de la cabeza. No era bueno descubrir que estaba soñando, porque si lo percibían, esas voces podían convertir todo en un infierno. Traté de cerrar mis ojos, pero ahora no respondían, solo podía mirar hacia delante, donde varias lianas habían cubierto de verde el oxido de la estructura.

Instintivamente me aferré a la idea de que pronto despertaría, de que estaba a punto de terminar. Grave error, al hacerlo las lianas comenzaron a cortarse y caer, pero cuando lo hacían se convertían en horribles gusanos y escolopendras. Intentar sacudirme era en vano, los insectos me recorrían con lentitud mientras que mi cuerpo se encontraba rígido. Comencé a sentir como escarbaban en mi piel, se adentraban en mi interior, un coro comenzó a cantar a lo lejos. Mis entrañas eran revueltas por aquellos parásitos sin que yo pudiera defenderme y las voces se alegraban de mi sufrimiento.

Desde el interior, los insectos comenzaron a emerger nuevamente, desgarrando mi piel. Abrían profundos agujeros para salir y volvían a adentrarse por otro rincón. Mi cuerpo comenzaba a doler, la sangre empezó a fluir como una sustancia viscosa que acompañaba a los incesantes atacantes. No podía gritar, tampoco llorar, el dolor agudo se incrementaba y solo podía resistirlo lo mejor posible. El coro comenzó una melodía conocida, me sentía destruida, mi abdomen se abrió dejando caer una enorme cantidad de insectos. Como plomo mi cuerpo se desmoronó y mis ojos comenzaron a cerrarse, mientras el sonido de su canto se extinguía lentamente.

Abrí los ojos horrorizada, descubriendo que estaba en mi cama. Revisé repetidas veces los rincones, no quería que otro insecto se apareciera ese día. No había nada, era mi casa, estaba despierta otra vez. Observé el reloj, solo había pasado una hora desde que mis ojos se cerraron, el sudor frío me recorría. Comencé a temblar, las imágenes de aquel sueño me atacaban a cada parpadeo, me levanté temblorosa y me dirigí al baño. Dudé en abrir la ducha, temía que volvieran a atacarme, lo hice despacio. Tardé una eternidad en dar la primer vuelta, pero solo caía agua, traté de relajarme y aguantar las nauseas. Me desvestí y empecé a lavarme, me sentía sucia, no quería volver a dormirme.

VocesWhere stories live. Discover now