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No quería hacer ningún movimiento brusco luego de aquel sueño, aún sentía mi piel adolorida y mis mejillas húmedas. Traté de calmarme observando el techo, tenía la esperanza de que aquello me ayudara, miré a mi alrededor unas cuantas veces. No quería encontrarme sumida en un sueño, pero estaba despierta, con los ojos abiertos y casi sin parpadear. Nerviosa, temblorosa y angustiada, miré la hora, era temprano pero seguramente alguien me podía dar una mano. 

Prendí mi celular, ingresé a esa cuenta que usaba para comunicarme con extraños, suspiré y rogué que él estuviera conectado. Al parecer, la lluvia ayudaba a que mis ruegos fuesen correspondidos, ahí estaba. Con aquella luz verde que indicaba que le podía hablar, no me importaba que su nombre no fuera real, que sus palabras fueran solo un discurso escrito. Lo necesitaba, a él y a sus palabras, su compañía. Podemos decir que se llama León, o ese es el nombre con el cual se presenta, tiene una vida bastante agitada aunque parece darme un lugar y eso suele atraerme. Agradarme y disgustarme al mismo tiempo, quizás solo soy una molestia, o quizás fuese algo más. De todas formas, mi egoísmo me animaba a hablarle, a contarle y desahogarme.

"-Tuve una pesadilla...

-¿Otra más? A veces es preocupante que no puedas dormir en paz.

-Descuida, es solo, la medicación o eso quiero creer.

-Parece que solo empeoraras, aunque al menos, tienes algo de tranquilidad cuando estás despierta.

-Necesito, hablar, ya sabes...

-Adelante, estoy para ayudar.
Visto 5:47"

Hablamos por unas horas, me desahogué con él, le conté cada detalle del sueño sin ser interrumpida. Me comprendía, trataba de encontrarle algún sentido, a pesar de que no tuviera uno claro. De cierta forma, aquella charla virtual me ayudó a recuperar mi humor, comenzamos a tratar diversos temas en cuestión de minutos. Era interesante poder confiar en alguien, alguien a quien quizás nunca conociera, alguien que jamás podría ayudar de otra forma.

Luego de desconectarse, me levanté, me dirigí al baño y comencé a lavarme más tranquila. Al ver la lluvia por la pequeña ventanilla, comencé a imaginar si todos podrían estar a gusto, aquel clima podía ayudar o perjudicar a otros. Quizás lo que mis sueños trataban de advertirme, no se relacionaba con mi propio sufrimiento,  al menos León lo había interpretado de esa forma. Mi cabeza seguía pensando en aquello incluso al tomar el desayuno, no entendía mi propio énfasis en perseguir un significado que no existía.

Mi celular recibió una notificación nueva, era Nahuel como siempre preguntando si había dormido bien, si seguía mi alimentación, a veces detesto que se preocupe tanto. Es aquella sensación de asco que me suele dar, asco de mis problemas, de ser una carga que solo aumenta su peso. No deseo que se preocupen por mí y a la vez me sentiría vacía si cayera en el olvido, soy egoísta y a la vez tan parasitaria. Mi humor suele jugarme malas pasadas, mi respiración suele agitarse de golpe, mi cuerpo puede no responderme. Pero me obligo a torturar a dos personas que solo quieren ser felices, lo odio pero ese odio tiene un sabor dulce, salado y amargo al mismo tiempo.

Intenté volver a la realidad, responder con tranquilidad omitiendo los detalles, ¿Por qué era tan cobarde con alguien que quizás podría brindarme la ayuda necesaria? Simplemente me encogí de hombros ante mi propia pregunta, necesitaba avanzar con mi día, no podía darme el lujo de perder más tiempo con mis propios pensamientos.

VocesWhere stories live. Discover now