• t r e c e •

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s i l e n c i o

Llegó con el cabello corto de nuevo, una camiseta negra, el pantalón del uniforme, y ojeras bajo los ojos, ocultos tras el par de anteojos de pasta cuadrada.

— ¿Te sientes bien?

—No.

Kentin suspiró, y decidió tomar el riesgo: la abrazó. Jordan hizo lo que jamás se hubiera esperado; se escondió en su pecho, y lo abrazó aún más fuerte.

Se conmovió, y le regresó el apretón, apoyando la barbilla sobre la cabeza de ella. En ese momento, se dio cuenta de lo pequeña que era la rubia, siempre tan imponente, tan fuerte, tan estable. A veces olvidaba que, al fin y al cabo seguía siendo solo una chica, una humana.

— ¿Qué te pasó?

Eso era más de lo que podía esperar, porque Jordan ya no respondió.

Después de separarse, le dio la espalda y se retiró a su aula de clases.

No volvieron a hablar el resto de la semana.

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