Capítulo 15

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Al cabo de unas horas, Sila preguntó:

—¿Cuál es el siguiente reino?

—Sudys –contestó Sila. Todos nos estremecimos.

En Gring, Su significa sin y Dys cara, por lo que Sudys significa "Sin cara".

—¿Y qué más sabes? –pregunté yo.

—Tienen un sistema político muy extraño. No se toman decisiones sin el permiso del pueblo, por lo que es una democracia. Sin embargo, el líder, que no recuerdo qué nombre recibía, parece tener el poder absoluto en algunas cosas. Una de ellas es que ningún habitante de Sudys puede mostrar su cara. Todos llevan unas telas que diseñamos en Liviarus. Están diseñadas de tal forma que puedas ver a la perfección lo que hay a tu alrededor, pero los demás no puedan verte. En su lugar ven un velo negro.

—Pero... ¿y en sus casas? ¿No pueden quitarse el velo allí? –preguntó Voron. '

—No. Las ciudades de Sudys tienen muchísima seguridad y si ven a alguien que se quita el velo, la pena es de muerte.

—Entonces... ¿Nunca han visto el rostro de sus amigos, ni de sus familiares...? –preguntó Laver.

Meryse adoptó una mueca de profunda tristeza.

—Ni si quiera se han visto a ellos mismos.

En cuanto a tecnología y estructura, la capital de Sudys era bastante parecida a mi ciudad natal, así que me sentí como en casa. Pero al ver a la gente con aquel deprimente velo negro encima, se desvaneció el sentimiento.

Por aquellas calles también resultaba extraño nuestro carromato, así que la gente nos miraba sin cesar.

Llegamos a una casa bastante grande, aunque no lo suficiente como para ser un castillo. Llamamos a la puerta y tanto Meryse como yo casi pegamos un salto por el susto que nos dio una mujer vestida de negro con un velo muy oscuro tapándole la cara.

—¿Deseaban algo? –preguntó con un deje de sorpresa en su voz.

—Hablar con el dirigente del reino –contesté–. Es de suma importancia.

La mujer nos permitió pasar y la seguimos por unos pasillos hasta que llegamos a un despacho. La mujer llamó a la puerta con un respeto considerable.

—Señor... vienen a hablar con usted —dijo haciendo una reverencia cuando una voz nos invitó a pasar.

—Puede irse –respondió el hombre que estaba sentado tras el escritorio. No tenía la cara tapada.

La mujer hizo otra reverencia y se fue sin darle la espalda ni una vez

—¿Turistas perdidas? –preguntó el hombre.

—No exactamente. Meryse, tú eres capaz de explicar todo el tema sin que suene como una...

Ella asintió y le contó toda la historia.

—Así que... —concluyó el hombre–. Quieres que de té hombres.

—Quiero un ejército –dije apoyando las manos sobre la mesa con fuerza.

—Deme una cifra –contestó el hombre tras permanecer en silencio durante varios segundos— y hablaremos.

—Mil.

—¿Se da cuenta de que somos uno de los reinos con ejércitos más escasos? –respondió aparentemente calmado.

—Por eso son mil.

Tenía los ojos clavados en mí.

—¿Sabe que yo no tomo esta decisión?

—Lo sé. Me gustaría hablar delante de su pueblo –Estuve unos segundos sin recibir respuesta, hasta que pregunté—: ¿Por qué se supone que llevan velo?

Heredera #1Where stories live. Discover now