Salí de la casa y justo afuera estaba Guido apoyado en su motocicleta.
- La verdad es que estaba seguro que ni me ibas a responder.-Sonrió de lado mirandome fijamente.- _____ cambia ya de cara.-Se levantó y comenzó a rodearme.- Estás insoportable.-Dijo detrás de mi.- ¿Sabes que hay que hacer en estos casos?.-Sentí su respiración en mi oído.-Nada.-Susurró.
- ¿Osea?.-Sonreí al fin.
- Ven sube.-Se subió primero él y se puso el casco luego subí yo.-Tu solo desconectate y ya está.-Aceleró y adelantó un autobus.-Finjamos que no vives en Roma y no tienes ningún motivo para poner esa cara de amargada y además no te llamas _____.
- ¿Y como me llamo?.-Comencé a reír.
- Libertad. Y no tienes nada de que preocuparte. ¿Confías en mi?.-Me miró de reojo sonriendo.
- ¿Libertad?.-Saboree la palabra.-Me gusta ese nombre.-Respondí ignorando su pregunta.
El resto del viaje estuvimos en silencio. Cuando llegamos bajamos de la moto y no había que ser tan inteligente como para darse cuenta que estabamos en un cementerio.
- ¡Vaya!.-Dije admirando el paisaje. Habían unas especias de lámparas pequeñas en distintas partes del cementerio y lo hacía ver espeluznante pero lindo a la vez.
- Es el cementerio protestante.-Decía mientras seguía caminando.-Cuando estudiaba en el instituto siempre venía aquí unas cuantas veces que falté a clases.-Se quedó quieto un momento haciendo que casi chocara contra él.-Ven tengo que mostrarte una cosa.-Me tomó de la mano y me guió hasta la tumba de un poeta que nos gustaba.
- No, no sabía que estuviera enterrado en Italia.
- Y hay mas enterrados por allí.-Apunto en la dirección que me había dicho.- ¡oh Dios! No me lo puedo creer, aún está aquí.-Dijo en el instante que vimos pasar a una mujer con algo de ropa en sus brazos.-Verás esa mujer se volvió loca por un engaño amoroso y se vino a vivir a este cementerio.
- Menos mal que me ibas a hacer una inyección de moral sin embargo haz conseguido asustarme.
- La leyenda dice que ha venido aquí porque quería estar cerca de los poetas románticos. Los únicos capaces de entender su sufrimiento.-Comenzamos a caminar de vuelta aunque ahora ibamos por otra dirección pero no le tomé importancia.
- Realmente es bonito. Pero dudo que sea cierto.
- Puede que si, ¿Aún tienes miedo?.
- No.-Sonreí deteniendome al lado de Guido.-¿Que es eso?.-Pregunté viendo algo en la oscuridad que cada vez se iba acercando mas a nosotros.-¡Aaah!.-Grité y luego abracé a Guido.
- Es solo un perro.-Me abrazó fuerte.
- ¡Ayudame!.-Escondí mi rostro en su cuello.
- Tranquila está atado.-Me miró y sonrió. Y no dudé en devolverle el gesto.
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