9. ''London Eye''

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Nada se podía comparar con la majestuosidad que Emma veía ahora ante sus ojos. Una rueda de una tamaño increíblemente grande, se alzaba por encima de ella. Del centro de ella se desprendían hilos delgados, pero al parecer eran resistentes ya que se formaban alrededor una gruesa capa de tubos metálicos y de ellos se desprendían pequeñas capsulas de tamaño mediano de puro cristal. Emma nunca en su vida antigua pudo imaginar como algo así pudo haber sido construido. Ante los ojos de ella, aquélla estructura era una total maravilla.

—Increíble —susurró—. ¿Es seguro? Porque si no lo es no pienso subir.

—Créeme es seguro. No ha habido ningún accidente.

Desde que lograron subir, a Emma le entraron las ganas de bajarse en ese maldito momento. Iban subiendo lentamente a lo que Emma recordó vagamente como es que hace 200 años ella se encontraba en la misma situación cuando salieron al balcón del piso más alto de su palacio para saludar al pueblo. No recordaba el por qué pero si podía sentir como era la misma sensación de vértigo. Aquél balcón de su palacio era muy alto, pero no tanto como lo que tenía al frente. Respiró profundamente mientras cerraba los ojos durante un momento. Sintió como la mano de Justin se enroscaba con la de ella. Esperó unos segundos más para que pudiera abrir los ojos.

Se maravilló. Tenía todo Londres, Inglaterra frente a sus ojos. Y unos recuerdos llegaron a sus mente. Imaginó como era en la época de 1710, el campo extendiéndose, ella portando un vestido que todo el tiempo se tenía que mantener ajustado. Emma dejó que aquello fluyera, que se desprendiera, ella había dejado de ser la princesa Emma Cowel desde que comenzó sentir algo por Justin. Ahora sólo era Emma. Aquél apellido de su antigua familia había desaparecido. Ella era la única Cowel, pero en estos instantes, al igual que sus recuerdos, dejó ir aquél apellido.

Volvió a ver como era Londres ahora. Tan grande. Tan hermoso. Se veía el color naranja enfrente de sus ojos. Estaba viendo claramente un amanecer. Junto con Justin. Podía ver todo tipo de edificios. Las personas se veían tan pequeñas como una hormiga. Era lo mejor que Emma había visto hasta ahora. Los 2 siglos que pasó en aquella maldición, no eran nada ya. Porque pensó que con Londres a sus píes, ya lo había visto todo.

—Es... precioso —su voz sonaba como un susurró. Estaba impresionada.

—Si. Lo es.

Emma se giró para encontrarse con los ojos de Justin puestos en ella. Ni si quiera él se encontraba mirando lo que Emma vio. Solamente a ella. Pudo sentir que era lo que estaba por venir. En un parpadeo que ella dio, sintió como algo presionaba sus labios. Justin la estaba besando. Se quedaron plantados ahí, en aquél beso. Y Emma pudo recordar como es que ella en varias película había visto escenas como esta. Solamente es que ella nunca pudo imaginar que aquello que le estaba sucediendo era real. Sus labios eran suaves y cálidos. Todo lo que ella imaginó. Su corazón bombeaba, bom bom, bom bom. Nada se comparaba con esto, ni cuando Emma conoció en uno de sus últimos bailes antes de ser convertida en piedra, al príncipe de Francia. El baile que compartió con él había sido lo que Emma, en aquella época consideraba lo mejor que le había pasado. Pero sin duda, el beso que estaba compartiendo con Justin había superado aquél baile que ahora le parecía estúpido y aburrido. Con Justin, Emma no sentía nada de eso. Su corazón daba frenéticos golpes en su pecho y nunca pararon. Tampoco lo hicieron cuando Justin se separó y le regaló una de esas sonrisas que le parecían irresistibles a cualquiera que se cruzara con ella. El increíble paseo había terminado. Al igual que el beso con Justin.

Era incluso mejor de lo que Emma pudo pensar. Londres era maravilloso en todos los sentidos. La comida. Las costumbres. La música. Las personas. Y Justin.

Justin.

Tomaron el café para Justin y el chocolate para Emma que habían adquirido en una tienda que se encontraron mientras caminaban por las calles de Londres. Y desde que bajaron del London Eye Justin no había quitado su mano de la de ella, que le transmitía calor aún cuando hacia un frío que te dejaba el rostro congelado.

The Princess [j.b.]Where stories live. Discover now