10. ''Búsqueda del vestido perfecto''

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Entró a la tienda de Chanel una vez más. Emma había podido convencer a Justin que podía comprar sola. Quería hacer algo por primera vez sin estar acompañada de alguien. Era agradable para ella estar sola por primera vez en su vida de dos siglos. Irónico, lo sabía. Después de que Justin la dejara y le prestara su tarjeta de crédito para que se comprara lo que ella quisiera, Emma consideró si aquello le molestaba o no. Todo lo que veía en aquella tienda, que en poco tiempo se había convertido en su favorita, era algo digno de ver. Emma quería algo que la dejara despampanante, y tal vez, solo tal vez, Justin pudiera volver a besarla.

—¿Buscas algo en específico? —una mujer vestida de negro, rubia y de labios grandes le preguntó.

—Oh, solamente un vestido. Para salir a cenar.

Aquella mujer le dio una mirada de arriba abajo para después sonreírle. Se dio la vuelta y Emma entendió que debía seguirla, así que lo hizo. La vendedora se paró enfrente de un apartado con vestidos cortos de colores obscuros.

—Si necesita algo me llamo Meredith —hizo un gesto con la cabeza y se retiró.

En realidad no habían muchas personas en la tienda, Emma sabía que eran por los precios, y cada mujer que entraba ahí eran altas, rubias o morenas que iban demasiado arregladas para ir de compras. Rebuscó entre aquellos vestidos, ningún color la convencía por completo. Excepto por un vestido tinto. Lo tomó. Era de manga sin hombros. Era de su talla, no había necesidad de que se lo probara, usualmente la ropa de Chanel que Emma compraba, la talla 2 le quedaba muy bien. Justo a su medida. Con una sonrisa satisfecha por haber encontrado el atuendo que usaría el día de hoy, lo tomó y se lo colgó del brazo. Ahora solamente le faltaban unos zapatos. Emma caminó hacia el mostrador para poder pagar con la tarjeta que Justin le había dado.

—¿Lo llevarás? —le dijo otra rubia detrás del mostrador. Emma pensó que aquella mujer se veía mas agradable que la anterior y al parecer estaba contenta de poder vender algo.

—Si —dijo y puso el vestido en el mostrador color blanco.

La mujer pasó el código de barras, levantó el rostro y le dijo el precio. Nada barato. Emma se quedó viendo a la rubia. ¿Cómo es que un maldito vestido costaba tanto? Estaba distraída viéndolo que no vio el precio cuando lo tomó. Dudó. Ella no quería gastar el dinero de Justin, el trabajaba tanto y Emma sabía que ganaba demasiado dinero, ¿pero gastarlo en un vestido? Luego pensó que ella no trabajaba, solamente vivía con Justin, y mientras él trabajaba ella veía la televisión y comía. También añadiendo que Justin le prestaba su tarjeta de crédito para comprar la ropa que ella quisiera, como si todo el dinero del mundo le perteneciera a él. Injusto. A Emma aquello le parecía demasiado injusto. Pero el caso era que ella nunca había trabajado. Era obvio, después de todo fue y es una princesa.

—¿Lo lleva? —le preguntó la mujer al ver como Emma se quedaba en blanco pensando.

Luego contestó sin pensarlo.

—Si.

Salió al aire frío que Londres brindaba en esta época del año. No pensaba en comprarse algún abrigo, Justin le había comprado algunos hace unas semanas. Tomó el camino hacia la derecha, esperando que hubiera alguna tienda de zapatos y esta vez ella elegiría una tienda barata. Ya con aquél vestido, Emma estaba segura que no volvería a comprar más ropa. Ya tenía lo mismo o más que Justin. Frenó en seco al ver una tienda de zapatos. Nine West. Así se llamaba. Entró y tomó el primer par que vio y cuando miró el precio se alegró de que no fueran tan caros. Buscó unos zapatos altos color negro, eran muchos. Pero a Emma le parecía extraño ver como era que la altura de los zapatos aumentaron. Hace dos siglos apenas y tenían lo que ahora le llamaban tacón. Emma vio unos negros de piel en la esquina. Eran de tamaño mediano, era lo mejor que ella pudo encontrar, apenas se estaba enseñando a como caminar con aquellos monstruos. Al final los compró. Emma hubiera podido salir de ahí si no estuviera lloviendo.

—Mierda —susurró enfrente de la entrada de cristal.

Sacó de su bolso aquél celular que nunca usaba y no entendía del todo. Marcó el número de Justin. Esperó, y al segundo pitido el contestó.

—Emma—contestó con voz alegre.

—Justin... hum... está lloviendo por acá. He terminado de comprar. ¿Podrías venir?

—¿Dónde estas?

—5 tiendas debajo de dónde me dejaste.

—En 15 minutos llego.

Emma pudo escuchar el tintineo de las llaves del auto de Justin. Sonrió y colgó. Se sentó en uno de los sillones color rosa de aquella tienda. Dejando a un lado ambas bolsas alado de ella. Personas caminaban mas rápido a causa de la lluvia, algunos se tapaban con sus bolsos, algunos con suerte traían paraguas y podían caminar libremente por la calle, sin prisas como la mayoría. Cuando Emma era la princesa de la Inglaterra, cuando llovía, tenía estrictamente prohibido salir a los jardines. La Reina Elara consideraba que aquello era una falta moral para alguien de la realeza. Así que Emma realmente nunca había caminado bajo la lluvia y lo hubiera hecho ahora si no trajera la bolsa con aquél precioso vestido.

Y tal como dijo Justin en 15 minutos su Mercedes negro estaba afuera de la tienda. Emma se levantó, tomó las bolsas y salió a la lluvia. A ella le hubiera gustado sentirla un poco mas, pero el auto deportivo de Justin estaba obstruyendo el paso de los demás autos que se metió rápido en el. Le sorprendió como es que al momento de dejar las bolsas en los asientos traseros, Justin se acercó y le besó la mejilla.

—¿Encontraste lo que querías? —le preguntó y puso en marcha su auto.

—Por supuesto —luego rió nerviosamente y se acomodó su cabello detrás de la oreja—. Creo que gaste mucho de tu dinero —le dijo en una voz tímida.

—Está bien. Sabes que puedo permitírmelo.

—De nuevo con eso —le dijo frunciendo el ceño—. No gastaré tu dinero, Justin. Lo digo en serio. Creo que tengo que conseguirme un trabajo.

Justin la miró como si no diera crédito a lo que Emma le acababa de decir. No era posible, ella nunca se había preparado ni tampoco estudiado.

—¿Qué? Tú no trabajarás, Emma. Es mi última palabra.

Ella soltó y gemido de queja.

—¿Por qué? No quiero gastar mas tu dinero. Es suficiente. Quiero trabajar —le dijo con voz firme.

—No Emma, no trabajarás. No me hagas tomar medidas.

—Trabajaré Justin. No es como que tu pensaras en encerrarme en tu hogar —Emma vio que al momento de terminar lo que dijo, a Justin se le formo una expresión de burla en rostro—. No lo harías.

—Oh, Emma. Se me ocurrirá algo, te lo aseguro. No tientes a la suerte.

—Trabajaré. Es lo último que te digo. No-quiero-gastar-mas-tu-dinero.

Le habló como si se tratara de un bebé. La boca de Justin se formó en una línea. Estaba molesto.

—Emma, ¿sabes cuánto dinero gano acaso?

Aquello la desconcertó por completo.

—¿Por qué querría saber cuanto dinero ganas? No me interesa Justin, lo sabes.

—Pues deberías saber que es mucho. El museo no es a lo único que me dedico. Soy bueno en los negocios, Emma. Tanto, que el dinero que gano no es problema cuando lo gastas. Y de una vez te digo, no trabajarás. No me hagas enojar en este día Emma. Ya. Fin de la discusión.

—No estábamos discutiendo —se cruzó de brazos.

—Emma —le advirtió y ella se calló la boca.

Que hombre por Dios. Tan terco. Era la primera vez que discutían y por algo tan estúpido. Emma pensó que lo mejor era no discutir de esto ahora. No cuando estaban a unas horas de salir juntos a cenar. Tal vez mañana, cuando Justin estuviera mas tranquilo, Emma le soltaría la bomba sobre la insistencia de querer trabajar, en lo que fuera. Pero por ahora, Emma solamente se centraría en poder lucir aquél vestido que moría por probarse y aún mas moría de ganas de que Justin se lo viera en unas pocas horas.

The Princess [j.b.]Where stories live. Discover now