CAPÍTULO 13

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Entró contenta en la casa, se sentía bien después de la conversación con Sidonie. Le alegraba importarle a alguien, hacía mucho que eso no pasaba.
Le sorprendió un delicioso olor a huevos fritos con bacon. ¿Quién estaría cocinando? Se asomó a la cocina Edelstein, y Pierre estaban sentados a ambos extremos de la mesa, compartiendo un suculento desayuno y charlando animosamente.

-¡Ziegler! -exclamó el sargento, parecía tranquilo en ese momento- hoy tengo el día libre y Adolf y Stefan siguen de fiesta -¿Müller y Betten, tal vez?- la han continuado en casa de Hirsch. El es Pierre, el nuevo cocinero, a partir de ahora no cocinarás. Realiza tus tareas y cuando nos retiremos come algo, te hemos guardado parte en la nevera. -Su tono era suave y tenía una sonrisa de aspecto amable en el rostro.

Tal vez ya hubiera hablado con Sidonie y aquello había funcionado realmente, como ella dijo que haría.

-Acabas de ser muy simpático -Pierre arqueó las cejas.

-Anoche hablé con mi hermana, me hizo darme cuenta de lo idiota que he sido últimamente y he decidido cambiar. -Suspiró- ¿Qué sería de mí sin ella? es como mi madre.

-Dime, Ali, ¿La criada te gusta?

-¡¡Pues claro que no!! -exclamó golpeando violentamente la mesa con la mano, su color era de pronto magenta.

-No me puedes mentir -en el rostro de Pierre había una sonrisa pícara- tus ojos brillan cuando la miras, lo vi ayer, y tú reacción de ahora mismo lo confirma.

Edelstein frunció el ceño contrariado. Había intentado engañar a Pierre pero durante todo ese tiempo también se había estado engañando a sí mismo, protegiéndose con una coraza de violencia y odio.

-Franceses de mierda... -gruñó- sí, me gusta, creo que desde el primer momento, pero he sido un completo gilipollas.

-Sí lo has sido, lo eres desde que nos conocimos -dejó escapar una pequeña risa- pero todavía puedes invertirlo. Ella siente curiosidad por ti, habla con ella, todo depende de ti.

-¿Ahora? -preguntó el sargento levantándose.

Pierre asintió en silencio y señaló la puerta. Edelstein lo miró titubeante antes de cruzar el marco y su amigo le indicó que sonriera. Obedeció y se sintió de pronto liberado, necesitaba sonreír más a menudo, la sensación era muy agradable.
Recorrió la casa en busca de Liza Ziegler y la encontró en su habitación, estaba haciendo su cama con una regla para comprobar la exactitud.

De pronto se odió a sí mismo, él era el causante de aquello. Al verle, en el rostro de ella se dibujó una expresión de horror. Se detestó a si mismo todavía más, tan egoísta como había sido, solo había logrado darle miedo. Ella lo veía como un monstruo.

-No tengas miedo -dijo en voz baja pero clara- no hace falta que utilices una regla, no te voy a hacer nada. De hecho solo vengo a disculparme contigo, creo que me he portado, mal muy mal, y de verdad que lo siento. -Bajó la mirada -sé que es pedirte demasiado, pero me gustaría que me dieras la oportunidad de demostrarte que no soy malo. Nada más, sin compromisos.

Gretel se quedó mirando al sargento con incredulidad, pensaba que al oírle decir eso se alegraría pero estaba furiosa. La había tratado mal durante mucho tiempo y ahora se le antojaba ser bueno. No podía consentirlo, se debía imponer, no era una muñeca con la que jugar.

-¿Sabes que te digo, Edelstein? -el miedo había desaparecido y se había venido muy arriba, era ella la que necesitaba resultar intimidante en ese momento- que eres un auténtico capullo y no vas a poder jugar más conmigo. Lo único que te concedo es que te olvides de mí, a partir de ahora es como si no existiera.

Acto seguido salió de la habitación, pegando un portazo y dejando al sargento boquiabierto y sin palabras. Se tumbó en la cama recién hecha, no le importaba deshacerla, la pondría bien después, y se quedó mirando fijamente al techo intentando no pensar en nada. Hacerlo sería mucho peor.
Minutos después, Pierre se asomó a la habitación.

-Ven, por favor -murmuró Edelstein. Pierre se tumbó a su lado.

-Un nazi y un judío juntos en una cama -murmuró, y ambos rieron. Pierre siempre conseguía sacar una sonrisa al que más triste estuviera.-¿Que diría Hermann Göring de esto?

-Me ha mandado a la mierda...

-¿Göring?

-¡Pues claro que no, idiota! Liza Ziegler.

-Es solo un pronto, ya verás como se le acabará pasando.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Conozco bien la naturaleza humana, y si me equivoco... ¡Siempre nos quedará el recuerdo de Múnich!

Ambos suspiraron recordando sus tiempos en el Schloss Neubeuern Gymnasium de Múnich, cuando la guerra se veía como algo lejano, casi imposible y ambos eran libres.
Cuando salían los sábados de fiesta y las chicas peleaban por ellos.

Ya nada era igual, Pierre era judío y nadie quería los judíos. Y Edelstein... Él ya no era el de antes, todo su entorno lo había vuelto completamente loco.

Sin embargo, el recuerdo de todo aquello les servía, les hacía confiar en que algún día todo volvería a la normalidad.

Hasta entonces... Eso les quedaba.

Zafiros en el barro (Segunda Guerra Mundial)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin