CAPÍTULO 30

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-¡Edelstein, qué sorpresa! Pensaba que estarías de vacaciones -la voz de Hirsch, que en aquel momento se le antojaba sumamente desagradable, se coló por la ventanilla abierta y lo distrajo del volante.

-¡Hirsch! -exclamó fingiendo una sonrisa, desde que Müller hubiera llegado a Bergen-Belsen hacía unos días se sentía en el punto de mira y no quería levantar aún más sospechas. -Estoy de vacaciones, pero me reincorporo en dos días y he preferido venir antes, vengo de casa de Stefan,  me he quedado a dormir allí. Qué alegría coincidir contigo.

Los ojos castaños de Helmut Hirsch lo observaban con admiración y no con esa mezcla de odio e indiferencia propia de todos los soldados de aquel estúpido campo, por lo que supuso que se había creído su historia. Sonrió para sus adentros, había tenido suerte. Aquel soldado, aunque era muy fiel al régimen nunca se había distinguido por tener demasiadas luces.

-¿Y a dónde vas tan temprano? 

-Mi hermana Sidonie viene a la ciudad, tengo que recogerla en la estación, su tren llega a las siete. -había pensado en respuestas para todo, tenía que inventar una historia realmente buena si no quería parecer sospechoso por abandonar el campo a las cinco de la mañana estando de vacaciones.

Conforme se alejaba del campo daba vueltas a la conversación con Helmut, era extraño que no hubiera dicho nada, que no hubiera detectado en él ni un ápice de sospecha, pues jamás se habían llevado especialmente bien y Hirsch era uno de los mejores amigos de Müller. Soltó una carcajada casi imperceptible al pensar en Hirsch y en Adolf juntos, no sabía cómo se habrían juntado, no tenían nada en común. Ambos eran crueles, pero uno era un mero peón y el otro parecía tener una mente privilegiada que solo podía pensar en cómo hacer daño.

Aquello le llevó a preguntarse por las verdaderas intenciones de Müller y sobre cuánto sabría realmente, si hubiera querido meterle en problemas habría hablado ya, a menos que realmente no supiera nada y simplemente quisiera provocar.

Encendió la radio para distraerse, con la suerte de encontrar una emisora clandestina de música swing y suspiró relajado cuando llegó a sus oídos la melodía de Take the A Train. El jazz le ponía de buen humor y eso era justo lo que él necesitaba, hasta Gotinga había unos de 300 km de distancia y hasta Friburgo más de 800.

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Unos brazos fuertes la apresaban con fuerza, impidiendo cualquier forcejeo. Se sentía impotente y tan aterrorizada como aquella fatídica noche en la plaza del lager, su vida estaba en manos de quien la hubiera atrapado y ella no podía hacer nada. No sabía de quién se trataba, ni si era una o varias personas, ni siquiera sabía qué hora era.

Su captor la metió en el maletero de un coche sin revelar su identidad y poco después el vehículo se puso en marcha. Alcanzó a escuchar unas voces, no pudo determinar a quienes pertenecían y deseó con toda su alma que no fuera Adolf, ante él trataba de mostrarse impasible pero la verdad es que le aterrorizaba.

Las horas pasaban, largas y lentas, le dolían la espalda y las articulaciones por la postura y el frío le estaba haciendo sufrir. Estimó que sería noviembre, no podía estar segura pero el tiempo ya era inclemente. Y tras lo que le pareció una eternidad el coche se detuvo, y su captor se bajó para hablar con alguien. Ambas voces le eran familiares pero en su estado no podía ubicarlas.

Se abrió el maletero y la luz de la mañana la deslumbró. Cuando se habituó, pudo distinguir a escasos centímetros de ella el rostro de Edelstein, parecía preocupado. Hacía días que no lo veía, si no se equivocaba, estaba de vacaciones. Le tendió una mano y la ayudó a salir. Al estirarse sintió un intenso dolor que fue seguido automáticamente por un gran alivio. Miró a su alrededor, estaban en un claro en medio de un bosque engullido por la niebla que apenas dejaba ver nada. A escasos metros de ellos una figura menuda y encorvada ya apenas visible se alejaba de ellos con una manera de andar muy particular.

-¿Dónde estamos?¿Qué ocurre?-preguntó presa del pánico, nada de aquello le daba confianza.

Edelstein sonrió con tristeza y ella reparó en que vestido con una chaqueta de franela y un pantalón de lana parecía una persona totalmente diferente.

-En Gotinga, te estoy sacando de Bergen-Belsen.

Zafiros en el barro (Segunda Guerra Mundial)Where stories live. Discover now