¿Por qué la tristeza, princesa?

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Emma estaba enfadada. Primero, Helena, que había pintarrajeado toda la casa.

Segundo, los mellizos, que estaban enfermos y a los que ella tenía que cuidar sin ayuda.

Y tercero, Rupert.

Eso era lo que más le molestaba.

Habían tenido una charla aquella mañana porque era su cumpleaños... Y mientras se suponía que debían estar felices, Rupert se había amargado porque decía que estaba viejo.

Y eso a Emma la molestaba mucho... Por un sencillo motivo.

Rupert creía que era demasiado viejo para estar con Emma, a pesar de que (como ella le había dicho no menos de quince millones de veces) sólo se llevaran dos años.

Y lo peor es que sabía que aún faltaba una charla sobre eso con él, que probablemente acabaría en pelea. Entonces estaba de muy mal humor.

Tal vez fue una suerte para Ryan haber entrado a la cocina con los auriculares mientras Emma estaba enfadada, ya que no le permitieron oír las quejas de su madre. Era difícil prestar atención al mundo que lo rodeaba si se trataba de escuchar a Rubén Darío.

Emma frunció el ceño. Su hijo mayor sacó un vaso y un refresco de la nevera y se sirvió.

Canturreaba el ritmo de la poesía que estaba escuchando.

Al ver a Emma, sonrió. Puso en pausa la reproducción y se acercó a ella.

-Buen día, mamá.-Dijo besando su mejilla con suavidad.-¿Sabes dónde está papá? Es su cumpleaños.

Emma suspiró. No podía estar enfadada con Rupert por mucho tiempo... Además su hijo no tenía la culpa de su enfado.

-Sí, él está... Arriba, en la habitación. Yo que tú, golpearía la puerta antes de entrar...

Ryan asintió y se acomodó los auriculares en las orejas otra vez, para salir de la cocina con su vaso.

Emma suspiró.

No le gustaba regañar a su hija... Menos frente a su novio... Tal vez había exagerado mucho las cosas... O tal vez no...

Lo que fuera, Will había salido de la casa y Helena estaba limpiando arriba.

La castaña se sintió bastante culpable, pero acabó por resignarse a lo que había hecho.

También ella tenía que hablar con Rupert.

Y ella podía entrar sin golpear... Al fin y al cabo, Emma ya lo había visto dormir desnudo.

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Helena refunfuñaba por lo bajo mientras el cepillo de cerdas duras pasaba por la madera de los muebles, limpiando la témpera.

¿Qué mosca había picado a su madre? ¿Desde cuándo era tan cortante?

-Mejor no meterse.-Murmuró para sí misma.

Un ruido la distrajo.

Toc.

Frunció el ceño... Seguramente había sido su imaginación...

Toc.

Otra vez.

Toc, toc, toc. No era el ruido de la puerta... Más bien de la ventana. Pero nadie podría estar tocando la ventana que daba al balcón...

Helena agradeció que le quedaba poco por limpiar y se acercó al balcón.

-Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu cabello.-Gritó Will desde abajo, preparándose para arrojar otra piedra hacia la ventana.

Helena sonrió.

Una rosa falsa [Willena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora