Intervensión

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La mujer de cabello oscuro y ojos claros, recorría la gran mansión Plisetsky cuidando que ninguno de los empleados hiciera algo para enfurecer aún más al temperamental jefe de la familia. El rubio tenía toda la mañana de un humor mucho más horrible de lo normal y se debía a que Jean Jacques Leroy seguía metiéndose en su territorio y arruinando sus negocios; como si fuera poco, había tenido que pagar una buena suma dinero para que los inspectores portuarios no remitieran a las autoridades, un valioso cargamento de armas y drogas que significaba una buena ganancia para el grupo Plisetsky.

De nuevo había sido JJ quién intento sabotear a Yura.

La única razón por la cuál el rubio no le volaba los sesos al irritante canadiense, era gracias a la alianza que tenía con Nikiforov y Feltsman, ellos dos evitaban que Yuri borrara del mapa a JJ con la excusa de que era su socio en América; además, si lo mataba su tregua llegaría a su fin.

Lilia estaba al tanto de todo gracias a Otabek y a Seung, ellos solían informarle de lo que el jefe hacia para que ella estuviera siempre lista para quemar toda posible evidencia de los negocios ilícitos del rubio.

Últimamente agradecía más que antes, enterarse de las malas noticias que cualquiera de los alfas le daban, porque eso le permitía enviar al omega que quería tanto, lejos de la mansión el tiempo suficiente para que Yura se tranquilizara y no desquitara su enojo en él. Para nadie era un secreto que el alfa había desarrollado un horrible gusto por tener a Yuuri a su lado cuando estaba enfadado; incluso los empleados del lugar le sugerían de vez en cuando a Lilia que enviará al omega con el jefe para que éste mejorara un poco su ánimo. La fuerte mujer no toleraba esos comentarios, así que estaba prohibido mencionarlo siquiera.

Lilia reviso el fino reloj que llevaba en la muñeca derecha, faltaban poco más de veinte minutos para que Yura comiera y no había salido de su despacho desde la mañana, eso indicaba que en verdad estaba de mal humor. Suspirando siguió su camino.

En su camino hacia la cocina se encontró con Seung, su cara más seria de lo normal auguraba problemas.

-Yura te llama, Lilia -le dijo posando sus orbes negras en su persona.

-¿Es por Yuuri?

-Creo que sí.

-Bien, gracias, Seung -la mujer se dirigió al despacho que estaba a un lado de la biblioteca.

Cruzó los grandes pasillos de piedra negra mientras los tacones que llevaba resonaban en medio del silencioso lugar, mirando las macetas de bonitas flores y plantas de interior pensó que el omega hacia un buen trabajo cuidándolas. Llegó al gran recibidor que conducía a las habitaciones de los siguientes pisos, paso de largo ignorando la sala de juegos y el comedor que ya jamás se usaba, regaño a unos empleados que holgazaneaban en la sala de estar y girando finalmente a su derecha, llegó a las grandes puertas de caoba que resguardaban el despacho de Yura.

Entró sin anunciarse y espero que el rubio hablara.

-¿Me puedes decir dónde mierda está?

-Cuida tu vocabulario, no seas vulgar -respondió la mujer sin intimidarse ante los furiosos ojos verdes de Yura-. En la mañana salió al mercado y a recoger tus trajes.

-En la mañana, son casi las cuatro -Yura no tenía humor aquel día-. ¿Qué tan difícil es ir por comida, ah?

-Ya que su amo tiene un paladar muy fino, recorre toda la plaza buscando lo mejor para el mejor. Y tus trajes los envías a hacer al otro lado de la ciudad, no puede regresar con todo en una hora.

-Se te olvida fácilmente a quién pertenece -gruñó Yuri a Lilia.

-Lo pusiste a mi cuidado, Yura, si hay algo que te moleste dímelo de frente.

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