Lo único.

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Seis semanas. Ya eran seis semanas sin tocar a Yuuri.

Yura estaba en su oficina, pensando en lo que tenía que hacer para asegurarse de mantener el control sobre sus enemigos. Pero, por más que lo meditaba, sólo quedaba una salida para que el omega no se viera implicado.

No le gustaba la idea.

No lo haría.

Se levantó de su silla y fue a servirse un trago de whisky. Estaba estresado y no había nada que aliviara su tensión. No, mentía. Sí existía alguien capaz de relajarlo, pero era inalcanzable para él. Yuuri seguía negándose a verlo.

Mierda. ¿Por qué carajos respetaba la decisión del estúpido chico que le pertenecía?

De un solo trago acabó con el alcohol que se sirvió y maldijo sus malas decisiones, más no había mucho que pudiera hacer; ya había tirado del gatillo y ahora sólo le quedaba esperar por el impacto.

Al menos sabía que de momento, el trío de idiotas que eran Feltsman, Leroy y Nikiforov, no se habían movido. Pero eso tampoco era bueno, estaban demasiado tranquilos, en especial JJ y Viktor, aún más si se tenía en cuenta el gran interés que mostraron por el japonés en la última fiesta a la que asistieron. Yuri aventó el vaso que sostenía contra la pared, rompiéndolo en diminutos pedazos.

Su secretaria entró a la oficina, el ruido la alarmó.

El rubio tomó su saco, su abrigo y salió de su oficina. Ordenó que no lo jodieran.

El molesto rubio condujo durante horas sin rumbo fijo, debía concentrarse para eliminar hasta la última gota de cada una de las emociones que lo invadían, pero le era difícil, casi imposible. Deseaba ir a la mansión y llamar a su omega para que se quedara a su lado, quería sentir su extraño perfume y sus tibias manos acariciando las largas hebras de su cabello; quería besarlo y morder cada rincón de su piel, dejar su marca en él y atarlo a su vida hasta el fin de sus días.

Pero Yuuri seguía herido y no lo podía culpar. A decir verdad, aplaudía su decisión de alejarse de él, sobre todo porque cada una de sus acciones habían tenido como fin, romper el posible amor que el moreno llegó a sentir por él.

Aún así, Yuri quería ver de nuevo al omega para decirle que semanas atrás, cuando se vio obligado a besar a Viktor y a JJ, la furia que lo invadió había superado sus expectativas. El rubio se preparo mentalmente para afrontar una situación parecida, después de todo, Yuuri era el señuelo que utilizaba para que sus enemigos cayeran en su trampa. Sin embargo, no pudo soportar que sus mayores enemigos, tocaran a su omega. Quería que Yuuri supiera que nada lo habría hecho más feliz que romper cada hueso de sus inmundos cuerpos, a los hijos de puta que lo tocaron. Aún recordaba bien el perfume de Yuuri y cómo le pedía a través del mismo, que lo ayudara, que no lo dejara solo.

Pero Yuri debió mantener su indiferencia y frialdad para proteger al omega; si hubiera perdido su temple, si hubiera mostrado toda la ira que lo consumía en ese momento, Yuuri, sin duda alguna, habría sufrido aún más. Todo lo que pudo hacer por el moreno, fue demostrarles a los otros alfas, que no le importaba en lo más mínimo.

Y sin embargo, aún dudaba que eso hubiera bastado.

Luego recordó la súplica que los grandes y castaños ojos de Yuuri, le hicieron cuando se quedaron solos con sus verdaderos socios. No, no quería lastimarlo pese a lo molesto que estaba. Por eso no lo había tocado aunque lo único en su mente fue tomarlo una y otra vez, hasta que la posible huella que otros habían dejado en él, desapareciera.

A Yuri le costó mucho admitir que lo afectó más de lo esperado, ver que sus enemigos, tocaban a su Yuuri. Desde esa estúpida noche, no pensaba en otra cosa que no fuera reafirmar que el japonés le pertenecía a él, sólo a él; quería follárselo todo el día para impregnar su aroma en su cuerpo, hundirse en su cálido interior y escuchar la suave y gloriosa voz con la que lo llamaba, quería someterlo a su voluntad para morder la pálida piel de su cuello. Quería hacerlo totalmente suyo.

¿Quién eres? Where stories live. Discover now