Capítulo Tres: "Cenizas de guerra"

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Me asomé por la ventana del fortín y pude contemplar el caos. Una lluvia de
proyectiles en llamas descendía sin piedad sobre la ciudad, casas en llamas y gente
desesperada por las calles era el show de esa noche. Imágenes horribles quedaron
incrustadas en mi mente tras eso, imágenes que me hicieron jurar que acabaría con
los causantes de todo esto. Bajé rápidamente las escaleras junto a Ádoril, en
dirección a la cámara de reuniones, ubicada en el primer piso cerca de la armería.
Era la primera vez que entraba allí, donde caballeros vestidos de manera similar a
Ádoril estaban discutiendo. Un silencio se apoderó de la sala cuando entramos.
-Su señoría, la entrada principal de Kerval está bajo ataque de trabuquetes y
ballestas de asedio. Creemos que son bárbaros. -Anunció un soldado que analizaba
unos mapas de la ciudad.
-Ningún bárbaro tendría agallas de atacarnos, yo estoy seguro de ello. -Dijo Veraz,
que estaba presente en la reunión.
-Señor, acaban de llegar cartas de Temeria y Copperhead, dicen que están bajo
asedio de trabuquetes igual que nosotros, además que unos ejércitos de cientos de
encapuchados se encuentran a sus puertas, algunos ya entraron. Se ha ordenado
evacuar si la situación empeora. ¿Reporto nuestro estado señor?
-Sí, soldado, además, Veraz tiene razón, y creo que sé qué nos está atacando, pero
nadie lo quiere afirmar, los rumores y males presentimientos al fin se hicieron
realidad. Perdición volvió con sed de venganza, y se está aprovechando de nuestro
desconcierto para atacar en múltiples flancos. Pero les voy a dar nuevas órdenes,
¡Hoy ninguna ciudad caerá ante Perdición, defenderemos Kerval y todas las demás
ciudades con nuestra vida!
Un grito de euforia se adueñó de la sala, Ádoril repartió roles y después, se alejó a
hablar conmigo.
-La situación es peor de lo que creía, y fue mi culpa, descuidé nuestros frentes.
- No todo es tu culpa, además, ambos sabemos que me quiere a mí.
-No, tu no abandonarás el fortín hasta que decrete que la situación es crítica o el
peligro ya haya pasado. Además…
- ¡¿Cómo?! ¿Vas a romper ahora tu promesa? -Lo interrumpí- Me juraste acción y
obtendré acción, además, quiero venganza por lo que soy -Miré las palmas de mis
manos- Estoy maldito con algo que tendré que cargar hasta mi muerte, y he
demostrado mi valor, tan solo déjame ayudar a tus tropas, te lo suplico.
-suspiró- Bueno, soy un hombre de palabra y no romperé mi promesa. Recoge tu
equipamiento y dirígete a rescatar a los ciudadanos, los evacuaremos y
mantendremos en las barracas, al oeste del fortín. Además, se me olvidó contarte,
te conseguí un caballo, está en el establo. Pide que de lo ensillen y dirígete a los
comercios, donde hay mayor cantidad de refugiados.
Me coloqué una armadura de mallas, no muy pesada, agarré una espada de larga
hoja y un robusto escudo, ambos con el grabado de Kerval, un ciervo. Me dirigí
rápidamente a los establos, ensillé a mi nuevo caballo, de color negro. Decidí
llamarlo “Honor”. Cuando lo monté, sentí como si siempre lo hubiese montado, por
lo que emprendí mi rumbo inmediatamente. Las cenizas estaban por toda la ciudad
mientras que proyectiles descendían sobre ésta, las casas quemadas y cuerpos por
las calles me hizo sentir como si eso ya lo hubiese vivido antes. Cuando cruzaba la
ciudad bajo el manto de la noche, vi un encapuchado parado frente a mí, con una
varita en mano, apuntándome.
-Un gusto conocerte en persona, herramienta de Perdición, te solicito que por favor
te entregues pacíficamente, no me gustaría dañarte a ti ni a vuestra montura. Pero
si no, me veré obligado de usar mi fuerza. -Dijo el encapuchado.
Una ira me recorrió de pies a cabeza.
-Primero, tengo un nombre y es Griffith, segundo, estoy armado y, por último,
¡Nunca seguiré a Perdición! -Saqué el orbe de cristal verde de mi mochila y lo
levanté, éste se iluminó y empezó a girar alrededor mío.
-Es una lástima que tenga que matarte, herramienta inútil. -Levantó su varita y
susurró unas palabras, tras esto, una estaca de luz purpura se generó frente a él,
apuntado hacía mi pecho- Dulces sueños, Griffith, como te haces llamar. -La estaca
emprendió el vuelo rápidamente hacia mi pecho.
El miedo me paralizaba, nunca antes había estado en un combate, pero una
determinación me recorrió, y, de la nada, una frase se colocó en la punta de mi
lengua.
- “Escudo mágico” -Tras esto, una pared de energía se generó entre la estaca y yo,
cuando la estaca golpeo el escudo, esta se desvaneció en mil pedazos.
- ¿Co… cómo lo hiciste? -Dijo el mago con voz débil, trastabillando.
Otra oración se vino a mi mente, de la nada
- “Proyectil mágico” -Y una lanza de energía azul apareció del orbe y se dirigió a su
cuerpo. Segundos más tarde yacía en el piso. No pensé en lo que acababa de
suceder, tenía una misión y había que cumplirla. Lo que sucedió era un gaje del
oficio, el más común de todos, me alegraba no sentir ningún remordimiento.
Regresé mi orbe a su lugar de origen y seguí avanzando, me dirigía a los barrios
comerciales rápidamente. Cuando llegué, descubrí que no había nadie, solo muerte
por todos los lados. Me bajé de mi caballo, dejando mi mochila con él, sin darme
cuenta del gran error que había cometido. Recorrí casa por casa, pero ningún
resultado. Había fracasado y Ádoril tendría pruebas que no soy buen soldado. Iba
caminando por las solemnes calles cuando siento unos pasos detrás de mí. Cuando
me volteo, vi a un esqueleto portando una oxidada espada y un roto escudo.
Además, todavía tenía restos de su antigua armadura, como un yelmo, unas grebas
y una de sus hombreras. Cuando me dirigí a sacar mi orbe, no lo tenía. Lo había
dejado en el caballo, junto al resto de mis suministros, tan solo tenía mi espada y
escudo para defenderme. Desenvainé rápidamente mi espada, saqué mi escudo y
me coloqué en guardia. Cuando estábamos cara a cara, él dirigió una débil
estocada, pero rebotó en mi escudo, lo que me dio oportunidad de lanzar un corte
a su a pecho, haciendo que trozos de costilla volasen por los aires. Él, ni se inmutó
y volvió a dirigir una estocada, pero esta vez, potente. Logré repelerla con mi
escudo, pero me hizo caer. Trató de apuñalarme en el piso, pero rodé esquivando
su espada, luego me pare y dirigí una estocada a su hombro derecho, que sostenía
el escudo. Segundos después su esqueletado brazo derecho yacía en el piso.
Luego, el esqueleto embistió contra mí, aturdiéndome y dejándome indefenso unos
segundos, lo suficiente para que diera un corte certero en mi espalda. El dolor hizo
que perdiera el control de mis pies, volviendo a caer. Pero no me hizo perder la
determinación, por lo que, dirigí un fuerte golpe con mi espada a sus piernas, o lo
que quedaba de ellas, haciendo que nunca más se pudiera parar. Éste, sin sentir
ningún dolor, siguió persiguiéndome a rastras, pero era inútil. Cansado de su
molesto seguimiento, le di una potente patada, haciendo volar su cabeza por los
aires y acabando con su existencia. Me devolví y me monté en mi caballo para volver
al fortín, ya que no quedaba nada por salvar. Las puertas de la ciudad habían cedido
y todos estaban entrando. Cuando llegué, descubrí que el fortín estaba bajo asedio.
Bajé rápidamente de mi caballo y entré con mi orbe flotando.

Magia oscura "Cenizas de Guerra"Where stories live. Discover now