Manuscrito III

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Había una vez:
gente antigua que aprendí a amar y personas que amaba que dejé ir.

Esperé hasta que me rompí y no estuvo más, hasta que en mi tormenta ya no habría sol jamás, hasta que usé la venda que tenía, que decía la usaba yo para soñar, para atar mi corazón, destrozado, y ver la cruda realidad de la que tanto estaba enamorado.

Las noches se alargaron de manera eterna, los días pasaban tristemente lentos, los colores se opacaron para dar paso a la humanidad.

Sigo sin entender para qué quería que encontrara estas desgracias.

Alegre estoy de haberlo encontrado, vivir a su lado. Bien sé que nada es eterno, pero qué manera de alejarlo.

En el camino que comencé aún me aferraba a un regreso que hora veo sólo fue pérdida de tiempo. La vida me quebró de mil y un maneras, y sólo logró romperme cuando declaró su partida ya hecha.

Algunos intentan armarme, les agradezco, pero han de saber que ya no pueden hacerlo. Ese hueco que dejaste en mi interior no es más que asilo de las rotas promesas y sueños pisoteados.

Qué extraño es añorarte y alejarte a la vez, me compensa el hecho de que aún con aquellos luceros, no sepas leer.


2017,
19

Gris Y CelesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora