C U A T R O

55 20 10
                                    


La vida no era fácil a los trece años.

Su madre y su tía habian llegado a un acuerdo. Ofelia se quedaria con su madre el mayor tiempo y en vacaciones viviría con Perla. Ofelia trato de no pensar en lo curiosamente beneficioso qué resultaría Ofelia para su tía cuando no tuviera clases. Después de todo, sus primos estaban muy pequeños. Una Ofelia sin deberes era casualmente necesaria.

Ofelia, en realidad, estaba bien con eso. Estaba cansada hasta los huesos de discutir. Ya ni siquiera contestaba a las críticas de Perla ni a los gritos de sus primos. Ni siquiera peleaba con su madre cuando mentía (Su madre decía que ya había superado la bebida, pero Ofelia la sentía levantarse en medio de la noche por una botella de alcohol)

Ofelia se preguntaba brevemente en si tal vez aquello era su culpa. Parecía no haber razón para su alcoholismo. Y sin embargo, su madre seguía bebiendo.

Quizá Ofelia simplemente no fuera suficiente.

“Mamá, para de beber” le suplicaba Ofelia, con lágrimas manchando sus mejillas. Esa fue la primera y última vez qué rogó por algo.

“Lo haré, cariño” había susurrado en respuesta su madre. “lo prometo”

Ofelia aprendió ese día qué las promesas se rompen con facilidad y qué los corazones, aún más.

Todo comenzaba a ser rutinario. Luego comenzaron a volver. Padrastros. A veces ni siquiera eran novios de su madre. Desconocidos.

Ofelia rezaba todas las noches porqué les sucediera algo malo a esos hombres. Por terrible qué fuera, Ofelia los odiaba. Y en el fondo ella sabia qué se odiaba aún más a ella misma por no poder hacer nada. Su madre tiraba su vida al traste y no podía hacer más qué observarla. La impotencia y la rabia corrían por las venas de Ofelia. Los pensamientos oscuros la perseguían.

No podía evitarlos. Y no podía borrarlos de su mente.

Hasta qué conoció a un chico.

Ofelia pensaba qué era raro al principio. No era lindo. Era... No-feo. Tenía ojos verdes y sonrisa brillante. Su piel era olivacea y flacucho. Ofelia no habría fijado su mirada dos veces en él si no hubiera sentido una inmesa atracción qué ni ella misma podía explicar. Él se llamaba Guy y era nuevo en su clase. Su tacto era cálido, y ella se sentía muy fría.

Guy le gustaba.

Ofelia tartamudeaba y huía en otra dirección. Era cómo si Guy la siguiera, incluso cuando no estaban juntos, él estaba en su mente, y mágicamente una sonrisa se dibujaba en su rostro. Le llamaba “Lia” de cariño. Eso también le gustaba a Ofelia. Él la hacía reír, cuando ella recordaba lo qué le esperaba en casa. Mamá alcohólica, familia hipócrita, y sentimiento de abandono.

Guy no sabia nada sobre ella y aún así, él decía qué la quería.

Todo fue bien, hasta qué Ofelia volvió a casa un día para encontrar a su madre desmayada.

Se había intoxicado de tanto alcohol y pudo haber muerto.

Acompañando a su madre, a los pies de su cama en el hospital, Ofelia recordó cuando le dijo a Guy qué no lo quería volver a ver más.

“¿Por qué?” él le había preguntado. Ofelia se preguntó si había roto su corazón.

“Porqué ya no me gustas.”

Mentira. Pero Ofelia no quería sus problemas para él. Demasiado brillante, demasiado sonriente. Temía qué si se le acercará más pudiera saborear él sufrimiento.

Lo protegía... De ella.

Pero no valió la pena, Ofelia se dio cuenta tiempo después. Un mes y ahora todas sus sonrisas eran para otra. Era egoísta, pero había esperado qué luchara por ella. No lo hizo y no parecía siquiera haberse molestado en siquiera pensarlo.

Ofelia empezó a pensar qué los hombres no valían la pena.

OfeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora