NARRA MEL
Yo rio y él también comienza a reírse.
La verdad que ha sido muy amable conmigo, sin conocerme ni nada, pero lo bueno es que también le gustan la motos como a mi.
Rato después llegamos al centro otra vez y bajamos de la moto.
Miro en la dirección donde estaba mi moto uno está, ¿dónde esta?
— ¡Mi moto!
— Tranquila, espera aquí.
Lo miro extraña y se va de allí corriendo.
Rato después sale con mi moto del taller, me acerco y él se detiene.
Baja de la moto y me da la pegatina.
— Lista.
— ¿Lista?
Él sonríe y asiente.
Miro la moto, está impecable, los rasguños ya no están.
Lo miro y no puedo evitarlo, sonrío y coloco la pegatina en su sitio.
— Dani yo...
Me acerco a él y le abrazo, creo que es lo único que puedo hacer ahora.
Él acaricia mi pelo y tras unos pocos segundos me separo.
— Gracias Dani, no sé como agradecértelo.
— Con ese abrazo me ha bastado. –Sonríe–
— Siéntete privilegiado, no suelo abrazar a la gente.
Me subo en la moto y él me mira.
— A disfrutarla de nuevo.
–Sí.
(...)
Al día siguiente me levanto sin ganas, odio este día.
Me siento en la cama, y el silencio me invade.
Hoy hace tres años que mi madre ya no está.
Suspiro y tapo mi rostro.
Me meto en el baño para ducharme y luego después de salir me visto.
Salgo de casa y me monto en mi moto.
Compro unas flores y luego me dirijo al cementerio.
Aparco, me bajo de la moto, me quito el casco y lo cuelgo en el manillar.
Entro en el cementerio y me siento junto a la lápida de mi madre.
Pongo las flores y comienzo a llorar.
— Mamá, te quiero.
Rato después salgo y comienza a llover muy fuerte, es un día triste.
Me acuesto en un banco, me pongo boca arriba, cierro los ojos y lágrimas caen sobre mis mejillas.
Siento como de repente las gotas dejan de caer, abro los ojos y veo a Dani, el chico de ayer.
— Lárgate.
— Mel.
Se pone de cuclillas y acaricia mi mano.
Aparto mi mano y lo miro frunciendo el ceño.
— Joder, vete.
— No.
Me siento y él se pone de pie.
— ¡Déjame!
— Déjame ayudarte.
— ¡No! ¡Dejame en paz!
Él cierra el paraguas, se empieza a mojar, y me coge como un saco de papas mientras pataleo.
— ¡Suéltame ahora mismo! ¡Déjame!
Se detiene bajo un techo, él me baja, me acorrala en la pared y le doy pequeños puñetazos en el pecho.
— Imbécil, déjame en paz.
— Joder Mel, ¡mírame!
No le hago caso, él suavemente gira mi cabeza y hace que lo mire a los ojos.
Lo aparto enseguida y lo empujo.
Intento irme pero él me agarra del brazo y me acorrala de nuevo.
Le doy pequeños puñetazos en el pecho una vez más para que me suelte.
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Perdona si me enamoro.
UngdomsfiksjonUna chica dura, borde, sin sentimientos, nada cariñosa debido a lo que ha cambiado. Su vida son las motos, le gustan las carreras, sobre todo si es con su grupo de amigas. ¿Novio? Ella no cree en eso de el amor, pero, ¿y si todo cambia? ¿quieres sab...