Capítulo 5

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NARRA MEL

Yo rio y él también comienza a reírse.

La verdad que ha sido muy amable conmigo, sin conocerme ni nada, pero lo bueno es que también le gustan la motos como a mi.

Rato después llegamos al centro otra vez y bajamos de la moto.

Miro en la dirección donde estaba mi moto uno está, ¿dónde esta?

— ¡Mi moto!

— Tranquila, espera aquí.

Lo miro extraña y se va de allí corriendo.

Rato después sale con mi moto del taller, me acerco y él se detiene.

Baja de la moto y me da la pegatina.

— Lista.

— ¿Lista?

Él sonríe y asiente.

Miro la moto, está impecable, los rasguños ya no están.

Lo miro y no puedo evitarlo, sonrío y coloco la pegatina en su sitio.

— Dani yo...

Me acerco a él y le abrazo, creo que es lo único que puedo hacer ahora.

Él acaricia mi pelo y tras unos pocos segundos me separo.

— Gracias Dani, no sé como agradecértelo.

— Con ese abrazo me ha bastado. –Sonríe–

— Siéntete privilegiado, no suelo abrazar a la gente.

Me subo en la moto y él me mira.

— A disfrutarla de nuevo.

–Sí.

(...)

Al día siguiente me levanto sin ganas, odio este día.

Me siento en la cama, y el silencio me invade.

Hoy hace tres años que mi madre ya no está.

Suspiro y tapo mi rostro.

Me meto en el baño para ducharme y luego después de salir me visto.

Salgo de casa y me monto en mi moto.

Compro unas flores y luego me dirijo al cementerio.

Aparco, me bajo de la moto, me quito el casco y lo cuelgo en el manillar.

Entro en el cementerio y me siento junto a la lápida de mi madre.

Pongo las flores y comienzo a llorar.

— Mamá, te quiero.

Rato después salgo y comienza a llover muy fuerte, es un día triste.

Me acuesto en un banco, me pongo boca arriba, cierro los ojos y lágrimas caen sobre mis mejillas.

Siento como de repente las gotas dejan de caer, abro los ojos y veo a Dani, el chico de ayer.

— Lárgate.

— Mel.

Se pone de cuclillas y acaricia mi mano.

Aparto mi mano y lo miro frunciendo el ceño.

— Joder, vete.

— No.

Me siento y él se pone de pie.

— ¡Déjame!

— Déjame ayudarte.

— ¡No! ¡Dejame en paz!

Él cierra el paraguas, se empieza a mojar, y me coge como un saco de papas mientras pataleo.

— ¡Suéltame ahora mismo! ¡Déjame!

Se detiene bajo un techo, él me baja, me acorrala en la pared y le doy pequeños puñetazos en el pecho.

— Imbécil, déjame en paz.

— Joder Mel, ¡mírame!

No le hago caso, él suavemente gira mi cabeza y hace que lo mire a los ojos.

Lo aparto enseguida y lo empujo.

Intento irme pero él me agarra del brazo y me acorrala de nuevo.

Le doy pequeños puñetazos en el pecho una vez más para que me suelte.

Perdona si me enamoro. Where stories live. Discover now