Capítulo 31

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Cansada de dar vueltas en la cama como una idiota. Quise ponerle fin a mi aburrimiento, y para eso, pensé una estrategia. Esta noche, es la última que pasará Caín en esta casa, y no voy a dejar que acabe así. ¡Me niego! Así que, me dirigí a su habitación. Decidida a sacarlo de la cama.

-Hola -susurré al abrir la puerta. Al instante, Caín dirigió su mirada hacia mí. Estaba despierto cuando entré. Seguramente, también se siente inquieto. Puso un brazo debajo de su cabeza, y miró al techo. Me sentí ignorada en ese instante. Pero se me olvidó, al ver que estaba sin camiseta. Sonreí involuntariamente. Caín volvió a mirarme. Y cuando le miré, me indicó con un gesto que me sentase a su lado. Quise hacerme la chula, y me tiré en plancha. Pero calculé mal el salto, y caí encima de él. Reímos a carcajadas. Pero justo después de eso, un silencio incómodo nos rodeó. Estaba encima de él, muy pegada a su rostro. Demasiado cerca de sus labios. Y como no quiero apresurarme a nada, ni incomodarlo, me aparté.

-Tengo que enseñarte algo -anuncié. No quería tardarme con la sorpresa. Estaba dispuesta a hacerle una gran despedida. Y se de algo que va a funcionar. Caín arrugó el ceño al no entender nada. Sonreí satisfactoriamente. Le indiqué que guardara silencio. Y como pudimos, salimos de la casa. Afuera a esas horas, ya hacía bastante frío, pero nosotros no lo notábamos. Una gran ventaja de ser vampiro. Y más para mí, que siempre he sido muy friolera. Llevé a Caín hasta el lago. Su cara de no entender una mierda volvió a aparecer, y no pude evitar reírme-. Esto es algo que debes disfrutar antes de marcharte -Caín puso los ojos en blanco. Y su rostro se volvió pálido, cuando vio que me quitaba la ropa-. No se tú, pero yo no me voy a meter con la ropa -ya estaba en ropa interior. Y me sonrojé por la situación. He visto a Caín de mil maneras, pero nunca hemos estado así. Solos. Me dio bastante vergüenza, pero solo es ropa interior, y no se me ve nada. Así que no importa. Una locura más para apuntar en el diario. Pero esta vez, de las buenas. Observé a Caín durante unos segundos, hasta que asintió a regañadientes. Miré a otro lado, mientras se quitaba los pantalones. No iba a mirarle mientras se desnudaba. No soy una pervertida. Así que, centré toda mi atención en lo que nos rodeaba. Nuestras siluetas bailaban en la orilla del lago, gracias al brillo de la luna. Hoy brilla más que nunca, y está hermosa. El agua no se distinguía del cielo por la oscuridad. Y los rayos de luz que iluminaban el agua, junto con las luces de la ciudad, hacían un efecto hermoso.

-¡Caín! -morí al instante. Si algo define a Caín, es, impredecible. ¿De verdad me está pasando esto a mí? Cuando me di la vuelta, al escuchar tanto silencio. Me lo encontré detrás de mí, completamente desnudo. El salto que di, fue de película, y muy exagerado. Pero no sabía cómo reaccionar- ¿De verdad? -me eché las manos a la cara.
Qué niño este. No sabía, si volver a mirarle o no. Porque no aguantaría fijarme en su anatomía. Y no debo hacer eso. ¡No debo!

-Me tomo las cosas muy enserio -sonreía de oreja a oreja. Lo notaba. Disfruta haciéndome sufrir. Pero esta vez, no va a quedar así. Se va a enterar de quién soy yo.
Así que, respiré hondo para olvidarme de absolutamente todo, y me giré.

-¿Sabes qué? -arqueó una ceja divertido- Tienes mucha razón -dicho eso. Me quité el sujetador. Los ojos de Caín se abrieron como platos, y yo no pude reírme más.
Estallé en carcajadas. Y cuando iba a quitarme la parte de abajo, apartó la mirada enseguida. Pero me la quité. Y corrí hacia el agua. ¡Qué vergu! Caín me siguió,
chillando como un niño. No nos creíamos lo que acabábamos de hacer. Yo nunca me he atrevido a exponerme de esa manera ante cualquier persona. Ni siquiera con mis primas. Si algo he aprendido, gracias a Caín, es que no hay que avergonzarse de nada. Y más nosotros, que tenemos la eternidad por delante. Metidos en el agua, reímos sin parar. Hasta que algo cambió. El silencio se apoderó de nosotros, como pasó en la habitación. En ese instante, todo comenzó a darme vueltas. Su mirada buscó la mía, y cuando la encontró, se acercó a mí, despacio. Me quedé en mi lugar, ajena a sus intenciones. Pero no me puse nerviosa, me sentía bien. Caín se acercó lo suficiente como para que pudiera respirar, y sentir el pequeño y estrecho vacío, que quedó entre nuestros cuerpos desnudos. Nuestras respiraciones agitadas chocaban.

La EsclavaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin