Capítulo III

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Cuando vean las palabras Santa María y un *,  escuchen la canción que les comparto acá arriba :)

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Me desperté con una sonrisa tonta en el rostro y de todo corazón esperaba que no tuviera que ver con el sueño que acababa de tener. Ojos verdes observándome, manos fuertes sosteniéndome. ¡Bah! Como si no supiera con quien había soñado. Suspiré. El comentario de Gabriel estaba más que acertado, y aunque me negaba a aceptarlo, la idea de estar con Dean, mi profesor, me sabía cada vez más dulce. Suspiré de nuevo y me levanté, esto de quedarme acostado viendo el techo de mi recámara toda la mañana no iba conmigo.

Entré en la cocina esperando ver a mi hermano, acostumbrado a que él fuera el primero en despertar, pero me encontré con una nota pegada al refrigerador.

- "Me enteré que la biblioteca está sacando nuevos productos, iré a darme una vuelta. G.".- susurré sin entender lo que leía.- ¿Biblioteca?- y antes que pudiera cuestionar la cordura de mi hermano, escuché la puerta abrirse y vi entrar a Gabriel con una caja que decía "Pastelería de Ellen". Comenzó a meter postre tras postre a la alacena y al refrigerador, sin ni siquiera saludarme o darme una explicación de su comportamiento y después de unos minutos así por fin decidí romper el silencio - ¿Por qué demonios pusiste que irías a la biblioteca si claramente no fuiste ahí?

- Es una palabra clave, Cassie.- contestó.

- ¿Con qué motivo? ¿Y por qué usas palabras clave que yo no conozco?- Gabriel se quedó callado por un momento, después sonrió y dejó el cuarto.- ¿Qué demonios?- susurré al cuarto vacío.

Nota mental: no dejar que se mude permanentemente.

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La puerta del estudio se abrió para un muy cansado yo. No podía creer que otra semana había pasado sin venir a clases, pero mi hermano se había encargado de mantenernos ocupados, con sus múltiples salidas a bares nuevos, a pastelerías y cafeterías por toda la ciudad, y sus maratones de Mario Kart. Seguí caminando, pasando por las aulas, mi corazón dando un brinco cuando vi de reojo al maestro de tango ensayar una nueva coreografía con la maestra de flamenco. Entré al salón de ballet saludando a varios compañeros, algunos preguntando la razón de mi ausencia y yo contestando alegremente hasta que algo en la conversación vecina me llamó la atención.

- Créeme, Lilith, Dean está interesado en mí. ¿Has visto cómo me mira?

- No lo creo. Estás imaginando cosas, Lisa.

- Vamos, sabes que tengo razón.

- Lo único que ha hecho Dean para que pienses eso, fueron las "clases avanzadas" que te quiso dar y ya pasaron dos semanas de eso. Supéralo.- Lisa se quedó callada después de la dura respuesta de su amiga y una sonrisa creció en mi rostro inevitablemente intentando concentrarme en mis calentamientos.

La clase pasó rápidamente frente a mis ojos, y me sentí más tranquilo al saber que podía ponerme al corriente fácilmente. Miss Jo no dejó de sonreírme en toda la clase, y estuve a punto de preguntarle pero su forma de despedirse me lo dijo todo:

- Hasta la próxima, Cas.

Mis mejillas se llenaron de calor al saber que Dean hablaba con su mejor amiga de mí, e internamente me preguntaba qué tanto le había dicho. Por dios, no éramos nada aún y su perfecta existencia ya llenaba toda mi mente, no era que me quejara pero...

- Paquete para Castiel Novak.- mi mente salió de donde estaba e instantáneamente me di cuenta que estaba en el salón de tango, todos me estaban viendo, incluyendo el maestro y el tipo que estaba en la puerta sostenía un enorme ramo de flores. Mi rostro, por segunda vez en el día, se sonrojó por completo, aunque automáticamente me dirigí a recibirlas y firme de recibido. Las sostuve con mis dos brazos (eran así de grandes) y giré para encontrarme con el resto de la clase viéndome fijamente y con Dean y su ceño fruncido.

- Señor Novak, ¿nos deja empezar con la bendita clase?

- Lo siento, no volverá a pasar.- puse las flores contra el perchero y me dirigí a Meg que me veía con una ceja alzada.

- ¿Qué demonios acaba de pasar, Castiel?

- No lo sé.

- Diablos, Castiel, tú nunca sabes nada.- y sonrió. Dean comenzó a darnos instrucciones sin dejar de fruncir el ceño y sin dejar de apretar los puños, aunque no entendí por qué.

Lo primero que nos pidió fue que ensayáramos la coreografía de Santa María*, un tango moderno que era uno de mis preferidos. Todas las parejas nos movíamos sin pensarlo mucho, conociendo los pasos, pausas y el ritmo. Dean se paseaba de un lado a otro corrigiendo errores, pacientemente mostrando lo que se tenía que hacer. Pasó a nuestro lado y murmuró un seco: "Bien hecho, Masters." No mucho después de eso, dio la clase por terminada y sin sospecharlo, me pidió que me quedara.

- Necesito repasar unas cuantas cosas contigo.- fue lo que dijo. Y yo valientemente acepté.

Mis compañeros se fueron, algunos lanzándome miradas de sospecha, como Meg, y otros lanzándome fuego, como Lisa. Cuando el salón estuvo vacío giré para ver a Dean, quién de nuevo tenía el rostro fruncido y las manos entrelazadas en su espalda.

- Bonito detalle.- dijo viendo las flores.

- Sí, lo es.

- ¿Ya leíste la tarjeta?

- No.

- Creo que deberías.

- ¿Por qué debería bus...?

- Sólo hazlo, Cas.

Hice lo que me pidió, busqué entre pétalos y encontré un pedazo de papel que decía: "Espero que no te moleste que te robe un beso." y acto seguido, sentí los suaves labios de Dean contra los míos, moviéndose como si fuera la última y primera vez que nos besábamos. Fue uno de los mejores besos que había recibido. Sonreí entre las caricias que me daba y sentí mi entusiasmo reflejado en él.

- Eso no me lo esperaba.- dije con honestidad.

- Ese era el punto, Cas. No quería que tus compañeros se dieran cuenta. Alumno/maestro no es una relación que quisiera hacer pública por ahora.- asentí con comprensión, sintiendo en mi pecho molestia al saber que no podría regocijarme en público de que Dean me había besado.

- Lo entiendo, Dean.

- No quiero que Pamela se entere de esto, no sé cómo va a reaccionar. Déjame tantear el terreno y después lo resolveremos.- una vez más, asentí y sentí sus brazos rodearme con calidez. Estábamos tan distraídos en el otro, que ninguno vio a Lisa, que parada en la puerta del salón, había escuchado todo.

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Al día siguiente todos me veían con una sonrisa ladeada, y lo único que quería hacer era entrar a mi salón de salsa y que nadie más me viera, pero al cruzar la cafetería, una mujer de pelo oscuro y sonrisa coqueta, conocida como Pamela, alias La Directora, se dirigió a mí.

- Novak, a mi oficina, ahora.

El camino a la oficina de Pamela se sintió eterno, y en cuanto entramos dijo lo que más me temía.

- ¿Te estás acostando con Dean Winchester?

Entre espejos y cancionesWhere stories live. Discover now