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solíamos construir coronas de flores con los restos de venas vacías, corazones rotos, huesos perforados.
pintabas tu lado del rojo más imposible y yo el mío del azul más seco, sólo para dejarnos ahogar en mil tonos, mil valores de violeta. porque sabías que era mi color favorito y yo no sabía cómo decir que no.
nos descompusimos bañadas en tintes lilas.
nos dejamos llevar por los cielos de las seis y las olas de las diez. por aquel viento de enero, cuando no debería hacer frío pero lo hace y no lo entiendo porque llega de repente.
y no se va.
y me convierto en un cielo encapotado. un cielo encapotado a media tarde cuando no hay rosa ni amarillo ni naranja ni lila.
pero hay tanto, demasiado rojo, lo único que puedo ver es rojo, cubriéndome la vista, las manos, los dientes, haciéndome llorar gotas agrias, tragar sustancias pegajosas. me colma las venas, me oscurece el corazón, me cubre los huesos.
y tengo una corona de flores color carmín sobre la cabeza. supongo que me hiciste olvidar, de nuevo, lo mucho que arden las espinas.
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