Día 1 (parte II)

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Lo que fue humo cubriendo mis ojos, se convirtió en una espesa oscuridad. El aire estaba limpio de polvo, pero la humedad subía por mi piel y mojaba mis fosas nasales. Un par de brazos pequeños me abrazaban hasta la espalda, el niño, respiraba cerca mío, apenas dando unos sollozos que hacían eco en aquel espacio. 

—¿Todos están bien? —Escuché la voz de Arthur. 

—Mi hijo, ¿dónde estás? —Por primera vez escuché aquella frágil voz de la madre. 

—Mamá, estoy aquí. —Habló el muchacho entre mis brazos.

—Hijo, hijo... ven, ven conmigo. 

—Es mejor que nadie se mueva. —Interrumpió Arthur —. No es seguro, esperen ahí donde están. 

Quise moverme, buscar una salida, pero no tenía ninguna opción. La oscuridad era tan densa que no me permitía ver más que al niño que se acurrucaba con mi cuerpo. Escuché los pasos de los cuales supuse, eran de Arthur. Luego que estos se detuvieran, pude escuchar más allá de mi respiración. Los aviones se podían escuchar volar por encima de nosotros, pasaban y luego se alejaban con sus motores chillando. Primero eran los motores, luego, un largo silbido como de una olla de vapor y terminaba con un fuerte estallido. Tuve miedo, tanto que no era capaz siquiera de imaginarme lo que estaba sucediendo allá arriba.

Tras un par de minutos, vi que se acercó una luz a nosotros. Arthur cargaba un mechero encendido con él, y pude ver su sudoroso rostro. Se movió a sus alrededores y dijo:

—Mujer, ¿dónde estás? ¿Puedes acercarte?

La mujer se acercó a mi costado y arrebató al niño de mis brazos. Lo llenó de besos y el chico la llenó de abrazos. Lo poco que aquel mechero me permitía ver era a aquel viejo sótano que yo ya conocía, lleno de herramientas, madera y bichos. 

—¿Estás seguro que estamos a salvo aquí? —pregunté a Arthur quien se movía por el espacio. 

—Aquí no lo estamos. Tenemos que movernos. 

—¿Hacia dónde? —pregunté, pero no tuve respuesta.

Arthur siguió buscando algo a su alrededor, se detuvo y dijo:

—Síganme. Tengan cuidado por dónde pisan.

No hice ninguna pregunta más, mientras que la mujer se mantenía concentrada en susurrarle cosas al oído a su hijo. El sótano a como lo recordaba no era demasiado grande, pero sí estaba atiborrado de cosas. Muebles, herramientas de limpieza, cajas con papeles y más utilidades que Arthur por ahí guardaba. Un par de veces mis pies se encontraron con algún objeto duro, pero Arthur seguía su camino hacia delante. Se detuvo y acercó el mechero al suelo, y vi algo que nunca había visto antes. Era una plataforma de madera sobre el suelo, una plataforma que más bien parecía una puerta.  Tenía una cadena y una tira metálica que cruzaba por en medio de esta. Arthur se puso de rodillas y tomó la cadena, tiró de ella con fuerza y aquella tabla nos mostró la entrada a un lugar. No pude decir nada, estaba sorprendido, sorprendido de que estuviese eso ahí. 

—Vamos, entren. —dijo Arthur.

La mujer nos vió a ambos, dudosa, y acurrucó más a su hijo en sus brazos. No dijo una sola palabra, pero sabía lo que estaba pasando por su mente. 

—Está bien, debemos hacerlo. —dije y me puse en la cabeza del grupo. 

Me acerqué al lugar y tomé el mechero que estaba en el suelo. Cuando hube hecho esto, de nuevo escuchamos los motores de los aviones sobre nosotros. Silbido, y posterior un enorme estallido que me dejó aturdido. El estallido hizo al suelo y a las paredes temblar. Escuché mientras entraba por aquel espacio, cómo las herramientas colgadas en la pared caían contra el suelo. La mujer lanzó un grito corto y los hilos de tierra comenzaron a caer sobre nosotros. Tuve el presentimiento que todo caería sobre nosotros y tuve la seguridad que los demás también lo sintieron. Sin pensarlo, la mujer se lanzó junto conmigo  y después lo hizo Arthur. En el momento que la puerta de madera se cerró encima de nosotros todo fue muy distinto. Después de un profundo silencio, escuchamos un rechinido, luego, cosas caer sobre la tabla. Un ruidoso estruendo se produjo en el exterior y supimos que algo había pasado. No pude verlo, pero estaba seguro que aquella bomba había caído sobre nosotros. ¿Qué era aquello que nos mantenía a salvo?
Arthur empujó la tabla de nuevo hacia arriba, pero está no se abrió.

La última vez que te vi con vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora