Día 5

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Habían pasado ya cinco días tras haber subido por aquellas escaleras, después de aquel horrible ataque, después de quedar encerrados en aquel osciro túnel. Se estarán preguntando qué nos hizo quedarnos ahí por casi una semana, por qué no salimos en búsqueda de una salida, qué había después de las escaleras.

Hasta los días presentes no sé si las decisiones que tomamos en esa ocasión fueron las correctas, tan solo puedo decir en mi defensa que lo que fue ya fue, y no hay nada que se pueda cambiar. Al subir por las pequeñas escaleras, nos encontramos con un espacio oscuro. El aire ahí, como en el túnel, no corría. Supuse pronto que no había ventanas, ni algún hueco. Utilicé el mechero para ver lo que había a mis alrededores. Lo que pude ver eran unas paredes de concreto que nos encerraban. Me moví por el lugar siguiendo las paredes que se encontraban sucias y húmedas. El suelo estaba cubierto de madera polvosa y vieja, y el techo era una gran placa de concreto. Mi exploración terminó después de algunos pasos más, escuché otro sonido de palanca accionarse y se hizo la luz. El mechero dejó de ser útil. Había otro de esos bombillos enormes colgando en una lámpara desde el techo. De nuevo, Arthur estaba pegado a una palanca similar a la del túnel. Fue ahí que me hice la pregunta: ¿Qué poderes tenía Arthur? Claro, eso en caso que no conociera ya aquellos rincones, ¿los conocía? ¿Me había mentido? 

—Oh Dios mío. —Escuché, sorprendido, la voz de la mujer.

Me giré hacia ella y vi sus ojos clavados en una dirección detrás mío. Me volví a girar y estuve a punto de exclamar un "Oh Dios mío". Una de las cuatro paredes de la habitación, la de la izquierda, estaba repleta de latas aparentemente llenas de comida. Al lado de los estantes improvisados con latas, vimos un tanque no más grande que un niño de 10 años. 

—Es agua —dijo Arthur desde atrás —. Conozco estos. 

En aquel momento no lo pude creer. Nos habíamos topado con un tesoro aparentemente escondido. A pesar que aquella habitación no tenía ni puertas ni ventanas, solamente aquellas cuatro paredes, era más cómodo estar ahí que abajo en los túneles. La altura del techo era mayor, por lo que de una manera extraña el calor era más soportable. Luego de revisar que la comida enlatada estuviese en buen estado, me dispuse a explorar un poco más la habitación. Fuera de lo que ya habíamos visto, las latas de comida, el agua y las paredes, la habitación estaba completamente vacía. Por la altura, podía jurar que nos encontrábamos en la superficie, pero no teníamos forma de confirmarlo. ¿Por qué harían aquella habitación sin ventanas y puertas? y ¿por qué estaría conectada a los túneles? 

Tras ese día, pasaron cinco más de aquel encierro. A pesar de no poder ver, lo sabíamos, allá arriba no había nada. Arthur había dicho que de haber algún sobreviviente en la superficie, este estaría buscando agua y comida. Por supuesto, no encontraría. Nosotros ahí abajo, aunque estuviésemos atrapados, podíamos sobrevivir. Pasé los cinco días pensando en la construcción de los túneles y pude llegar a algunas vagas conclusiones. Quien sea que hubiese construido aquella habitación lo había hecho con el único motivo de quien llegase a ella, lo hicieran  través de los túneles y no de la superficie. Por lo que los únicos que tenían acceso a ella eran los que viajaban por los túneles. Lo que me hizo pensar y a la vez, sentirme inquieto, eran aquellas latas de comida que aún estaban en buen estado. ¿Quién las había proveído? y un pensamiento más que me hizo preocupar ¿alguien más había entrado ahí recientemente? Fue entonces que no pude quedarme sin preguntar.

—Arthur. —Llamé a  quien se hallaba recostado en una esquina. 

Levantó su cabeza en señal de escucha y me observó. 

—He estado pensando mucho y hay cosas que aún no me quedan claras. 

—¿Cosas? ¿Qué cosas has estado pensando, Brend? —preguntó Arthur, con interés. 

La última vez que te vi con vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora