Capítulo 21

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Para cuando la chica despertó, la habitación seguía igual, pero ya era de día y el sol entraba por la puerta de la terraza. Todo esparcido por el suelo; vidrios, sabanas, cojines, almohadas, las bolsas de las compras, e incluso ella.
Sintió un gran dolor de estómago, lo cual hizo que se levantase de inmediato. Pero levantarse de esa manera, tan agresiva, no fue buena idea, ya que ahora, además del inmenso dolor en el estómago, un dolor en su cabeza comenzó también a torturarla.

—Maldición...—Susurró con enojo para sí misma. Con una mano en el estómago y la otra en la cabeza, llegó al baño.
Fue ahí en donde se encontró con algo que no quería.

—Oh, no... ¿Por qué ahora? —La chica comenzó a buscar “eso” que a ninguna chica le gusta usar, pero debía, sino quería mancharse toda de sangre. En los cajones del baño se encontró con una pequeña caja plateada, jamás la había visto, la curiosidad la mataba, así que decidió abrirla. Encontrándose con el famoso collar de Andrea, ese que tenía forma de manzana y era muy parecido al de Juliet. Sintió como una lágrima cayó por su mejilla y su corazón se aceleraba, cerrando la caja de inmediato, dejándola en donde estaba. Regresando a lo que estaba haciendo, tomó las toallas femeninas que estaban hasta lo más profundo de aquél cajón. Y bueno, las toallas estaban en lo más profundo del cajón, porque el periodo de Juliet era irregular a causa de su bulimia.

“Estúpida Andrea... Seguro ahora está con ella” pensó la rubia, pero se equivocaba, en realidad Andrea se había quedado con su madre, en la habitación de los empleados.

Andrea creía que todo seguía igual, que no había pasado nada, que la noche anterior, esa noche en la que besó por última vez a su amante, la rubia no la hubiese visto en los brazos de aquella chica de piel aperlada. Ella creía que simplemente Juliet había cerrado la puerta por accidente y se había dormido olvidando que la puerta estaba cerrada. Pero ella también se equivocaba... Todos nos equivocamos.

—Mi niña, Andrea, ya levantate...—Últimamente ella se sentía más cansada de lo normal, incluso hasta su madre tenía que despertarla, a veces Juliet era la que lo hacía, o simplemente era su reloj, pero él ni Juliet estaban ahí para despertarla, así que hoy le tocaba ese papel a su madre.

—Es sábado, mamá... Tan sólo un rato más... —Rogó la latina con una mano en su cara, cubriendo toda luz que se atreviese a iluminar su rostro.

—Tenemos que hacer los preparativos para la cena de esta noche, ¿olvidaste el acuerdo que tienes con la señora Simons? —Dijo su madre. Esto fue la única razón por la que Andrea se destapó la cara, con un leve dolor de espalda, ardor en los ojos y un vacío en el estómago.

—¿Era hoy? —Dijo con un sabor amargo en la boca, con una cara de disgusto volteó a ver a su madre.

—Si, y es mejor que vayas a bañarte y te pongas el uniforme. Si quieres puedes bañarte aquí, hace rato fui a la habitación de la señorita Juliet y la puerta estaba cerrada. Anoche dijo su madre que escuchó ruidos —Andrea le miró con interés y su madre siguió hablando—, como sí aventaran cosas y también gritos que provenían de la señorita Juliet. Dijo que era normal en ella —Andrea recordó lo que Juliet le había contado de su madre; ella siempre creía que eran cosas de la adolescencia —, yo había creído que se había peleado contigo, pero estuve más tranquila cuando te miré. Me tenías con el Jesús en la boca...

—¿No te dijo nada más? —Andrea, preocupada. Sentada en la cama, quiso obtener más información sobre la menor, pero fue en vano.

—Nada más. Su madre piensa que debería llevar a esa niña al psicólogo —Ella en realidad ya lo había hecho —. Por lo que la señora Simons me ha comentado, al parecer ella no era problemática. Pero ahora la señora piensa que Juliet es una de esas niñas caprichosas, pero yo, yo sólo pienso que le hace falta amor.—La madre de Andrea tenía razón, a Juliet le faltaba amor, amor por parte de las personas que le dieron la vida. Le faltaba amor por parte del mundo. Juliet necesitaba a alguien que la amara, que la amara como merece, ella merecía ser amada.

—¿Tú crees eso de ella, mamá? —Andrea le miró con el ceño fruncido.

—La señorita suele actuar de esa manera porque tiene miedo. Sus ojos lo dicen todo, ella puede estar actuando con felicidad, pero, sus ojos dicen que está triste, que no está bien... Que necesita a alguien, que necesita ayuda —Su madre se mostró preocupada—. Espero esa niña encuentre a alguien que la rescate de su dolor...

—¿Por qué te preocupa tanto, mamá? —Andrea estaba preocupada, triste, todo lo que su madre decía, era verdad. La curiosidad la había obligado a hacer esa pregunta.

—Porque ella me recuerda a tu hermana... —Dijo su madre, derramando una lágrima y dándose la vuelta para que su hija no pudiese verla llorar.

Andrea sintió un dolor en su pecho. A pesar de que habían pasado ya más de diez años desde que su hermana murió, ella aún sentía ese dolor en su corazón. Todo hubiese sido diferente, Andrea no tendría que recurrir a los consejos de sus “amigas” si tuviese una hermana, tal vez ella hubiese estudiado al lado de su hermana, y ahora estuviese en un grado más avanzado, tal vez su madre no hubiese recurrido a trabajar con la familia Simons porque tendría la ayuda de ambas.

—Ella ahora tendría diecinueve... —Preguntó Andrea buscando el collar en su pecho, pero no lo encontró. Fue cuando recordó que lo había dejado en el baño de la habitación de Juliet.

—Fuese toda una señorita igual que tú... —Dijo la mujer sentándose al lado de Andrea y abrazándola.

—Lo sé, mamá... —Andrea abrazó también a su madre. Su madre se encontraba más destrozada, ya que ella era la que había perdido a una hija, no Andrea. Estuvieron abrazadas por al rededor de unos cinco minutos.

—Bueno, ya...—Dijo la mujer despegándose de su hija— Tienes que bañarte y ayudarme a preparar las cosas.—Dijo con la voz quebrantada. La mujer se limpió las lágrimas para después levantarse de la cama.

—Está bien.—Andrea se sentía fatigada después de haber escuchado todo eso. Cómo era posible que su madre no se tomase el tiempo necesario para escuchar a así hija, para aconsejarla, apoyarla y ayudarla. Al parecer la madre de Juliet estaba demasiado ocupada con su trabajo como para preocuparse por su hija. Pero... Recordó cuando la señora le pidió ayuda aquella vez, aquella vez que le dijo que estaba muy distancia de ellos; sus padres. Recordaba también que la señora le había dicho que ella no sabía ni lo que pasaba por la mente de la menor. Andrea creía que la señora Simons era un pan de dios, y lo era, pero, todos debían tener un defecto.

Andrea recordó el comportamiento de la señora. Frente a los empleados parecía ser la mujer perfecta, pero por lo que Juliet le había contado, toda esa imagen que Andrea tenía de la señora, se esfumó.

“Candil de la calle; oscuridad de la casa

Andrea creyó que esa noche sería una típica cena, pero no, se equivocó...

El primer beso...© ▶Editando◀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora