Sinopsis

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Hay personas que han nacido para sobresalir. Hay personas que, por otra parte, sobresalen a fuerza de ser unas tozudas insufribles. Las primeras se ganan por nacimiento un espacio privilegiado en un mundo donde la originalidad parece estar cotizada como el bien más preciado; las segundas... bueno, mejor que hablen mal de ti, a que no hablen, ¿verdad?

Andrés Medina, por ejemplo, parecía que ni se esforzaba por ser el centro de atención. Era un morenazo multifacético que podía hacerte morder el polvo en el campo de fútbol o darte una clase magistral de conflictos político-sociales en el Medio Oriente. Bueno, sí, se cagaba en todo el mundo y a veces se le iba la pinza con los comentarios malintencionados, pero, ¿acaso eso no era parte de su encanto?

El otro pendejo, lamentablemente, no tenía tanta suerte. Ese cabellito teñido de verde, la piel paliducha como un papel y, encima, le daba de vez en cuando por usar ropa de mujer. Ni un nombre normal tenía, el muy imbécil. Ludovic Kirkpatrick. ¿Han visto cosa más pretenciosa que un marica con acento escocés corrigiendo a todo el que, por desgracia, tuviese que llamarlo por su apellido? Uf.

De todo esto que te cuento, lo que no debes olvidar es que hay una regla de oro. Déjame te la explico: por el bien del status quo que debe mantenerse en el instituto, estas personalidades nunca deben encontrarse; de lo contrario, corres el riesgo de terminar en medio de una revolución de dimensiones catastróficas en pleno centro educativo.

No te exagero: en San Mateo, cuando Ludovic y Andrés chocaron, el mundo estuvo a punto de acabarse. 

No me des flores, dame revoluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora