capituló 2

995 95 5
                                    

Gracias chicas

Victoria llegó al departamento que compartía con su amiga dando saltitos
de alegría.
Le contó todo el episodio del casi asalto a Anthony y ésta casi se
desmaya con el relato de la historia. Luego le contó sobre la entrevista y
cómo conoció a su jefa, que era una de las dueñas de la naviera. Llegó el
turno de contarle sobre que, los apreciados zapatos de diseñador, habían
pasado a mejor vida. Pero le juró que, con su primer sueldo, le compraría
un par nuevo.
Luego Antonieta pidió pizza y cerveza para celebrar el nuevo trabajo
de su mejor amiga.
El día sábado, a las nueve de la mañana, Victoria ya se estaba
encaminando fuera de su hogar, para lanzarse a correr por las calles hasta
llegar al parque.
Esa era su rutina del sábado, ella adoraba correr. Después de realizar
una serie de estiramientos, tomó su reproductor de música y buscó la lista
de canciones de Chris Brown. Cuando sonó el primer acorde de Yeah,
Yeah, Yeah, su cuerpo sintió un golpe de energía y comenzó a trotar.
Ya estaba por llegar al parque cuando algo delante de ella llamó su
atención. Estaba tan sumida en sus pensamientos que, no se percató de qué
lugar salió.
Delante de ella, y a paso firme, había un hombre que vestía unos
shorts deportivos negros que, dejaban a la vista, sus bien trabajadas piernas
y un duro trasero. A ella le fue imposible no mirar esa parte de la anatomía
del hombre, y es que el pantaloncillo parecía estar hecho a la medida y se
ajustaba justo donde tenía que ajustarse. Ella lo siguió hipnotizada,
mirando embobada la parte trasera del extraño.
Lamentablemente no podía ver nada más, ya que la parte superior de
su cuerpo, estaba cubierta por una sudadera gris con capucha. No podía ver
de qué color era su pelo, no podía ver su cara, además, el ritmo al que él
trotaba, era casi imposible de seguir. Y ahí se quedó Victoria, mirando la
ancha espalda y el duro trasero de un hombre que, unos metros más
adelante, dobló en una esquina y desapareció por el parque.
Victoria siguió trotando por el parque un rato más. Cuando pasaba frente
a un gimnasio, se fijó que tenían clases de kung fu. Hizo las averiguaciones
y decidió que, cuando verificara su horario en el trabajo se inscribiría en el
gimnasio.
El día lunes Victoria llegó a su trabajo puntualmente. Llevaba un traje
azul marino, que constaba de unos pantalones pitillos de cintura alta y un
blazer entallado, todo complementado con una blusa blanca de manga
corta. Se peinó su larga cabellera castaña en una coleta alta y solo se puso
un poco de maquillaje muy ligero.
Cuando Sara llegó se pusieron al día con la agenda y ella le dejó unas
carpetas para que las archivara.
Apenas llevaba una hora en su nuevo trabajo, cuando el teléfono de su
escritorio comenzó a sonar.
—Naviera Ríos Bernal, buenos días — contestó ella, toda amabilidad.
—Pásame a Sara — dijo una grave y profunda voz al otro lado de la
línea.
—¿Disculpe?— contestó una sorprendida Victoria.
—¿Eres sorda? Que me pases a Sara.
Victoria sintió cómo su sangre se calentaba y que el culpable de que eso
pasara era el hombre que estaba en ese momento en la línea.
— ¿Y a quién se supone que tengo que anunciar?
—Anuncia a Heriberto —dijo él cortante.
—Y supongo que el señor Heriberto tendrá apellido — replicó ella
burlona.
—Solo Heriberto. Apúrate que no tengo todo el día.
—Bien señor «Solo Heriberto», le pido me espere en línea, para ver si la
señorita Ríos Bernal lo puede atender.
—Ni se te ocurra hacerme esperar y ponerme esa puta músi….
Él no alcanzó a terminar la frase y Victoria apretó el botón de la música
de espera. En ese momento, al otro lado de la línea, se escuchaba
Yesterday en versión andina.
Victoria resopló, y pensó cómo podía existir gente tan desagrádale en este
mundo. Luego marcó el anexo de su jefa, para comunicarle que, un
desagradable personaje pedía hablar con ella.
—Sara, el señor «Solo Heriberto» en la línea uno pide hablar con usted.
—¿El señor qué?— dijo Sara entre risas.
—El señor «Solo Heriberto». Cuando le pregunté por su apellido, me
contestó Solo Heriberto.
Sara soltó una gran carcajada por la ocurrencia de su secretaria.
—Bueno Victoria, pásame al señor.
Victoria hizo tal cual como le pidió su jefa y traspaso la llamada.
El día pasó tranquilo para Victoria. No fue a almorzar a la cafetería del
edificio, prefirió ponerse al día con todos los asuntos de su trabajo y se
compró un sándwich que se comió en su escritorio.
Luego de dejar todo listo se fue a su casa, contenta por estar
trabajando en un lugar que de momento le gustaba.
Al día siguiente Victoria llegó a su escritorio y comenzó el proceso de
revisión de agenda de su jefa.
Cuando Sara apareció en el piso, Victoria la puso al día de todas las
reuniones, le sirvió un café, para luego volver tras su escritorio.
Estaba organizando unos papeles cuando el teléfono sonó.
—Naviera Ríos Bernal, buenos días.
—Pásame a Sara. — No podía ser, ese desagradable hombre estaba en
el teléfono otra vez.
—Buenos días señor Solo Heriberto, ¿cómo está hoy?
—¿Te crees graciosa? Porque déjame decirte que no lo eres.
—No, no me creo graciosa, solo trato de ser amable.
—Bueno conmigo ahórratelo, pásame a Sara.
Victoria sentía unas enormes ganas de ahorcar con el cable del teléfono a
este hombre tan grosero.
—Bien, lo anunciaré.
—Pero ni se te ocurra ponerme esa maldita mú…
Otra vez Victoria pulsó el botón de la música de espera, la que al parecer,
el ogro al otro lado del teléfono odiaba.
—Esta vez tuviste suerte gruñón—susurró Victoria al aparato—, hoy son
los Carpenters y es instrumental.
Luego le comunicó a su jefa de la llamada que tenía en espera y se la
pasó.
Al parecer el hombre tenía algún tipo de relación con Sara. No podía
imaginar a su amable jefa, con un ser tan mal educado como novio.
Victoria estaba en la cafetería de la naviera. Después de mirar varios
platos se decidió por una ensalada de atún y un jugo de frutas.
Buscó un espacio libre en alguna mesa, ya que al parecer a esa hora, la
mayoría del personal de la naviera estaba haciendo uso de su horario de
almuerzo.
Pero ese día estaba de suerte, ya que en un rincón, había una mesa
desocupada. Llegó hasta la mesa, y se sentó para comenzar a disfrutar de
su liviano almuerzo, cuando vio dos figuras que se acercaban y se
quedaban mirándola.
—¿Tú eres la nueva verdad?— le preguntó una risueña chica de
cabello negro, mientras se sentaba a su lado.
—Sí, soy Victoria.
—Hola Victoria, soy Jilian y ella es Marina —dijo la chica presentando a
su amiga que se sentaba al otro lado de Victoria.
Y ahí estaba ella sentada en una mesa, en su hora de almuerzo y con
dos chicas que la miraban como un bicho raro.
—Así que tú eres la chica del diez, la nueva virgen del sacrifico a los
dioses — le dijo Marina.
—¿Qué eso de la virgen del sacrificio?
Jilian y Marina rieron al ver la cara de desconcierto de Victoria.
—Veo que no sabes nada. Pero para eso estamos acá, para contarte
todo a lo que te tendrás que enfrentar en tu cargo.
—Chicas, me están asustando, díganme ya de una vez lo que vinieron
a decir.
—Bueno Victoria, te contaremos todo lo que se refiere al piso diez
¿Sabes que se está realizando una apuesta para ver cuánto duras en tu
trabajo?
Victoria abrió mucho los ojos por las palabras de Jilian.
—Pero qué dices, ¿cómo es eso que están apostando?
—Victoria, en lo que va del año, por el piso diez han pasado más de
quince secretarias. La última, o sea tu antecesora, duró tres días.
La chica que más ha durado ha sido Jacqueline que trabajó una
semana completa.
—No te creo, cómo es eso posible, la señorita Ríos Bernal es un sol, no
me imagino un lugar mejor donde trabajar.
—Ella es un sol, como tú dices, el problema es el ogro del hermano.
Al señor Ríos Bernal no lo soporta ni su sombra. Siempre tiene un problema
con las secretarias, para él todas son ineficientes.
Victoria sintió un malestar en el estómago ¿Sería verdad lo que le estaban
contando estas dos chicas? ¿Sería verdad que su jefe era un ogro?
—Es por eso que, a las chicas que llegan a trabajar al diez, les llaman
« las vírgenes del sacrificio a los dioses ». Cada vez que una va subiendo
hasta el piso diez, es como si subieran a la cima del volcán, donde serán
sacrificadas.
Tú llevas dos días de trabajo y es porque el señor Ogro está de
vacaciones, pero la apuesta empieza a correr dentro de una semana más.
Victoria se congeló, no podía creer en su suerte, apenas estaba
comenzando en un trabajo y ya estaba muerta de miedo por perderlo.
—Pero, ¿y si gano?— dijo Victoria dejando a las chicas con la mandíbula
desencajada— ¿Si logro soportar más que las otras chicas?
—Bueno, técnicamente tendrías que aguantar seis días al viudo
amargado y serías una leyenda.
—¿Viudo amargado?—preguntó Victoria.
—Pero Victoria, no puedo creer que estés tan desinformada. El señor
Ríos Bernal es viudo, su esposa murió hace más de dos años en un accidente
de auto. Todos dicen que, desde ese día, nunca más recuperó la sonrisa y se
convirtió en el ogro que es hoy en día.
Pero bueno no queremos seguir asustándote, solo era una ayudita para
enfrentar lo que viene. Ojalá te quedes, cuenta con nosotros para lo que
sea. Yo trabajo en recursos humanos — dijo Jilian—, y Marina en
contabilidad. Cualquier duda solo levanta el teléfono y pregunta.
Luego de que las chicas terminaran de almorzar cada una se dirigió a
su piso para seguir trabajando.
Victoria volvió perturbada a su escritorio. Se preguntaba si sería verdad
todo lo que le habían contado las chicas.
Ella deseaba mantener ese trabajo, necesitaba mantener ese trabajo.
Le quedaba una semana de tranquilidad antes de conocer al Ogro como le
decían sus empleados al dueño de la naviera.
¿Sería tan malo como le habían dicho? Tal vez ella podría sobrellevar
la situación. Siempre le decían que tenía paciencia de santa, tal vez era
hora de ponerla en práctica.

Continúo.......??

victoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora