2. The human

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El mar es tan amplio y hermoso como aterrador, si eres un inexperto, las leyendas en torno al mar de Gala son más que ciertas, empezaron como advertencias para los novatos, pero conforme todas esas criaturas se fueron escondiendo, se transformaron en leyendas para asustar a los niños y mujeres crédulas.

Otabek sabía bien que eran ciertas porque su abuelo nunca le mintió, su padre tampoco, y ahora que tenía la oportunidad de ir a explorar por su cuenta iba a comprobarlo. Hasta ese día, se había dedicado a viajar por el mundo para conocerlo y finalmente llego al puerto de Nikle para reclutarse en el barco del príncipe Viktor que iba de vuelta a su reino, habían perdido un par de tripulantes que desearon quedarse en el puerto por lo que parecía una oportunidad divina para llegar a su tan ansiado destino.

El príncipe parecía bastante amable con sus tripulantes, las obligaciones no serian complicadas porque había estado en un barco antes y se sintió bastante confiado de repente, su meta estaba tan cerca que casi podía tocarla.

La primera mañana parecía tranquila, el clima era ideal y el desayuno había sido bastante bueno. Cuando Viktor puso en pie en la cubierta, todos se apresuraron a sus labores y apenas le miraron.

—Tú eres nuevo —dijo escondiendo las manos en su espalda—. Pero pareces con experiencia.

—Gracias —dijo sin comprender en verdad que es lo que debía contestar.

— ¿Por qué decidiste subir con nosotros?

—Necesitaba...viajar a Gala y el señor Celestino me ofreció trabajo, no me pareció un mal trato.

—Tú no eres un marinero —le sonrió rodeando sus hombros—. Tienes educación, y tu cara se me hace conocida —comenzó a alejarlo del lazo que recién terminaba de atar para llevarlo con él—. ¿De dónde eres?

—Del norte, de aguas más frías...tal vez mi rostro le sea conocido porque mi padre trabajó para su familia un tiempo.

—Eres hijo de Serik —sonrió, reconociéndolo al instante—. Lo hubieras dicho antes, te daré el puesto que él tenía, te irá mejor muchacho y no tienes que desgastarte con el trabajo físico innecesario —le dio palmaditas en la espalda.

—Muchas gracias señor, lo aprecio en verdad.

—No es nada, vamos, te explicaré tus obligaciones para cuando lleguemos a palacio.

— ¿Y mientras esté aquí? —preguntó observándole atento, caminando a su ritmo.

—Puedes ayudar o quedarte descansando todo el día, avisaré a Celestino para que no te regañen.

Agradeció de nuevo, esa tarde acompaño al príncipe y a Celestino en su cena especial por el próximo cumpleaños del soberano, además de los años del mayordomo al servicio de la familia Nikiforov y la recién iniciada vida de Otabek como administrador del príncipe.

Fue extraño, pero sus días en el barco fueron realmente agradables; ayudaba aún, porque esa fue su condición al subir al barco, pero a veces tenía la oportunidad de platicar con el príncipe y escuchaba todas las leyendas nativas de su reino, se preguntó cuánto tardaría en ver a alguna sirena cuando llegara a Gala.

Celestino quiso desanimarlo un poco, diciéndole que esos eran cuentos de niños pero Otabek tenía una voluntad de hierro y cuando algo se le metía en la cabeza, era muy difícil quitárselo.

Celestino quiso desanimarlo un poco, diciéndole que esos eran cuentos de niños pero Otabek tenía una voluntad de hierro y cuando algo se le metía en la cabeza, era muy difícil quitárselo

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