5. The reality

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Yuri comenzó a acostumbrarse a escuchar la elegante música que a veces sonaba en el salón principal, incluso el príncipe había ordenado a sus esclavos que le enseñaran a bailar. Dolía como los mil demonios y Otabek siempre estaba curando sus pies, pero escuchaba que el príncipe se sentía contento cuando bailaba así que no le importaba. Moverse con el ritmo de la música le gustaba, siempre había melodías muy hermosas que hacían que todo el esfuerzo y el dolor valiera la pena, además, parecía que a todos les gustaba cómo se movía por el lugar pues siempre escuchaba muchos aplausos cuando terminaba.

Aprendió también a escuchar historias. Todas las noches antes de dormir Otabek lo visitaba, le leía algo de un libro que él escogía luego de escuchar los títulos y se sumergía en mundos que se imaginaba mientras pensaba en sus hermanos o sus padres como los protagonistas, los extrañaba, mucho, no tenía idea de cuánto tiempo llevaba en ese lugar -porque había perdido la cuenta al quinto día-, pero sentía que habían pasado meses ya. Se preguntaba a menudo si su familia lo había dado por muerto o si le estaban buscando desesperados para que volviera a casa.

Escuchó los toques en su puerta y se apresuró a arreglarse su pijama, debía ser hora de su historia y no le gustaba hacer esperar a la única persona en el palacio que conocía su secreto. A tientas busco el borde de las sábanas y se removió intentando acomodarse.

—Adelante —murmuró sintiendo una punzada en sus pies al recargarlos.

—Yuri —la voz de Viktor retumbó en los oídos del muchacho—, lamento venir a verte tan tarde.

—No hay problema —se apresuró a esconder sus pies, no debía verlos sangrar—, ¿en que puedo servirle, su majestad?

—Vengo a pedirte un favor, uno muy especial —se sentó en la orilla de la cama y sonrió, aunque sabía que no podía verle.

—Por supuesto, dígame, mi señor.

—Tú sabes que me encanta tu talento, bailas tan bien, tan hermoso, ningún esclavo lo hace como tú.

Sonrió levemente al escucharle y sintió sus mejillas encenderse, estaban calientes y él se sentía tan avergonzado por sus cumplidos.

—Así que quería pedirte si podías hacer un baile especial.

— ¿Especial, mi señor?

—Sí, el cumpleaños de mi padre será pronto y realmente me gustaría que bailaras en su honor, como regalo de mi parte, ¿que piensas?

—Me siento honrado, de que me considere así de bueno como para pedirme un favor especial.

Viktor soltó una risita y asintió.

—En realidad...

Tocaron de nuevo a la puerta y se abrió, Otabek se detuvo de entrar al ver al príncipe en la habitación y por un segundo no supo qué decir.

—Lo lamento, no sabía que estaba aquí.

—No te preocupes, puedes entrar —dio permiso, sin moverse ni un poco—, parece que hoy Yuri no podrá dormir temprano como siempre —soltó una risita de nuevo.

—No pasa nada, mañana podré dormir un poco más.

—Entonces, ¿qué dices, Yuri?

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