6. The sadness

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Yuri se detuvo cuando percibió el aroma que ya conocía cerca de él, era algo similar a la brisa marina nocturna, estaba seguro que era por eso que siempre le calmaba cuando estaban juntos. Se mordió el labio y se detuvo, comenzando a buscarle a tientas con la esperanza de poder encontrarle; su mano chocó contra un brazo y tragó saliva con nerviosismo, esperando no haberse equivocado.
Hubo un largo silencio y luego una mano sosteniendo la suya para que soltase a quien sea que tomaba, su corazón se encogió y dolió, joder el rechazo, incluso si no era Otabek, dolía.

—Yuri.

Se detuvo de forma abrupta y apretó los puños. Se había equivocado, a veces confundía el aroma de Yuuri con el de Otabek, ellos habían pasado tanto tiempo en el mar y cuando estaba mucho tiempo lejos de ellos, olían parecido.

— ¿Qué haces aquí? —la voz de su única amiga le hizo suspirar, no había notado que estaba ahí por querer alcanzar a Otabek.

—Estaba...

—Buscándome —completó Otabek que ahora estaba cerca de nuevo—. Jean, él es Yuri.

—El famoso Yuri, experto en la danza, he escuchado mucho de ti por Yuuri —elogió, cruzando sus brazos—, yo soy Jean, soy el sacerdote y consejero del rey, un placer.

Inclinó la cabeza como saludo, de repente se sentía muy nervioso.

—Otabek, no te he visto en días —Jean prosiguió, bajando un poco la voz.

—Lo lamento, Jean, he estado muy ocupado —se detuvo detrás de Yuri y posó la mano en su hombro.

—Me imagino, con la boda tan pronta, el príncipe está más preocupado por otras cosas que por cuidar sus propiedades y a su pueblo.

— ¿Detecto algo de celos en tu voz?

—Estoy más molesto que celoso, Ota —admitió con un suspiro—, enfadado...

Yuri frunció levemente el ceño, no conocía de antes al tal Jean pero su aroma era muy conocido, demasiado tal vez, ¿quién olía como él?, a Yuuri... ¿por qué Yuuri olía como él?

—Es comprensible —dio un suave apretón al hombro del menor como si le pidiera que pusiera atención a esa conversación—. ¿Has logrado hablar con el rey?

—Por supuesto, pero no puedo decirle lo que siento porque entonces las cosas se pondrían feas, se supone que mi papel es apoyarlo y aconsejarlo para que las decisiones que tome triunfen.

—Así que oficiaras la ceremonia.

—Sí, es mi deber.

—Yuuri —el pequeño tritón sintió tanta pena que tenía la necesidad de decir algo—, tengo una audiencia con el príncipe ahora, tratare de convencerle.

Ella sonrió enternecida, incluso si el más pequeño no podía verle, le abrazó con genuino agradecimiento y suspiró audiblemente.

—Incluso si no logras nada, muchas gracias por el intento.

Negó restándole importancia y, cuando ella le soltó, buscó la mano de Otabek como pedido silencioso para que le acompañara.

—Espero que nos acompañes en la cena, Yuri —dijo la muchacha, desde que se había anunciado su compromiso, lo utilizaba como escudo y sombra para alejarse del príncipe a toda costa.

—Ahí estaré.

—Gracias.

Asintió y se dejó guiar por Otabek, caminando sin prisas por el pasillo para llegar al despacho del príncipe. No había soltado la mano de su amigo y sentía su corazón latir con mucha prisa.

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