siete

4.6K 326 128
                                    

siete

Las manos de Cooper siguen en mi culo totalmente desnudo —estaba a punto de bañarme cuando el tocó—, me encuentro con mi pecho pegado al suyo y a pesar de llevar la camiseta mis pezones siguen sobresaliendo de ella.

– Cooper, suéltame. —Estoy asustada como la mierda.

– Creo que hace días hablamos sobre que me dirías papi.

¡Pero ya no! ¡Aléjate!

Tiemblo por el contacto de nuestros pechos pero no sé si es por miedo o por excitación. Sus manos aprietan mis nalgas y suelto un suspiro. Santo cielo.

– Vamos gatita, que hasta hace cinco minutos estabas muy dispuesta.

– Apártate —Pasan unos minutos, en los que siento su dura erección contra mi vientre, cuando susurro mi sentencia— papi.

La sonrisa lanzada por Cooper es inimaginable, es una sonrisa voraz en la que no muestra sus dientes, la sonrisa que le lanza un león a su presa antes de atacar. Nada más soltarme suspiro y voy hacia el salón, dandole una mirada para que me siga hasta la sala: una vez allí tomo asiento sobre la alfombra. Cooper entra y se deja caer en un sillón, sin dejar de mirarme. Sus ojos azules analizan cualquier movimiento que hago con tanta severidad que mi piel quema.

– ¿Cómo lo supiste? —Susurro tras un rato.

– ¿Eh?

– ¿Cómo supiste que era yo spankmeharddaddy?

– ¿Qué? Habla más alto, gatita. —Enfatiza el gatita para hacerme ver que debo de decirle papi.

– ¿Cómo supiste que era yo, papi?

– ¿Cómo no iba a saberlo, KT?

Es en ese momento cuando un caos de nervios se desata en mi estómago, mi garganta se seca y mis manos juegan a hacerle rulos a mi pelo con nerviosismo. Tal vez los demás también lo sepan. Cooper rápidamente se acerca a mi y una vez arrodillado a mi altura acaricia mi pelo, no me aparto por obvias razones: exactamente por dos: la primera, si quiero llegar a los pantalones de Bradley y estar con él primero debo de estar con Cooper y la segunda, estar con Cooper no puede ser tan malo, más que nada porque es caliente y la tiene grande. Muchísimas personas alegan que el tamaño no importa algo que, obviamente, es una total farsa. Sigue intentando relajarme y a pesar de que su tacto quema y me pone los pelos de punta lo consigue.

– ¿Cómo no iba a reconocer esa boquita rosada? —Pasa sus dedos por mis labios en una suave caricia y yo suspiro— ¿Cómo no iba a reconocer esa tersa piel o tus largas piernas? —Sus dedos van hacia mis piernas, y pasa sus manos sobre ellas. Su tacto es cálido y lleno de deseo. Soy un manojo de excitación, poco a poco acerca su boca a mi oreja, siento su cálido aliento en ella. Su lengua acaricia el lóbulo y sus dientes lo muerden: después empieza a susurrar.

– ¿Cómo no te reconocería, gatita? —Gimo un papi bajito tras sus palabras— Y tranquila, los demás no saben que eres tú, ahora ve a bañarte. Hoy no haremos nada, simplemente te pondré las normas y hablaremos un rato.

Mis ojos se abren. Ha llegado, me ha hecho aceptar que será mi papi y me deja con el calentón. Hago un berrinche.

– Pero papi...

don't fall in love, daddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora