Capítulo 8

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Mikasa despertó ansiosa y emocionada. No dudaba ni un poco en ella misma, ¿Con que argumentos lo haría? Lo único que sabía, era que aquel arrogante y cínico chico terminaría humillándose al tener que ser su esclavo por 30 días enteros, sin excusas ni pretextos. Una sonrisa casi malévola cruzó su rostro, mientras pensaba ¿En qué gastaré mis 30 Días?
La chica se levantó con más energía de la que esperaba, y se vistió, colocándose encima un short de mezclilla, una blusa sencilla sin mangas blanca, y sobre de ésta, un suéter de lana café, así como sus tenis converse, sus favoritos, los blancos clásicos.
Salió de su casa con su mochila y su guitarra en su estuche colgada de ambos hombros, la mochila por la izquierda, la guitarra por la derecha. Tomó un taxi, y – como siempre – en menos de diez minutos estaba en la Academia de Artes Kyojin “Lindo Nombre” pensaba siempre que lo escuchaba.
El taxi la dejó en la glorieta frente del instituto de artes superiores, y ella antes de efectuar cualquier paso, echó un vistazo al frente. Sin duda, era majestuosa… cualquier persona – joven o ya mayor – desearía tener la oportunidad de formar parte de un proyecto como el que aquella academia representaba, tan poderosa ante la sociedad, tan increíble y de ensueño. “Lindas Vistas” pensó, para luego mirar hacia las paredes, y darse cuenta de que los posters donde se anunciaba la competencia entre ella y aquel arrogante chico – del cual no valía la pena mencionar el nombre, ya que ella lo aborrecía – seguían allí. Había llegado la hora.
Mikasa entró vacilante al edificio, siendo observada por todos. En la noche anterior, lo había meditado, y pensaba que quizás un poco de atención no sería malo, menos aun cuando se trataba de humillar al rey narcisista. Aun así, no se sentía muy… Ella. Le costaba trabajo ser el centro de atención, pero sabía que apenas terminando la competencia, toda esa atención se disolvería convirtiéndose en polvo, y jamás volvería. Era fácil y sencillo.
Caminó por todo el instituto, hasta llegar al patio, el cual estaba justo al centro de la escuela. Allí sería su competencia con el cretino de ojos lindos.
Al parecer, la noticia había sido grande a tal grado, que los estudiantes – y hasta algunos maestros – ya estaban más que puestos, algunos en la planta baja, y otros en el segundo piso, que teniendo solamente un barandal de fierro forjado negro, en resalte con las paredes color crema, y las grandes vistas griegas en las esquinas de aquel “cuadrado” que formaba el patio y su perímetro, la hacían ver un tanto formal. Todos estaban emocionados, y Mikasa había sacado ya su guitarra. Con ella, definitivamente no podía fallar.
Aquella vieja guitarra había sido toda una historia. A sus cortos 7 años la había encontrado en un basurero, arrumbada y sin realmente nada de posibilidades. Pero siendo tan curiosa, ella la tomó y se la llevó a mostrar a su mamá, la cual le enseño unas cuantas notas esa misma noche. Y en unas horas, Mikasa ya había inventado una melodía, de una canción que jamás había sido escuchada por nadie aparte de su subconsciente. Su madre, fascinada por el rápido aprendizaje de su pequeña, la llevó rápidamente a clases, y así es como explotó su talento. La cambiaron varias veces de salón, ya que alcanzaba con extrema facilidad el nivel de dificultad que cada grupo tenía, hasta que llegó al último grado, teniendo apenas nueve, cuando regularmente se salía a los doce. Así fue como Mikasa Ackerman hizo historia en aquella escuela de música para niños.
Una vez que Mikasa entró a secundaria, Quiso enfocarse más en sus estudios, dejando la música como un solo hobbie. Y ahora para la universidad, se encontraba en Kyojin… ¿Historia más mágica? Imposible.
La noche en que encontró la guitarra, la arregló, pulió, pintó otra vez, hasta dejarla como nueva. Su mamá le cambió las cuerdas, y quedó como nueva. Agradecía eternamente al perezoso que la hubiera tirado aquella noche por no querer arreglarla y preferir comprar una nueva.
- ¡Hey! – la voz de Annie llegó desde su espalda. Mikass Sonrió y la saludó con un abrazo. – Tienes que ganar.
- Dalo por hecho. – contestó la chica de la vieja guitarra con una enorme sonrisa, la cual se borró en un radio de dos segundos, al ver a Levi caminar con su guitarra en mano, la misma guitarra dorada que le había causado tantos problemas desde el primer día de clases, y eso que ni siquiera había terminado la primera semana.
El barullo de gente le abrió el paso a Levi, el cual pasó – como siempre – con el mentón arriba, orgulloso de sí mismo. ¿Podía haber alguien tan egocéntrico como él? Se preguntaba Mikasa al ver su semblante de “Yo aquí soy el mejor”.
- ¿Lista para ser mi esclava? – le preguntó el peli negro a la chica nueva cuando quedaron a una considerable distancia de un metro.
- ¿Listo para retractar tus palabras? - Mikasa alzó una ceja. Levi hizo un mohín.
- Sorpréndeme.
- ¿Cuando no lo hago? - Mikasa Le guiño el ojo, y sonrió burlona. Justin seguía serio, inexpresivo. Mikasa se colgó su guitarra cruzando su pecho, y tan solo empezó a mover sus dedos con una dulce melodía que ella misma había inventado en vacaciones de verano.
Cada vez que la chica tocaba, erizaba la piel de los presentes, había algo en su modo de tocar que era simplemente mágico y Levi lo sabía muy bien, ya que el mismo había sido hechizado por el encanto de los dedos dulces de aquella extraña joven, la primera vez que tocó en el salón de cuerdas.
Levi se mostraba inexpresivo, no podía darle hincapié a Mikasa de que pensara que el estaba intrigado con su música, eso solo la haría soñarse, y creer que tendría alguna clase de oportunidad contra él.
La dulce canción que Mikasa interpretaba era sigilosa, con muy pocos momentos de intensidad, y en su mayoría una melodía parecida a la de una canción de cuna, tan tranquila, mágica y misteriosa. “Si así será toda la canción, es claro quién será el ganador.” Pensó Levi mientras sonreía victorioso. Lo que el no sabía, es que Mikasa Sabía perfectamente lo que hacía, era algo que le habían ensañado en alguna de las tantas escuelas de música por las que había caminado: utiliza el método sorpresa. Si los espectadores no saben lo que sigue en tu canciones, puedes llegar a volverlos locos si de un instante a otro cambias radicalmente de tonos. Y eso es lo que estaba dispuesta a hacer.
Mikasa se encontraba más que dentro de la melodía, se fusionaban, y ella la sentía retumbar en cada milímetro de piel por segundo. “aun no” se dijo a ella misma, mientras que suspiraba, emocionada de imaginarse la reacción de todos cuando pasara de una canción de cuna a un rock n roll/blues de la vieja escuela. Algo totalmente inesperado.
Sus dedos continuaron sobre las cuerdas, hasta que el momento había llegado. Hizo un deslice en la sexta cuerda, mientras que con su dedo pulgar generaba vibración, provocando así un muy peculiar chillido, tan armonioso como el mismísimo canto de un ángel. Todos los presentes –incluyendo Levi- levantaron la mirada asombrados por aquel cambio. Mikasa comenzó entonces a mover sus dedos con una rapidez inverosímil, casi imposible de ver a Luz del Sol. Levi estaba asombrado, pero más que nada, intimidado, aunque ni siquiera se lo quisiera admitir a si mismo, jamás lo haría. Entonces supo que había posibilidad de que el terminara siendo su esclavo, y no viceversa.
Pero, el destino, tan bendito y maligno, del mismo modo hacia distintas direcciones, ya tenía planeado todo. Justo en el momento de mayor auge de la canción, donde Mikasa se sentía como la tercera maravilla del mundo, una cuerda presionada más de la cuenta se rompe, zafándola de la base, y provocando un inmenso y horripilante sonido, que ni siquiera con años de práctica pudo haber disfrazado.
- Mierda… - susurró Mikasa al ver la cuerda rota hecha una maraña en la base inferior. Levi entonces hizo una mueca-sonrisa, la cual se notaba inmediatamente que era porque sabía entonces que iba a ganar. Mikasa Jamás podría continuar con cinco cuerdas. Y tenía razón.
Todo el público en aquel patio estaba callado, tanto maestros como alumnos. El sol tocaba levemente los rostros de todos, y Mikasa se encontraba sacada de sus casillas. Levantó la mirada, y miró a su alrededor: algunos chicos la miraban con pena, otros como si se quisieran empezar a burlar; otros se les detonaba el gusto que les daba el saber que aquella cuerda se había roto, y otros simplemente quería saber que sucedería. Mikasa levantó la mirada, y miró con odio puro la sonrisa que Levi tenía colgada en su rostro.
- Quítate, novata. – comentó Levi caminando hacia el centro del patio, donde solo estaban él y ella. – todo buen guitarrista sabe que nunca debe de dejar apretadas las cuerdas, la presión las rompe. – dijo Serio, con cierto humor en sus palabras. – supongo que solo los buenos guitarristas saben eso. – dijo por último, para después tomar su guitarra, y comenzar a jugar con sus dedos y las cuerdas.
Era simplemente fascinante: sus dedos besaban las cuerdas de la guitarra dorada con una tremenda delicadeza, pero del modo contrario, hacia distinta dirección, con rudeza y fuerza, que parecía que en cualquier momento las rompería. El publico estalló en aludidos y gritaban, apoyando al peli negro. Mikasa había perdido, ya todos lo sabían, el mismo publico lo habia decidido, que aunque quizas su técnica habia sido mejor, no había sabido las normas básicas y obvias que debería de saber, aunque de hecho las conocía, pero aquella vieja amiga suya tenia las cuerdas muy desgastadas, y ya era hora de cambiárselas, cosa de la cual Mikasa tenía conocimiento, pero no se había tomado el tiempo de hacerlo. Levi 1, Mikasa 0…
Mikasa Dejó el patio con el puño cerrado, abochornada, Levi le había ganado, y ahora tendría que ser su esclava un mes.

¿Quién entiende a los hombres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora