Capítulo cinco.

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El tiempo estaba pasando y Louis llevaba días sin dormir apenas pues en la incómoda silla del hospital era imposible descansar y además Danielle se quejaba todo el rato por el dolor, aunque estuviese dormida.

El chico se sentía muy impotente al verla así y no poder ayudarla, además estaban sus suegros, los cuales no dejaban de acusarlo e intentar apartarlo de ella y de su hijo.

En las mañanas, este estaba con el bebé, podía acunarlo, lo cogía en brazos y le daba el biberón y por la tarde conducía varios kilómetros para ir trabajo en la cafetería en Chapel Holmes pues no podía permitirse perderlo, aunque estuviese agotado.

En su rostro podían verse unas grandes ojeras y su barba ya había crecido varios centímetros y aunque su madre le había acercado ropa limpia para que pudiera cambiarse, el ojiazul se duchaba en casa de su jefe, la cual estaba encima de la cafetería.

Tras una semana más, por fin le dieron el alta a Danielle y entonces todo fue mejor, ya que esta regresó con el bebé a casa de sus padres, tras insistirle que estarían mejor allí, aunque el niño a ellos les diera​ igual.

Tras una semana más, por fin le dieron el alta a Danielle y entonces todo fue mejor, ya que esta regresó con el bebé a casa de sus padres, tras insistirle que estarían mejor allí, aunque el niño a ellos les diera​ igual

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La apariencia de Danielle seguía siendo muy apagada, se veía pálida y débil, por lo que no podía ocuparse todo lo que quisiera de su hijo, aún así hizo esfuerzos para no preocupar más a su novio.

Finalmente, después de dejar a su bebé y a su novia en casa de los Campbell en Doncaster, Louis regresó una vez más a Holmes Chapel para cambiarse e ir a trabajar.

En el día siguiente y pese a que no le apetecía nada, el ojiazul hizo caso a su madre, la cual le había insistido fervientemente que volviese a las clases.

Cuando este entró en el aula, sintió que todos lo miraban, incluso el chico sonrojado y extraño de verdes y brillantes ojos  mejillas, con el cual se había sentado el primer día.

Mientras que el profesor Jones  explicaba una parte de la historia de Inglaterra, el ojiazul sentía sobre él la mirada del ojiverde, él cual no hacía más que retorcerse en su silla y carraspear entre sonrisas para llamar su atención.

..-Oye tú—susurró molesto—... quieres parar ya, me estás poniendo de los jodidos nervios.

-L-Lo s-siento, pe-perdona—susurró Harry con una tímida risita.

-¿Acaso no sabes decir otra cosa que no sea "lo siento", mocoso?—le preguntó Louis en voz baja.

-Harry, mi nombre es Harry

-¿Y a mi qué?.

-Digo que me llamo Harry, no mocoso.

Louis se le quedó mirando y apretó los puños pues el rizado tenía una actitud de felicidad constante, casi infantil y eso le irritaba profundamente.

Chasqueó la lengua con fastidio pues estaba seguro de que el ojiverde era un niño mimado de mamá y que si tuviese su vida no sonrería tanto, ni se vería tan infantil y despreocupado.

—Para de sonreír, me molesta.

—¿Por qué?, a mi me gusta hacerlo prefiero eso a ser un gruñón.

—Oye, te estás ganando un golpe.

Sorprendiendo al ojiazul, Harry se encogió de hombros.

—No serías el primero, ya estoy acostumbrado.

Jones, cansado de escuchar los susurros de estos, interrumpió la explicación.

-Bueno... como veo que al parecer sus compañeros Styles y Tomlinson lo saben todo pues están de charleta, les daré la oportunidad de que nos deleiten con su explicación de lo que han aprendido.

-Bueno es que yo emm... Inglaterra es....-balbuceó el ojiverde.

-Suficiente—interrumpió el maestro—... como veo, Styles lo sabe todo, ¿Qué hay de usted Tomlinson?.

El ojiazul soltó una gran carcajada pues el aún sabía menos que Harry.

-Pues si eso es saberlo todo profesor, yo fui el que escribió la crónica—respondió con ironía.

-Perfecto pues como veo que son muy amiguitos y hasta hacen bromas, no les importará hacerme un trabajo para el viernes sobre toda la lección de hoy.

El ojiverde no dijo nada al respecto y aceptó el castigo pero Louis no dudó en protestar.

-Yo no puedo, estoy trabajo y además está mi hij....

-¡No hay excusas, Tomlinson!—le regañó Jones furioso—... ¡lo quiero el viernes sin falta sobre mi mesa!.

—Si, profesor— contestó Harry acogiéndose.

Louis por el contrario soltó un fuerte resoplido conteniendo su frustración.

—Mierda, maldita sea mi suerte.

—Mierda, maldita sea mi suerte

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